“Asegurar que todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y educación preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria.” Este es uno de los muchos objetivos importantes establecidos por la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas el 27 de septiembre del 2015. ¿Qué tan difícil resultará alcanzar este objetivo para el año 2030?
La respuesta a esta pregunta requiere el análisis desglosado del objetivo, ya que este abarca, principalmente, dos temas diferentes: acceso y calidad. La publicación insignia del BID de 2015, “Los primeros años”, es un recurso oportuno para orientar la discusión y la naturaleza de este desafío, no sólo para los países de América Latina y el Caribe, sino también para otras partes del mundo en desarrollo.
La cuestión del acceso es la más fácil de abordar, ya que todo se reduce a números. ¿Hasta dónde han llegado América Latina y el Caribe para proveer el acceso a tres importantes servicios, educación preescolar, jardines de cuidado infantil y programas de apoyo parental? Los números son alentadores. La proporción de niños de 5 años de edad que están participan de la educación preescolar se ha disparado en la última década haciendo que el acceso universal a este nivel educativo para el año 2030 sea una meta alcanzable. La matrícula de preescolar para niños de entre 3 y 4 años también está en aumento. Para los padres que trabajan fuera del hogar, el acceso a una atención de calidad para sus hijos es particularmente importante. El porcentaje de niños que asisten a jardines de cuidado infantil (en su mayoría públicos) ha incrementado de manera notable en la última década, por un factor de dos en Brasil y Chile, y por un factor de seis en Ecuador. Por último, los programas de apoyo parental que fomentan actividades de estimulación cognitiva para la crianza de los hijos y que operan a través de visitas domiciliarias llegan sólo a un puñado de niños, pero existen nuevas iniciativas que están comenzando a crecer en la región.
¿Qué pasa con la calidad de los servicios prestados? Se necesita mucho progreso en este área. La calidad en el preescolar y en el jardín de cuidado infantil es generalmente muy deficiente y, en muchos casos, plantea serias dudas sobre si los niños de hecho se benefician al asistir a estas instituciones. En general, en comparación con los países desarrollados, y en comparación con los gastos realizados más tarde en el ciclo de vida, los países de América Latina y el Caribe gastan muy poco en los primeros años. En la región, por cada dólar invertido en un niño menor de 5 años, se gastan más de tres dólares en uno de entre 6 y 11.
A primera vista, estas cifras indicarían que los países de la región sencillamente deben subir el gasto para los más pequeños. Hasta cierto punto, esto es verdad: los gobiernos gastan muy poco en la primera infancia. Sin embargo, el aumento del gasto no contribuirá mucho a solucionar el problema del desarrollo deficiente en la primera infancia si los recursos no se invierten bien. Concretamente, lo fundamental es la calidad de los servicios destinados a los más pequeños (programas dirigidos a los padres, jardines de cuidado infantil, escolarización temprana).
¿Qué es la calidad? En el hogar, en las guarderías y en los primeros años de escuela, la calidad se refiere en gran medida a las interacciones de los niños con quienes los rodean. Las interacciones que los pequeños tienen con sus pares y con los adultos modelan el cerebro de los niños de maneras que tendrán consecuencias para toda la vida. Cuando los adultos se muestran sensibles y receptivos a las señales y necesidades de los pequeños, éstos comienzan a desarrollarse. Cuando los adultos tratan a los niños con dureza (como muchos en América Latina y el Caribe lo hacen), están obstaculizando el desarrollo del niño.
Dado que mejorar la calidad significa sobre todo transformar la naturaleza de las interacciones de los niños con sus padres, cuidadores y maestros, el gasto en infraestructura física por sí solo no es una solución. Los programas de apoyo parental no requieren infraestructura, pero sí dependen de visitadores domiciliarios bien capacitados y rigurosamente supervisados que puedan establecer una relación de confianza con las familias y cumplir un determinado programa con alto grado de fidelidad. Construir edificios para que operen los servicios de cuidado infantil de óptima calidad nada aporta al desarrollo de los más pequeños si estos no participan de forma activa, y no se les motiva y estimula.
Volviendo a la pregunta original: ¿Qué tan difícil es garantizar el acceso a un desarrollo de la primera infancia de calidad? Extender el acceso es fácil, pero mejorar la calidad no lo es. Esto último entraña un trabajo arduo, mucho más difícil que construir caminos o puentes, y mucho menos popular que inaugurar nuevos jardines. Implica avanzar lentamente en la ampliación de cobertura de los servicios, sobre todo porque en numerosos países de la región el acceso a los jardines de cuidado infantil y a la educación preescolar ya ha aumentado de manera contundente durante la última década. Mejorar la calidad definitivamente requiere de más recursos, pero lo que más escasea es personal (visitadores domiciliarios, profesionales para las guarderías, maestros, tutores y supervisores) capaz de asegurar que los servicios que se prestan realmente beneficien a los niños. Al final, mejorar la calidad de los servicios que se brindan a los pequeños demandará tiempo, pero es un esfuerzo en el cual los países no pueden escatimar, tanto por razones de igualdad como de productividad.
Lea más sobre la reciente investigación del BID sobre el desarrollo de la primera infancia en Los primeros años: el bienestar infantil y el papel de las políticas públicas.
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