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Que coman dinero

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Este blog fue publicado originalmente en inglés aquí: "Future Development"

The Economist tiene un excelente artículo (i) esta semana acerca de darles transferencias de efectivo condicionadas o no condicionadas a los pobres para aliviar su pobreza.  Llamándolo “posiblemente la mejor pieza de periodismo sobre transferencias de efectivo que he visto hasta ahora”, Chris Blattman, (i) —uno de los investigadores cuya investigación ha aportado grano a este molino— se lamenta de que esta manera de escribir “tiende a hacer que el comité del Pulitzer se quede dormido en cama”.  Puede ser así, pero la idea es potencialmente transformadora.

ImageYa se estableció (i) desde hace algún tiempo que las transferencias de efectivo condicionadas para enviar a los niños al colegio o llevarlos a una revisión médica mejoran los resultados en salud y educación. Más recientemente, algunos estudios (i) muestran que las transferencias de efectivo no condicionadas podrían tener el mismo efecto. El trabajo (i) de Chris demuestra que darles efectivo a los jóvenes desocupados conduce a mayores ganancias de negocios que si se usara el dinero para realizar cursos de formación profesional para estas personas.

En paralelo, Todd Moss (i) en el Centro para el Desarrollo Global y mi colega Marcelo Giugale y yo (junto a varios otros) (i) hemos estado explorando la idea de transferir los ingresos provenientes del petróleo a los ciudadanos como transferencias de efectivo, como una manera de reducir la maldición de los recursos que aflige a muchos países ricos en recursos, especialmente en África. Gabón, por ejemplo, que cuenta con un ingreso per cápita de US$10 000, tiene la segunda tasa de inmunización infantil más baja de África (i). Marcelo y yo demostramos que si se transfiere directamente a los ciudadanos (en cantidades iguales) solo el 10% de los ingresos de los recursos, se puede eliminar en gran medida la pobreza en los países africanos más pequeños ricos en recursos.
 
Además, la tecnología para hacer transferencias ha mejorado notablemente. Alan Gelb y Julia Clark (i) muestran que las tarjetas biométricas de identificación se pueden obtener por unos pocos dólares. El Gobierno indio las está entregando a sus 1 200 millones de ciudadanos (cerca de 300 millones ya las tienen). Con estas tarjetas, se puede transferir el efectivo electrónicamente y, posiblemente, a través de teléfonos móviles. No es sorprendente que haya un animado debate en India acerca de reemplazar por transferencias de efectivo sus subsidios mal dirigidos e ineficientes.
 
Hasta ahora, la crítica a la idea de las transferencias de efectivo ha sido que los pobres malgastarán el dinero en alcohol o tabaco, en vez de usarlo para educar a sus niños o para iniciar un negocio. [Cuando presenté la idea en Sudán del Sur, me dijeron que la “gente utilizará el dinero para tomar a otra esposa (sic)”.] La investigación contradice ampliamente esta crítica.  Pero el debate se pierde otro aspecto importante de reemplazar los gastos públicos tradicionales, tales como escuelas y clínicas gratuitas, y energía, agua y alimentos subvencionados por transferencias de efectivo. Esta medida hace responsable al Gobierno por estos servicios. Cuando los gobiernos proporcionan bienes y servicios gratis o subvencionados, los pobres no tienen más remedio que consumir lo que se les entrega. A menudo, la calidad o incluso el acceso son deficientes. Pero cuando se les entrega el efectivo con el cual “comprar” estos servicios, los pobres pueden exigir calidad, y el proveedor debe cumplir, o no le pagarán. Como lo planteó un granjero en Andhra Pradesh, India, después de que reemplazaran el agua subvencionada por su costo total: “nunca más le permitiremos al Gobierno que nos proporcione agua gratuita”.

Asimismo, en los países ricos en recursos, los ingresos del petróleo van directamente de la compañía petrolera al Gobierno sin pasar por las manos de los ciudadanos. Como resultado, los ciudadanos pueden no saber cuántos ingresos hay y, lo que es peor, pueden no tener muchos incentivos para escudriñar el gasto del Gobierno, porque no piensan que sea “su dinero” (aunque sí lo es). Con las transferencias de efectivo, los ciudadanos por lo menos van a saber algo sobre el tamaño de los ingresos y, posiblemente, tendrán mayores incentivos para escudriñar cómo se están gastando.

Las críticas sobre las transferencias de dinero —que generalmente provienen de altos funcionarios de gobierno— pueden tener menos que ver con una preocupación por que el dinero va a ser malgastado y más con la pérdida de discreción en el gasto gubernamental. Dicho de otro modo, las transferencias de efectivo tienen el potencial para cambiar no sólo las políticas que reducen la pobreza, sino también el equilibrio de poder entre el Gobierno y sus ciudadanos, a favor de estos últimos.
 


Autores

Shanta Devarajan

Teaching Professor of the Practice Chair, International Development Concentration, Georgetown University

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