Estamos en Vientiane, en la República Democrática Popular Lao, donde la escuela de primer grado de mi hijo ha permanecido cerrada por dos meses. No reabrirá hasta agosto de 2020. Pero todos los días se despierta entusiasmado para ver las actividades que sus maestros han planeado para él –escribir cartas o cuentos, lectura, juegos, experimentos, actividades interactivas para grupos de niños y meditación. Una vez que termina una y la publica, espera las respuestas de sus maestros, lo que hace sistemáticamente –comentarios detallados y amables sobre cada pequeña cosa que publica. Esto lo hacen con todos los niños. Es verdaderamente abrumador. Sus maestros han aprendido en el camino lo que funciona y lo que no, innovando y buscando retroalimentación de los padres, de la dirección de la escuela y entre ellos mismos, todo esto mientras nos aseguran que todo está bajo control.
La pandemia del coronavirus (COVID-19) ha paralizado la vida en todo el mundo, con casi 178 países informando sobre el cierre de escuelas. Los padres como nosotros tenemos el lujo de saber que nuestros hijos estarán bien –sus escuelas y maestros trabajan horas extras para que nuestros hijos puedan aprender. Esta no es la realidad para muchos padres y sistemas escolares. Si acaso, esta pandemia ha revelado lo privilegiados que son algunos estudiantes, mientras que otros quedan olvidados. También nos ha mostrado lo importantes que son los maestros –y cómo pueden tener éxito, incluso durante una crisis, con la tecnología y el sistema de soporte adecuados.
Si bien muchos sistemas escolares y maestros están tratando de hacer participar a los estudiantes, ellos enfrentan al menos tres cuellos de botella complicados: 1) estrés debido a la incertidumbre económica, preocupación por la seguridad de los seres queridos y ansiedad sobre el futuro; 2) el desafío abrumador de volver a escuelas que muchos estudiantes han abandonado o donde muchos han quedado atrás –con una mayor presión sobre los maestros para garantizar la puesta al día con muy poco apoyo al desarrollo profesional; y 3) poco acceso a las tecnologías o habilidades adecuadas para usarlas (la escuela de mi hijo entrega a todos los maestros y estudiantes ipads con gran cantidad de material de aprendizaje cargado de antemano).
Una nueva nota del Banco Mundial describe tres principios clave para fortalecer la efectividad docente durante e inmediatamente después de la pandemia, así como oportunidades de mejora a largo plazo:
- Principio 1: Apoyar la resiliencia de los maestros para garantizar la efectividad docente. Los sistemas escolares deben proteger los empleos de los maestros y sus salarios, de modo que haya una fuerza laborar motivada, lista para que los estudiantes recuperen la velocidad cuando las escuelas reabran. También es importante mejorar la motivación intrínseca de los maestros y reducir los niveles de agotamiento. Intervenciones como la iniciativa inspirada en el trabajo HealthMinds@, Educación para el Bienestar, en México, pueden ayudar a los maestros a cultivar aspectos importantes del bienestar, usando ejercicios simples y aprovechando los hallazgos más recientes en neurociencias, psicología y perspectivas contemplativas tradicionales. A largo plazo, las unidades de orientación especializadas pueden brindar apoyo para garantizar el bienestar de los maestros, tanto en situaciones de emergencia como en otras que no lo son.
- Principio 2: Apoyar a los maestros a nivel educativo para garantizar la efectividad docente. Los maestros deben estar equipados para evaluar a los estudiantes una vez que vuelvan a la escuela, de modo que puedan identificar qué contenidos y habilidades clave se han perdido y necesitan reconstruirse, así como detectar señales de advertencia sobre posibles casos de deserción escolar. Los maestros también necesitarán apoyo en términos de desarrollo profesional para lograr que la recuperación escolar sea efectiva. A medida que los sistemas escolares se restablezcan, el enfoque debe volver a garantizar que todos los niños de los primeros grados sean competentes, el fundamento para todo aprendizaje posterior. Unas 400 horas de instrucción de alta calidad, correctamente secuenciadas e impartidas con la pedagogía adecuada, pueden ser suficientes para ayudar a maximizar el número de estudiantes que se conviertan en lectores independientes al final del tercer grado. Para esto, los maestros necesitarán apoyo con el fin de lograr el dominio de sus habilidades para ofrecer una enseñanza de alta calidad a los primeros grados.
- Principio 3: Apoyar a los maestros a nivel tecnológico para garantizar la efectividad docente. Los países y sistemas escolares que han capeado el COVID-19 de manera más exitosa también han garantizado a sus maestros el acceso a la tecnología. Cuando las escuelas cerraron en la República del Kirguistán, por ejemplo, se repartió a los maestros tarjetas SIM gratuitas para que pudieran acceder a material educativo en línea y WhatsApp. Pero no se trata solo de proveer tecnología; los maestros también deben saber cómo usar la tecnología de manera efectiva. En Líbano, el ministerio ha estado capacitando a los maestros para grabar y colgar documentos, y para dar clases virtuales de manera efectiva. No todos los maestros abordarán la tecnología de la misma manera. Ellos necesitarán el apoyo de diversas estrategias. A medida que las escuelas se restablezcan, la tecnología deberá integrarse a los procesos de enseñanza-aprendizaje, así como a las necesidades de rutina, como los sistemas de recursos humanos.
En todas estas tareas será clave un liderazgo escolar sólido. La fase posterior al COVID-19 ofrecerá muchas oportunidades para “reconstruir mejor”, es decir, mejorar la calidad y equidad de los sistemas escolares. Los países necesitarán destinar el financiamiento necesario para lograr estos objetivos –y necesitarán superar las brechas digitales– si quieren una generación de jóvenes floreciente.
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