En Brasil, pocos programas han bailado con tanta gracia en los debates de política pública como Bolsa Família. Lanzado en 2003, se convirtió en un modelo global al demostrar que las transferencias monetarias reducen la pobreza, mejoran los resultados en la infancia y fortalecen el desarrollo humano.
Aun así, una pregunta vuelve constantemente a escena: ¿realmente las familias “se gradúan” de programas como Bolsa Família o permanecen dependientes? Durante años, economistas, responsables de políticas y periodistas han debatido el tema: desde si las transferencias más altas desincentivan el trabajo hasta si la educación es la vía más segura para salir de la asistencia, y sobre la magnitud de la dependencia, con casi 50 millones de brasileños recibiendo hoy beneficios familiares.
La graduación ocurre, pero rara vez en un solo paso. Se asemeja a una samba: un ritmo que evoluciona a lo largo de generaciones, constante y duradero.
1. El camino largo: capital humano y el compás intergeneracional
Cuando los responsables de políticas hablan de “graduación”, suelen imaginar a una familia que cruza la línea de la pobreza gracias al trabajo o al ingreso. En realidad, es un proceso de largo plazo impulsado por la acumulación gradual de capital humano—el núcleo del diseño de Bolsa Familia. Las condiciones de escuela y salud no son obstáculos burocráticos; son inversiones en el futuro de los niños que, con el tiempo, ceden el control de la pobreza.
La evidencia muestra que los niños en hogares beneficiarios asisten con mayor regularidad a la escuela, abandonan menos sus estudios y reciben mejor atención preventiva. Las investigaciones indican que los menores de siete años tienen cerca de tres veces más probabilidades de tener seguimiento de crecimiento, estar vacunados y recibir chequeos regulares que sus pares fuera del programa. Los resultados educativos reflejan avances similares: mayor matrícula, menor deserción y mejor promoción de grado.
Estos efectos se expanden. Un estudio que siguió a niños de 7 a 16 años en 2005 encontró que para 2019, el 64% ya no era beneficiario de programas federales y el 45% había tenido al menos un empleo formal, una tasa significativamente más alta que la de la población general de la misma edad. La graduación se desarrolla gradualmente, a medida que los niños crecen y las inversiones en capital humano se traducen en empleo e ingresos estables.
2. El camino corto: impactos actuales en trabajo e ingresos
También existe una ruta más corta hacia la graduación, que involucra a familias que salen de la pobreza hoy, no dentro de décadas. Aquí, la evidencia de Brasil ofrece motivos de optimismo.
Las investigaciones muestran que Bolsa Familia no desincentiva el trabajo. Los beneficiarios tienen una probabilidad similar de estar empleados que los no beneficiarios, y en algunas zonas la participación laboral femenina aumenta, ya que las transferencias ayudan a cubrir costos de cuidado infantil o de búsqueda de empleo. Revisiones recientes concluyen que los efectos sobre la oferta laboral son “nulos o muy pequeños”. Los análisis gubernamentales muestran que el beneficio de R$600 no lleva a las personas a abandonar el trabajo, sino que les permite evitar empleos precarios que las mantienen vulnerables.
3. Tres pasos para mantener el ritmo
Bolsa Familia actúa como trampolín, no como soporte. Brinda a las familias la confianza para buscar mejores empleos, migrar por trabajo o iniciar pequeños negocios, mientras los niños permanecen en la escuela. Para que estas mejoras perduren, la oportunidad debe ir de la mano de la seguridad. La graduación depende de más que el esfuerzo individual; requiere un entorno que sostenga el progreso. Como toda samba, necesita un conjunto: crecimiento para crear empleos, inclusión para abrir puertas e incentivos para mantener el ritmo.
(a) Entorno favorable: crecimiento, empleo y oportunidades
El capital humano lleva a la graduación solo cuando la economía genera empleos. Los municipios con mayor crecimiento del empleo muestran salidas más estables del programa. Las transferencias también estimulan la actividad local; los estudios macroeconómicos encuentran aumentos medibles del PIB y del empleo, con multiplicadores de corto plazo entre 0.5 y 1.5. El crecimiento inclusivo y la protección social se refuerzan mutuamente.
(b) Programas complementarios: puentes hacia la inclusión productiva
Las transferencias monetarias protegen a las familias, pero no crean automáticamente medios de vida. Se necesitan puentes a través de la capacitación, el crédito y el desarrollo local. Programas como Bolsa Familia hacen posible la participación al garantizar un ingreso básico que libera espacio mental y reduce el estrés cognitivo de la pobreza.
Bajo la estrategia Brasil Sem Miséria (Brasil Sin Miseria), las transferencias monetarias se vincularon con capacitación y microfinanzas. Ese legado continúa con Acredita (Ley 14.995/2024), que amplía el crédito y el apoyo al emprendimiento para pequeños negocios y emprendedores de bajos ingresos. El microcrédito orientado también ha impulsado el autoempleo y la inversión, especialmente cuando se combina con mentoría. La lección es clara: la graduación requiere coordinación entre protección social, formación, crédito y mercados.
(c) Diseño con incentivos adecuados: alinear las reglas con la movilidad
Incluso con oportunidades, las familias dudan en avanzar si eso implica perder su red de seguridad. La Regra de Proteção permite que las familias cuyo ingreso aumenta permanezcan en el programa hasta doce meses recibiendo la mitad del beneficio. El Retorno Garantizado asegura la prioridad de reingreso durante hasta treinta y seis meses. Juntas, estas reglas combinan seguridad e incentivo, fomentan la declaración honesta de ingresos y reducen el riesgo de recaída. Cuando los incentivos recompensan la movilidad en lugar de castigarla, la graduación se convierte en una meta realista y no en una apuesta arriesgada.
4. El bis: bailando hacia una graduación sostenible
La samba nació de la resiliencia: comunidades afrobrasileñas que transformaron la adversidad en ritmo y alegría. En ese espíritu, Bolsa Familia muestra cómo una política puede convertir la vulnerabilidad en dignidad y esperanza.
Dos rutas impulsan este progreso:
- La ruta larga de acumulación de capital humano que rompe la pobreza intergeneracional.
- La ruta corta de mejora de ingresos que, junto con programas complementarios, ayuda a las familias a avanzar y mantenerse.
Al celebrar su 22º aniversario, el Banco Mundial se enorgullece de continuar su colaboración con el Gobierno de Brasil para apoyar la evolución del programa y compartir sus lecciones en el mundo. El desafío de pasar de la protección a la oportunidad es común a muchos países que buscan hacer que la protección social sea más inclusiva y empoderadora. A través de nuestra serie de seminarios, los invitamos a explorar cómo Bolsa Familia ha logrado y sostenido este delicado pero duradero equilibrio de políticas.
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