Tratar de mantenerse a flote mientras aumenta el nivel del mar

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En las conversaciones de las Naciones Unidas (ONU) sobre el clima en Varsovia, que terminaron con poca energía en la noche del sábado, los negociadores mostraron poco interés en asumir firmes compromisos o prometer medidas ambiciosas sobre el financiamiento para abordar el cambio climático. Sin embargo, lograron de nuevo mantener viva la esperanza de un convenio para 2015.

El resultado final fue un acuerdo marco amplio que describe un sistema de compromisos para reducir las emisiones y un nuevo mecanismo para enfrentar las pérdidas y los daños. Se asumieron nuevos compromisos y pagos para disminuir la deforestación mediante REDD+ (i) y para el Fondo de Adaptación. (i) Sin embargo, la reunión se limitó a evitar la creación de obstáculos en el camino hacia un acuerdo de París en 2015. En una de las pocas contribuciones financieras nuevas, el Reino Unido, Noruega y Estados Unidos se comprometieron a aportan, en conjunto, US$280 millones para la creación de paisajes sostenibles a través del Fondo del Biocarbono, establecido por el Grupo del Banco Mundial.
 
Al mismo tiempo, la 19.a sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se fue haciendo más emotiva. La obertura de esta ronda de drama climático fue protagonizada por el tifón Haiyan, que añadió más elementos, lamentablemente, a las crecientes pruebas de los costos del fracaso en la lucha contra el cambio climático. El lenguaje avanza inexorablemente hacia la adopción de términos como solidaridad y justicia. Pero por el momento, este marco no es suficiente para evitar que retrocedan las promesas de reducción de las emisiones.

Y una vez más, como sucedió con las reuniones en Cancún, Durban, Doha, y ahora Varsovia, fuera de las negociaciones oficiales, hay cada vez más medidas pragmáticas impulsadas por líderes en el tema de todas las condiciones.

El sentido de urgencia y oportunidad está en pleno desarrollo, no se traduce simplemente en un acuerdo textual.

El Grupo del Banco Mundial se ha centrado en pruebas para apoyar la acción, y en Varsovia pudimos aportar nuevos datos y evidencias sobre capacidad de adaptación ante los desastres; (i) ayuda para que las ciudades logren tener capacidad crediticia y puedan promover un crecimiento más inteligente; trabajo a nivel del paisaje y la ciencia que sustente una agricultura inteligente con relación al clima, (i) y -como parte de la Coalición Clima y Aire Limpio-, (i) nuestra nueva tarea de crear una plataforma de financiamiento de pago  por desempeño (i) para lograr proyectos sobre mercados que reduzcan las emisiones de metano, un contaminante climático de corta vida.
 
Más que en otras Conferencias de las Partes (CP), en Varsovia  se debatió en los pasillos sobre la reorganización de las economías. En las discusiones sobre cómo se movilizaría la cifra “talismán” de US$100 000 millones en financiamiento relacionado con cuestiones climáticas, la conversación derivó con facilidad hacia las políticas y los subsidios fiscales que con demasiada frecuencia socavan los objetivos en esta área. Las discusiones sobre cómo usar el valioso financiamiento público con el fin de atraer inversionistas institucionales y fondos de pensiones avanzaron en el sentido de incluir de qué manera -si el clima plantea un riesgo sistémico para el crecimiento y la competitividad en el largo plazo-  pondremos la ciencia, los datos y las pruebas a disposición de quienes tienen la responsabilidad de la salud económica a nivel nacional e internacional con más determinación de lo que se ha hecho antes fuera del Grupo del Banco Mundial.
 
También en Varsovia, después de la decisión del año pasado en Doha sobre el papel que desempeña el género en las cuestiones climáticas, varias líderes se destacaron como defensoras de la acción en materia climática. Mary Robinson, a través de la Fundación Mary Robinson por la Justicia Climática, (i) ha abogado con valentía durante muchos años por el papel de la mujer en las soluciones, así como por las diferencias de género en los impactos. A ella se han unido mujeres importantes a lo largo del tiempo, desempeñando el papel de anfitrionas, entre ellas Connie Hedegaard, Patricia Espinosa y Maite Nkoana-Mashabane. Para muchas mujeres, un significativo símbolo es Christiana Figueres, la primera secretaria ejecutiva de la CMNUCC.
 
En los salones y pasillos de Varsovia, el sentido de urgencia y pragmatismo se fue plasmando, cada vez más, en las mujeres.

Izabella Teixeira, ministra de Medio Ambiente de Brasil, pidió “cincuenta matices ecológicos”. Teixeira sostiene que necesitamos múltiples enfoques para abordar el cambio climático, y la mayoría de ellos requiere alejarse de las posiciones muy arraigadas y centrarse en lo que funciona en cada sector de la economía.

Lindiwe Sibanda -presidenta de la Red de Análisis de Políticas sobre Alimentación,  Agricultura y Recursos Naturales (FANRPAN, por sus siglas en inglés) (i) y el Instituto Internacional de Investigaciones Agropecuarias (ILRI, por sus siglas en inglés), (i) y defensora elocuente de la integración y la toma de decisiones basada en pruebas-, argumentó que la agricultura debe ser incluida en cualquier acuerdo mundial no solo porque tiene sentido, sino que también porque esta actividad es una causa del cambio climático y al mismo tiempo una parte de la solución.
 
La secretaria Lucille Sering, vicepresidenta de la Comisión de Cambio Climático de Filipinas, participó activamente en la CP de Varsovia. Su frustración ante la incapacidad de la comunidad internacional para regular las emisiones fue enmascarada por la tranquila determinación de impulsar la acción ambiental. Su pasión se basa en su propia experiencia. Sering conoce de primera mano (i) los efectos de los fenómenos climáticos extremos y las posteriores trágicas pérdidas humanas y financieras.
 
Estas mujeres buscan soluciones que fortalezcan la capacidad de adaptación y permitan que los agricultores, silvicultores, pescadores, mujeres y personas pobres que viven en las ciudades prosperen, y las economías crezcan.
 
Sabemos que un agricultor africano practicará una agricultura inteligente con relación al clima, no porque reduce las emisiones, sino porque le permite tener comida en la mesa y dinero en efectivo en el bolsillo. Es fundamental reconocer que existe un imperativo económico cuando se trata de tomar medidas en materia climática. Si el Grupo del Banco Mundial puede ayudar a los países a identificar los patrones de crecimiento con bajas emisiones de carbono que satisfagan las necesidades locales de empleo y capacidad de adaptación, podrá hacer una contribución importante para enfrentar el cambio climático.
 
Hay miles de Izabellas, Lindiwes y Lucilles. Son radicalmente pragmáticas, y si reciben respaldo y se apoyan mutuamente, las futuras reuniones en Lima y París lograrán algo más que mantenernos a flote. Podremos lanzarnos hacia adelante, para empezar tal vez contra la corriente,  y cambiar la dirección de la marea.

Autores

Rachel Kyte

Vicepresidenta y enviada especial para el Cambio Climático del Grupo Banco Mundial