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Inversiones de impacto con la ayuda del Banco Mundial. Cómo marcar la diferencia: el caso de la AIF

© Sarah Farhat/???? Children at a play area in Beira, Mozambique. In addition to building and rehabilitating roads , basins and drainage canals, the IDA-funded Cities and Climate Change Project also included a provision for play areas that cater to children in some of the city's most impoverished neighborhoods. © Sarah Farhat/World Bank

Desde hace más de 70 años, el Grupo Banco Mundial (GBM) recauda fondos en los mercados de capital para invertir en proyectos de desarrollo. A través del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), su institución dedicada a los países de ingreso mediano, el GBM financia proyectos del sector público —por ejemplo, caminos, energía verde, salud o sistemas educativos—, y, mediante la Corporación Financiera Internacional (IFC), proporciona capital al sector privado de los países en desarrollo para ayudar a las empresas a crecer y brindar empleo, mejorar la recaudación impositiva y generar otros beneficios sociales más amplios.

Desde hace tiempo, las emisiones de estas instituciones del GBM tienen gran aceptación entre los inversionistas que buscan oportunidades de inversiones de renta fija seguras y, más recientemente, entre aquellos que también desean usarlas en sus iniciativas de desarrollo. Desde 1947, el BIRF e IFC han recaudado en total un monto equivalente a más de USD 900 000 millones gracias a su perfil de riesgo conservador y a su rendimiento financiero previsible.

La Asociación Internacional de Fomento (AIF), otra institución del GBM creada en 1960, cumple un mandato diferente: proporciona donaciones, financiamiento en condiciones concesionarias y asistencia técnica a los países de ingreso bajo gracias a las contribuciones de sus Estados miembros. Los donantes se reúnen cada tres años para reponer los recursos de la institución y examinar su marco de políticas.

En 2015, tras la adopción de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, comenzó a reconocerse cada vez más que los mecanismos de financiamiento para el desarrollo existentes no bastarían para cumplir la ambiciosa agenda.

En una reunión de bancos multilaterales de desarrollo (BMD), se acordó que el mundo debía incrementar considerablemente el financiamiento para el desarrollo y pasar “de miles de millones a billones”. Esto significaba pensar más allá de la ayuda, dirigiendo la atención al financiamiento privado, y movilizar los propios recursos de los países en desarrollo. Además, la comunidad internacional reconocía que la situación era más apremiante para los países más pobres que suelen tener las mayores necesidades de desarrollo.

Se esperaba que la AIF cumpliera su cometido y aumentara el nivel de asistencia que brinda. En vista del poco tiempo con el que se contaba para alcanzar los ODS, se necesitaba urgentemente obtener recursos adicionales.

Si bien la AIF nunca había recurrido a los mercados, estaba bien posicionada para hacerlo debido a varios factores. En primer lugar, cuenta con un sólido capital de USD 163 000 millones, mayor que el de los BMD en conjunto. En segundo lugar, goza del estatus de acreedor preferencial y ostenta un excelente historial de reembolso de sus préstamos en condiciones concesionarias. En tercer lugar, cuenta con un fuerte respaldo de los accionistas, como lo demuestra su historial de reposiciones de los recursos, que tienen lugar cada tres años y han permitido recaudar, desde 1961, un total de más de USD 270 000 millones. En cuarto lugar, prácticamente no tiene deuda.

Por último, la AIF ofrece a los inversionistas una oportunidad única de respaldar proyectos de desarrollo en algunos de los países de ingreso bajo, sobre todo en África: durante los tres ejercicios comprendidos entre 2017 y 2020, dichos países recibirán alrededor de USD 45 000 millones. En una época en la que cada vez más inversionistas buscan orientar el capital hacia productos que satisfagan sus necesidades financieras y cumplan una finalidad social positiva, la AIF resulta una opción muy atractiva.

Una vez tomada la decisión de recurrir a los mercados de capital para obtener fondos adicionales que permitieran complementar los recursos de los donantes, se preparó un paquete muy sólido. La AIF obtuvo la calificación máxima de Standard & Poor’s (AAA) y Moody’s (Aaa), y su primer bono, emitido en abril de 2018, dio lugar a una suscripción cuatro veces mayor de lo previsto y permitió recaudar USD 1500 millones para abordar algunos de los problemas de desarrollo más urgentes.

Este exitoso resultado puede interpretarse de distintas maneras. En primer lugar, se han movilizado recursos de los donantes, de manera que por cada dólar que aportan los asociados se genera una capacidad de gasto de unos USD 3. En segundo lugar, los inversionistas han podido incorporar a sus carteras activos que incrementan significativamente el respaldo al logro de los ODS y contribuyen al desarrollo mundial. En tercer lugar, y lo que es más importante, millones de personas más se beneficiarán con los programas de la AIF orientados a la infraestructura y los servicios públicos (escuelas y centros de salud) en algunos de los lugares más pobres del mundo.

Desde la primera emisión, la AIF ha ampliado su programa de endeudamiento para ofrecer instrumentos de deuda a corto plazo y, al 30 de junio de 2019, había alcanzado la asombrosa suma de USD 1900 millones. Estos volúmenes son apenas el comienzo. De acuerdo con una estimación conservadora que se corresponde con el sólido capital financiero de la AIF y el fuerte respaldo que recibe de sus accionistas, las nuevas emisiones previstas para los próximos años se expresarán en decenas de miles de millones de dólares.

Claramente, este éxito responde al sólido historial de la AIF cuando se trata de obtener resultados mensurables y de gran impacto en los países de ingreso bajo. Asimismo, creemos que nuestro éxito se debe a la importancia que concedemos a la inversión sostenible y los impactos positivos. 

En todas partes, las personas están preocupadas —y con razón— acerca de una gran cantidad de cuestiones de desarrollo, lo que convierte a la AIF en una opción sumamente atractiva. La AIF busca mejorar las condiciones de vida en los países de ingreso bajo a través de un amplio conjunto de intervenciones que incluyen reformas políticas que estimulen el crecimiento y el desarrollo del sector privado, generando infraestructura para ayudar a los agricultores a vender sus productos en el mercado y construyendo sistemas energéticos que amplíen el acceso a la electricidad para las pequeñas empresas y los hogares. Mediante las intervenciones también se abordan las necesidades básicas de desarrollo humano que van desde brindar apoyo a la educación primaria, secundaria y superior hasta fortalecer los sistemas de salud y proporcionar redes de protección social para las personas necesitadas. Por otra parte, la AIF está a la vanguardia cuando se trata de apoyar a los países que atraviesan crisis provocadas por desastres naturales, guerras o situaciones de violencia, y su apoyo se orienta a generar resiliencia y abordar las causas de la fragilidad y de los conflictos. En resumen, se trata de inversiones que promueven la esperanza de un futuro mejor.

Este amplio programa de desarrollo, y la capacidad de la AIF de mejorar las condiciones de muchas personas que buscan una vida mejor en los países de ingreso bajo, permiten a los inversionistas generar rendimientos y, al mismo tiempo, participar en la coalición mundial que se ha propuesto alcanzar los ODS. Este es un espacio clave que la AIF busca ocupar y ampliar.

En el GBM, trabajamos desde hace mucho tiempo con los mercados de capital para recaudar financiamiento y destinarlo a proyectos de desarrollo. Esta modalidad fue aplicada inicialmente por el BIRF y luego por IFC. En un contexto en el que la AIF es, junto al BIRF y a IFC, uno de los principales emisores de títulos de los mercados de capital que generan un impacto significativo en el desarrollo, los inversionistas pueden obtener resultados satisfactorios y hacer una buena acción, sabiendo que su capital está dando frutos en los países de ingreso bajo, donde, de otro modo, no tendrían la oportunidad de invertir.

Este artículo se publicó originalmente en Capital Finance International.


Autores

Axel van Trotsenburg

Director gerente sénior, Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial

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