En una era marcada por el aumento de crisis climáticas y económicas, contar con sistemas de protección social sólidos nunca ha sido más urgente. Pese a desafíos como la limitada capacidad fiscal, muchos países han logrado avances significativos en la expansión de la cobertura y la mejora de la eficiencia de sus sistemas a lo largo de la cadena de implementación. Y los registros sociales han jugado un papel crucial en estos avances, tanto para apoyar a los programas regulares como para responder de manera efectiva frente a emergencias. Las historias de Celina y Adriana en Brasil, y María en Perú, que se detallan a continuación, ilustran cómo estos registros contribuyen a proteger a las poblaciones vulnerables. Sin embargo, cuestionamos algunas opiniones recientes que sostienen que su papel en tiempos de emergencia está definido por su tamaño, cuando en realidad está definido por su flexibilidad y dinamismo.
Repensar la cobertura y la flexibilidad
Celina, quien perdió su empleo y quedó sin hogar antes de la pandemia de COVID-19, pudo acceder al registro social de Brasil, el Cadastro Único. Este registro, que cubre alrededor del 40% de la población, está siempre abierto para nuevas inscripciones y actualizaciones, lo que garantiza un sólido control de calidad de los datos. A través del Cadastro Único, Celina recibió apoyo de varios programas, incluidos Bolsa Familia y programas de ayuda durante la pandemia. En contraste, Adriana, una ciudadana de clase media, sin acceso a asistencia social antes de las inundaciones de 2024 en Río Grande do Sul. Cuando quedó desplazada, se registró en el Cadastro Único y fue rápidamente inscripta en el Programa Salir Adelante (Programa Volta por Cima). Estas historias destacan la capacidad del registro social para responder de forma rápida y adaptarse ante las crisis.
En Perú, María, ya incluida en el registro social que cubre a más del 70% de la población, recibió apoyo de emergencia durante la pandemia, facilitado por su inscripción previa. Estos ejemplos reflejan un desafío más amplio: ¿qué tan grande debe ser el registro social de un país para apoyar eficazmente a las personas tanto en tiempos corrientes como durante crisis?
Más grande no siempre es mejor
La reciente nota técnica del Banco Mundial Estado del arte de los registros sociales en América Latina y el Caribe revela que, aunque 52 países del mundo han establecido registros sociales, las tasas de cobertura varían significativamente. Las regiones de América Latina y el Caribe y Medio Oriente y África del Norte tienen promedios del 45%, en comparación con el 20% en África Subsahariana. Pero la nota destaca que, en la mayoría de los casos, estos registros permanecen estáticos y carecen del dinamismo necesario para mantener su función como puerta de entrada efectiva a las políticas sociales. Los registros estáticos, donde la información necesaria se obtiene mediante ejercicios periódicos de recolección de datos, pueden resultar ineficaces para responder a impactos imprevistos, ya que la información se vuelve obsoleta rápidamente. Mantener registros grandes y estáticos implica costos significativos. Si los grandes choques son poco frecuentes, la inversión puede tener un valor limitado. Además, cuando las personas comparten datos personales pero tienen poca esperanza de acceder a los beneficios, la confianza pública puede erosionarse, minando aún más la efectividad del sistema.
Registros Sociales flexibles y dinámicos para múltiples programas
Países como Chile y Brasil ofrecen más de 25 programas dirigidos a diversos grupos, incluidos los pobres, los grupos vulnerables y segmentos de la clase media. Sus registros funcionan como puntos de entrada para mejorar el bienestar de la población. Gracias a su proceso dinámico de actualización de información, sus controles de protección de datos sólidos y la coordinación intersectorial, los registros sociales permiten ofrecer beneficios y servicios personalizados, así como una rápida respuesta ante crisis.
Por el contrario, los sistemas estáticos con una cobertura de programas grande o limitada pueden dar lugar a información desactualizada durante las crisis, lo que hace necesario realizar trabajo adicional de recopilación de datos y protocolos de verificación, retrasando la asistencia durante meses críticos.
Los registros sociales deben considerarse sistemas dinámicos que facilitan el acceso a una amplia gama de programas. El proceso de registro constituye la interfaz esencial con los inscritos y solicitantes. El Libro de Referencia del Banco Mundial de 2020 recomienda múltiples canales de registro para asegurar que el proceso sea digno, inclusivo y fácil de usar. El alcance y la comunicación permanentes son fundamentales para mantener la información actualizada y proteger la privacidad de los datos. Una coordinación intersectorial efectiva en salud, educación y trabajo mejora la funcionalidad del registro, permitiendo un apoyo oportuno y preciso. Dicho esto, los sistemas flexibles con procesos ágiles y dinámicos que puedan expandirse rápidamente cuando sea necesario son más adaptables a los riesgos emergentes.
Sistemas adecuados a su propósito
Una cobertura más amplia puede ser deseable, pero expandirla puede sobrellevar costos de oportunidad y desviar recursos de otras prioridades críticas. Los países deben evaluar críticamente si sus registros responden a su propósito preguntándose: ¿Se actualiza el registro regularmente? ¿Está integrado con otros sistemas? ¿Sirve a múltiples programas? ¿Existen protecciones sólidas de datos? Frecuentemente, la respuesta es “no”, dado que muchos registros sufren de alcance limitado, inscripción estática, personal con pocos recursos, coordinación fragmentada y baja interoperabilidad.
En lugar de perseguir la escala por sí misma, los países deberían clarificar los objetivos de política y definir el propósito del registro, ya sea para apoyar la asistencia social regular, el alivio de emergencias o ambos. Esto implica invertir en los elementos fundamentales a lo largo de la cadena de implementación—difusión, admisión, registro, gestión de casos y mecanismos de quejas—para asegurar la calidad de los datos, así como mejorar la coordinación intersectorial y la infraestructura digital para incrementar la interoperabilidad y la capacidad de adaptación.
En una era marcada por una complejidad y volatilidad crecientes, los sistemas más exitosos no son necesariamente los más grandes, sino aquellos que muestran mayor flexibilidad, dinamismo y agilidad. Lograr la protección social universal y habilitar respuestas oportunas frente a las crisis exige invertir de manera pragmática en sistemas de entrega centrados en las personas y bien coordinados. Los registros sociales, cuando se mantienen activamente y se utilizan junto con marcos de políticas sólidos, tienen el potencial de transformar vidas y reforzar la resiliencia social.
La construcción de sistemas de protección social debe enfocarse en opciones intencionadas, dinámicas y adaptativas, capaces de salvaguardar nuestras comunidades tanto en tiempos de estabilidad como durante las crisis. En este mundo de cambio constante, no triunfa el sistema más grande, sino el más flexible, dinámico y ágil.
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Esta nota fue preparada por Phillippe Leite, economista senior de Protección Social en el Banco Mundial, y Luis Henrique Paiva, especialista senior de Protección Social en el Centro Regional del PNUD para América Latina y el Caribe. Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad de los autores y no deben atribuirse al Grupo del Banco Mundial, su Directorio Ejecutivo o los gobiernos que representan, ni al PNUD, su Directorio Ejecutivo o los gobiernos que representan. Contactos: Phillippe Leite – pleite@worldbank.org; Luis Henrique Paiva - luis.dasilva.depaiva@undp.org.
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