El desafío de la sociedad argentina: hacerse rica antes de hacerse vieja

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Probablemente Mafalda tenía razón cuando decía que lo “urgente no deja tiempo para lo importante”. Sin embargo, en algún momento es necesario parar la pelota y pensar que hacemos con ella, en especial, si estamos jugando un partido donde el rival te deja espacios para jugarla.

Ese es el caso actual de Argentina, que al igual que el resto de América Latina, atraviesa un proceso de transición demográfica. Ello implica una ventana tanto de oportunidades como de desafíos en materia económica y social. Argentina es aún un país joven en el cual la población en edad de trabajar representa la mayor proporción de sus 40 millones de habitantes. La dinámica en la tasa de fecundidad y mortalidad implican un gradual envejecimiento de la población, con implicancias en varias dimensiones de la economía, el sistema de protección social, las políticas públicas y la sociedad en general.
 

La oportunidad se encuentra asociada con la posibilidad de contar con la mayor proporción de la población en edad de trabajar y el potencial crecimiento de la tasa de ahorro e inversión que ello implica. El desafío consiste en generar las condiciones, tanto desde el mercado laboral como desde el sistema financiero e institucional, para permitir hacer efectivo este potencial mayor nivel de ahorro durante los próximos treinta años y viabilizar su conexión con la inversión. Así, será posible llegar a la etapa de envejecimiento de la población con una mejor dotación de capital por trabajador, favoreciendo el aumento de la productividad y por tanto del producto del país.

El desafío para la sociedad argentina consiste en hacerse rica antes de hacerse vieja, acumulando capital humano y físico que permita mantenerse en una senda de crecimiento sostenido. Sin embargo, hay que superar primero numerosos retos. El desempeño del sistema educativo, del sistema previsional, del mercado de trabajo, las finanzas públicas y las decisiones de priorización del gasto, así como el funcionamiento del sistema financiero para incentivar el ahorro y actuar como enlace entre éste y la inversión, son temas que deben ser analizados y debatidos con una perspectiva de largo plazo pensando en las generaciones futuras.

El libro Los años no vienen solos. Oportunidades y desafíos económicos de la transición demográfica en Argentina, destaca que la población argentina está transitando un período de 30 años de su “Ventana de Oportunidad Demográfica”. En el país, la población adulta mayor de 65 años pasará de representar un 10,4% del total en la actualidad, a un 19,3% en 2050 y un 24,7% en 2100, en un claro proceso de convergencia con los países de Europa.

En este contexto, el gasto del sistema de pensiones pasará de representar el 9% del PB al 15,5% en 2050, lo cual implica un claro desafío para las generaciones futuras. Algo similar, pero en menor magnitud, ocurriría con el gasto destinado al sector salud, el cual pasará del 6,3% del PIB a aproximadamente el 7% en 2050. En relación al sistema educativo, Argentina enfrentará una buena oportunidad para incrementar la inversión por estudiante utilizando el mismo nivel de recursos que destina actualmente (en términos del PIB), dado que se estaría reduciendo la proporción de niños y jóvenes en la sociedad.

Ello implica un claro desafío desde el punto de vista de la política fiscal, en tanto de no mediar reformas de largo plazo, la transición demográfica presionaría sobre la reasignación de recursos fiscales entre los sectores sociales. Finalmente, el envejecimiento poblacional plantea inquietudes referidas al sostenimiento de la tasa de crecimiento económico con una población en edad de trabajar más reducida. El aprovechamiento de la actual ventana de oportunidades, incrementando el ahorro que permita financiar la acumulación de capital y así estimular la productividad futura de la fuerza de trabajo constituye el mayor objetivo para la economía argentina.

En relación a esto último, para enriquecerse antes de llegar a la etapa de envejecimiento es vital lograr un incremento de la dotación de capital por trabajador y de ese modo de la productividad de la fuerza de trabajo. En general, es fácil malgastar los recursos extra que la demografía crea en la etapa de  la ventana de oportunidades y, si ello ocurre, las oportunidades de inversión y los desafíos de política en la etapa de envejecimiento serán diferentes a los actuales.

La amenaza de que Argentina envejezca sin llegar a ser rica no es menor. No es conveniente asumir que el país replicará la experiencia de países desarrollados como Japón o emergentes exitosos como Corea del Sur. Las políticas públicas deberían tomar en cuenta que la mayor proporción de población en edad de trabajar tiene, en sí misma, un efecto relativamente bajo sobre la actual tasa de crecimiento económico, y ello se agotaría por completo al finalizar la ventana de oportunidades. Esto significa que la  atención de la política de crecimiento debería centrarse en la generación de ahorro e inversión, que tiene gran potencial para incrementar la productividad de la fuerza de trabajo a través del aumento de la relación capital/trabajo.

Ello requiere del cumplimiento de dos grandes condiciones. La primera es el logro no sólo del pleno empleo de la fuerza de trabajo sino también que dicho empleo sea formal y de calidad, de manera tal que permita la generación ahorro entre los trabajadores. La segunda, es la promoción de dicho ahorro e inversión (física y en capital humano) junto a su buen direccionamiento. De lograrse esto, las chances de obtener incrementos de productividad a un buen ritmo en el período que resta de la ventana de oportunidad son mayores y la capacidad para enfrentar el envejecimiento podría ser mayor.

Claro, para ello es necesario parar la pelota y darle un tiempo de reflexión a lo importante, no sólo a lo urgente.


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