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Destrucción creativa: Aprovechar la promesa de la IA para promover la prosperidad compartida

Destrucción creativa: Aprovechar la promesa de la IA para promover la prosperidad compartida Foto: Canva

Todos los días hay titulares en la prensa sobre cómo la inteligencia artificial (IA) generativa transformará el futuro de todos. Para algunos, es el fuego de Prometeo que resolverá los desafíos más acuciantes, entre ellos poner fin a la pobreza. Para otros, la IA significa el fin de muchos empleos y de gran parte del mundo posindustrial tal y como lo conocemos.

Hay algo de verdad en estas dos opiniones extremas.

Todavía no conocemos plenamente el impacto que tendrá la IA en nuestras estructuras económicas, nuestros puestos de trabajo (i), nuestro potencial humano (i) y nuestra difícil búsqueda de progreso (i), pero ya podemos ver que impulsará una revolución tecnológica. Esta no es la primera revolución que hemos observado. Pensemos, por ejemplo, en la máquina de vapor (i) que transformó el transporte. A juzgar por la historia, la IA también aumentará el crecimiento y la prosperidad a largo plazo. Sin embargo, se producirán disrupciones a lo largo del camino y, como mínimo, determinados oficios y profesiones desaparecerán para siempre. ¿Cuándo fue la última vez que anduvo en un carruaje tirado por caballos en Estados Unidos que no fuese en algún lugar turístico como el Central Park?

Según una estimación conservadora de Goldman Sachs (i), hasta 300 millones de empleos de tiempo completo en todo el mundo estarán expuestos a la IA en la próxima década. Esto es equivalente a alrededor del 8,5 % de la fuerza laboral mundial. En el caso de México, país de procedencia de uno de nosotros, esta cantidad es superior a 5 millones de puestos de trabajo, más que toda la población de Uruguay, país de origen de otro de nosotros. El Fondo Monetario Internacional estima que, a nivel mundial, alrededor del 40 % de los empleos están expuestos a la IA, y que en las economías avanzadas hasta el 60 % de los puestos de trabajo podrían verse afectados, ya que la IA tiene impactos en los empleos altamente calificados.

Aun así, desde un punto de vista macroeconómico, la IA parece ser la solución que hemos estado esperando para abordar la desaceleración de la productividad mundial (PDF, en inglés) que ha conducido a un crecimiento lento en las economías avanzadas en las últimas dos décadas. Las estimaciones del análisis de Goldman Sachs (PDF, en inglés) indican que la IA aumentará el crecimiento anual de la productividad laboral en Estados Unidos en casi 1,5 puntos porcentuales en un período de 10 años luego de la adopción generalizada de esta tecnología. Sobre la base de un promedio histórico de 1,5 % de crecimiento anual entre 2007 y 2019, eso significaría más del doble del crecimiento de la productividad, el ritmo más alto observado desde la Segunda Guerra Mundial (i).

Si bien estaremos mejor a la larga, la pregunta clave es: ¿qué va a pasar en la próxima década? ¿Qué deben hacer las sociedades y los Gobiernos para facilitar la transición? En otras palabras, ¿cómo podemos aprovechar el proceso de destrucción creativa de la IA para promover la prosperidad compartida?

Tenemos el poder de configurar el futuro. El impacto en el empleo dependerá de que la IA sustituya o complemente a los trabajadores, y la política fiscal, los incentivos y las regulaciones pueden influir en ello. Si la IA complementa a los trabajadores, puede permitirles ser más eficientes, realizar trabajos de mayor calidad o efectuar nuevas tareas. Estos aumentos significativos en la productividad pueden conducir a la creación de nuevos puestos de trabajo, ya sea en la misma industria o como consecuencia de la expansión de las actividades en otras industrias relacionadas. Los avances en la atención de la salud y la educación pueden mejorar drásticamente nuestros niveles de vida.

Pero las transiciones son costosas, y si bien tenemos los instrumentos normativos y las instituciones para mitigar eficazmente los impactos de la IA, también vamos a necesitar otros nuevos. Lo anterior incluye nuevas políticas y regulaciones fiscales para garantizar que los aumentos de la productividad beneficien tanto a la fuerza de trabajo como al capital. La redistribución y la predistribución, como plantea Angus Deaton en su libro “Economics in America”, deben equilibrarse cuidadosamente para garantizar que se eviten los grandes aumentos en la desigualdad que hemos visto durante otras revoluciones tecnológicas y para salvaguardar las instituciones democráticas.

A la larga, cuántos puestos de trabajo se crean frente a cuántos desaparecen, qué categoría de trabajadores se enfrenta a más cambios, de qué manera la IA impulsa la automatización en todas las industrias y dónde se encuentran esas industrias dependerá de las decisiones normativas que tomemos hoy. Aun cuando las economías avanzadas se vean particularmente afectadas en un primer momento, las economías en desarrollo —donde el capital y la fuerza de trabajo altamente calificada son escasos, pero las presiones demográficas son elevadas— con el tiempo también se verán afectadas.

Si bien no podemos predecir con exactitud en qué medida la IA cambiará las cosas, podemos estar seguros de que encierra la promesa de un cambio radical, uno al que podemos dar forma. Como dicen los profesores del MIT Daron Acemoglu y Simon Johnson en su libro “Power and Progress” (i): “La prosperidad compartida surgió porque, y solo cuando, la dirección de los avances tecnológicos y el enfoque de la sociedad para repartir las ganancias se alejaron de los acuerdos que servían principalmente a un grupo pequeño de personas”. Trabajemos para garantizar que todos se beneficien de esta última revolución tecnológica.


Arturo Herrera Gutierrez

Director global, Práctica Mundial sobre Gobernanza del Banco Mundial

Jasmin Chakeri

Gerente del Departamento de Prácticas Mundiales de Macroeconomía, Comercio e Inversión, Banco Mundial

Nathalie Picarelli

Economista sénior, Banco Mundial

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