Por un futuro con cero fatalidades de tránsito

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 David Hermoza / Banco Mundial.
Datero corriendo para entregar información al cobrador de un bus de transporte público en movimiento. Foto: David Hermoza / Banco Mundial.
Debemos frenar en seco las muertes en las vías. Es un problema grave a nivel mundial, y para ponerle fin todos podemos y debemos colaborar. Sobre esto se discutió en el  2º Congreso Nacional de Seguridad Vial, en el que participamos el pasado febrero en Lima, Perú.

Para el Banco Mundial es una prioridad trabajar por un futuro con cero fatalidades de tránsito.

Lamentablemente, durante el trascurso de este evento, un trágico incidente nos recordaba por qué es importante seguir trabajando en esta agenda. La caída de un autobús por un desnivel de 200 metros de altura dejaba 45 fallecidos en Arequipa, entre los cuales había varios niños. Estas cifras, por terribles que sean, no son únicas en el país.

En el último año, los casos de Pasamayo o Cerro San Cristóbal, con 52 y 10 pasajeros fallecidos, respectivamente, también nos han estremecido a todos los que vivimos en el Perú.

Según datos de la Dirección de Estadística de la Policía Nacional del Perú, en 2016 se produjeron 89.304 siniestros de tránsito en la red vial peruana, con un saldo de 2.696 víctimas mortales. Cabe destacar que esta última cifra comprende el intervalo desde que se produce el incidente vial hasta las 24 horas siguientes y por tanto no incluye los fallecimientos de aquellos que en un primer momento resultaron heridos.

Los datos a nivel global no son mucho más alentadores.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) muestra en su Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial 2015 que los accidentes de tránsito representan una de las principales causas de muerte e incluso la primera para las personas de edades comprendidas entre los 15 y los 29 años.

Según la investigación, 1,25 millones de personas murieron en las carreteras en 2013 en el mundo. Esto equivale a que todos los meses murió una cantidad igual a la población entera de Pisco. La mitad de todos estos corresponde a los usuarios más vulnerables: peatones (22%), motociclistas (23%) y ciclistas (4%).

Además, hasta 50 millones -la población de Perú y Chile en su conjunto- resultan heridos al año, y muchos de los afectados terminan con alguna discapacidad como resultado. El freno al desarrollo es evidente y todo a causa de la inseguridad en las rutas.

Los efectos también son notables a nivel económico: el Instituto Nacional de Salud calculó en su estudio Impacto Socio Económico de los Accidentes de Tránsito que estos representan más del 2% del Producto Bruto Interno en Perú, considerando no solo los costos directos derivados de la atención sanitaria, compensaciones y responsabilidad civil, sino las pérdidas indirectas de productividad por muerte prematura o  discapacidad de las víctimas de incidentes viales.

Objetivo clave para 2030

No nos debe extrañar que la seguridad vial sea una prioridad de desarrollo a nivel mundial. La OMS ha definido el periodo 2011-2020 como el Decenio de Acción para la Seguridad Vial, desarrollando un ambicioso plan de reducción de las muertes en carretera. En paralelo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015, entre los que se encuentran el 3.6, que busca “para 2020, reducir a la mitad el número de muertes y lesiones causadas por accidentes de tráfico en el mundo”, así como la meta 11.2, que espera que “de aquí a 2030, se proporcione acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos y mejorar la seguridad vial, en particular mediante la ampliación del transporte público, prestando especial atención a las necesidades de las personas en situación de vulnerabilidad, las mujeres, los niños, las personas con discapacidad y las personas de edad”.

Ambos ejemplos muestran el compromiso creciente con la mejora de la seguridad en las carreteras.

En este contexto, el 2º Congreso Nacional de Seguridad Vial permitió analizar las tareas pendientes y los pasos a dar en el futuro próximo. El evento se desarrolló bajo el lema de Visión Cero, que busca reducir por medio de acciones a todos los niveles el número de víctimas en carreteras a cero.

La particularidad de la Visión Cero es que plantea que, aunque el error humano es inevitable, las muertes y lesiones en el tránsito no lo son. Para este fin, propone la solución al problema como una responsabilidad compartida por todos los usuarios y entidades, más allá del enfoque tradicional de medidas centradas en el conductor.

Se trata, por tanto, de un enfoque holístico de la seguridad vial, con una respuesta sistemática y multisectorial para abordar la crisis mundial existente, aunando fuerzas entre todas las instituciones involucradas y planteando intervenciones basadas en evidencia en relación con las diversas áreas:
  • Vehículos seguros:  Fijar acciones relativas a homologaciones vehiculares, revisiones técnicas, y actualización de las normas de seguridad para que incorporen novedades tecnológicas en los automóviles que protejan a los ocupantes del vehículo y a los peatones, entre otros.
  • Vías seguras: Diseñar el sistema vial de tal forma que los errores humanos no tengan desenlaces fatales. Adaptar la morfología urbana (Ciudades Seguras por Diseño). Mejorar la fiscalización y control.
  • Usuarios seguros: Reforzar el sistema de licencias de conducir y educación vial, y vigilar el cumplimiento de las normas de tránsito como el uso de sistemas de retención infantil o el casco para los motociclistas.
 Departamento de Planeamiento, Transporte e Infraestructura de Australia del Sur.
Gráfico resumen del enfoque Visión Cero. Fuente: Departamento de Planeamiento, Transporte e Infraestructura de Australia del Sur.

Velocidades seguras: Establecer límites de velocidad adecuados con el entorno, por ejemplo, limitando la velocidad en zonas urbanas a 50km/h y creación de zonas 10, 20 y 30 para favorecer el tránsito peatonal y de movilidad no motorizada. 

Además de estos aspectos, se favorecen acciones orientadas a fortalecer la gestión de las entidades del sector mediante mejores sistemas de datos y mecanismos efectivos de coordinación. Todo ello con la meta de una reducción continua de las fatalidades de tránsito.

El Perú ya está trabajando en varias de estas áreas, pero todavía queda camino por recorrer. Y es que incidentes como el sucedido en Arequipa nos recuerdan la trágica magnitud de esta epidemia y congresos como el de Lima nos demuestran que sabemos qué hacer para frenarla. ¡Ahora es el momento de actuar!
Juan Tapia Grillo
19 de Junio de 2018

Buen diagnostico, pero, es aconsejable medir los impacto no solo del accidentes, y es necesario también medir los impacto sobre los daños que causa la muerte del accidentado, en termino de cambio de vida de huérfanos y viudos o viudas, desplazamiento escolar, pobreza, perdida de vivienda, entre muchos impacto, que ayuden a dar un rostro mas humano y menos numérico a las violencia del Transito

Jorge Talabera
20 de Abril de 2019

En un momento de mi vida llegue a pensar, que los accidentes, incidentes o siniestro, eran propios de la naturaleza, o era gestado por una cuestión de de comercio, miremos o que mueve todo esto?? Es como si fuera una gran industria, pero no hay dudas que el problema esta en el hombre, que no se ocupa de la educación y responsabilidad en la seguridad vial.