Todas las sociedades deben brindar a todos la oportunidad de acceder a una educación de calidad. Y muchas lo hacen. Hay varios países donde, sin importar dónde nace el niño o quiénes son sus padres, todos reciben buena educación. Y aunque los métodos y la manera de organizar el sistema educativo varían entre países, en sistemas como el de Singapur, Canadá, Rusia, Finlandia, Japón, Irlanda o Nueva Zelandia, todas (o casi todas las personas) tienen la oportunidad de educarse decentemente. Aún así, estos sistemas intentan mejorar permanentemente.
¿Por qué vivimos, entonces, una crisis mundial de aprendizajes que se evidencia en el hecho de que el 53 % de los niños de 10 años en los países de ingreso bajo y mediano no pueden leer y entender un texto simple? (lo que definimos como Pobreza de Aprendizajes). Esta es una cifra extremadamente alta. ¿Por qué sucede esto si es posible económica y técnicamente educar a todos los niños? En realidad, la mayoría de los chicos de estos países asisten a la escuela, pero no aprenden. ¿Qué hace falta para que esas sociedades internalicen la necesidad de hacer su tarea y se organicen para brindar una educación decente a todos? Algunas están haciéndolo, pero avanzan lentamente. Otras ni siquiera están en camino. Los últimos resultados del Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (PISA), que mide el aprendizaje en los primeros años de la educación secundaria, muestran que en la mayoría de los países de ingreso mediano que participan, el desempeño en términos de aprendizajes se ha estancado, y solo hay unos pocos que han mejorado .
Difícil responder a esa pregunta. Es como cuando nos preguntamos ¿por qué algunos países son ricos, y otros pobres? Pero para complicar aún más las cosas, muchos países de ingreso bajo y medio han demostrado en algunos casos que tienen la capacidad de mejorar la prestación de servicios o de regular los mercados. Por ejemplo, las regulaciones de las telecomunicaciones y de la energía han mejorado. La estabilidad macroeconómica es ahora un rasgo característico de muchos países. Las vacunas se han distribuido eficazmente, y las enfermedades como el polio y el sarampión están cerca de ser erradicadas.
Pero en muchos de estos países de ingreso bajo y medio, la calidad del servicio educativo es baja y desigual. La élite recibe una buena educación, pero el resto no. El lugar donde se nace y quiénes son los padres determinan la calidad del servicio educativo que una persona recibe. El contrato social claramente no funciona para todos.
Lo más probable es que en esos países el complejo macro financiero, la élite empresarial, y la clase política no internalizan que proporcionar un servicio educativo decente a todos es una condición previa ineludible para tener economías y sociedades viables. Quizás porque las élites empresariales y políticas han resuelto sus propios problemas educativos y envían a sus hijos a una escuela privada. Quizás porque las instituciones del Estado todavía son débiles. Quizás porque existe la idea entre los círculos políticos de que el problema es supremamente complejo y es imposible abordarlo desde un punto de vista financiero y organizacional. O tal vez porque una educación de baja calidad es una crisis silenciosa. La vida de un niño se desperdicia dramáticamente si se la expone a un mal maestro en una mala escuela. Pero es un proceso silencioso y lento: no hay drama. Una vida desperdiciada lentamente.
¿Cómo se pueden cambiar las cosas?
Un punto clave es que debe haber una alineación política en torno a la reforma de la educación para que los esfuerzos siempre estén enfocados única y exclusivamente en el aprendizaje de los estudiantes. Un sistema que se centra en asegurar que todos los niños estén en la escuela y en su aprendizaje suena obvio, pero no lo es en absoluto. El poder ejecutivo, la opinión pública, los sindicatos, los medios de comunicación, los docentes, el sector empresarial, los parlamentos, las autoridades locales y los padres deben unificarse en torno al objetivo común de una reforma de la educación que promueva el aprendizaje de los estudiantes, algo que todavía no sucede en muchos países. En el Informe sobre el desarrollo mundial 2018: Aprender a hacer realidad la promesa de la educación, se discute como a veces, otros intereses además del aprendizaje influyen en el comportamiento de diferentes actores. Por ejemplo, algunos políticos están interesados en beneficiar a grupos específicos. Si se deben pagar favores políticos, es más fácil pagarlos nombrando gente para trabajar como maestros o directores o en cargos burocráticos locales (es más complicado usar puestos de médicos para pagar favores políticos). La educación se puede usar más fácilmente como botín político. Los sindicatos podrían buscar objetivos políticos específicos. Algunos burócratas podrían tratar de proteger su base de poder o sus empleos. Algunos maestros podrían estar obsesionados con su seguridad laboral, y preocupados por mecanismos de evaluación o por los mecanismos de pago por desempeño (que en algunos países se limitan a al menos asegurar la asistencia). Algunos proveedores de servicios, en su afán por lucrar, podrían impulsar soluciones que no promuevan el bienestar de los estudiantes, o estar interesados en proporcionar un servicio bien promocionado, pero de baja calidad. Los proveedores de libros de texto, las universidades de baja calidad y los servicios de tutoría privada que apoyan el aprendizaje memorístico y, por ende, prefieren un sistema de evaluación que valora la memorización (Egipto en las últimas décadas sería un caso típico) podrían estar interesados en mantener el status quo, incluso si eso implica que los niños no aprendan. Y en el proceso presupuestario, la educación podría considerarse como un gasto y no como una inversión.
¿Qué se necesita?
En primer lugar, datos. Una manera de centrar la atención en el aprendizaje es saber si este se produce o no. De ahí la importancia de medir el aprendizaje. La Pobreza de Aprendizajes llega hoy al 53 %. Esa es una cifra extremadamente alta y trágica. Pero esconde dos cosas positivas. Primero, que hoy hay más niños en la escuela, lo cual es un buen comienzo. Segundo, el hecho de que podamos conocer esa cifra es en sí un logro. Muchos países cuentan con datos dispersos y de baja calidad, pero muchos otros tienen ahora buenos datos sobre aprendizajes, suficientes para saber cuál es la situación a nivel mundial. Eso no hubiera sido posible hace 15 años.
En segundo lugar, al extrapolar tendencias anteriores, podemos prever que la pobreza de aprendizajes disminuirá de 53 % a 43 % para 2030, muy lejos de lo establecido por el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) que exige una educación primaria y secundaria de calidad y gratuita para todos. Por eso, es necesario acelerar y con objetivos claros. El Banco Mundial ha propuesto una meta de reducir la pobreza de aprendizajes al menos a la mitad en los países de ingreso bajo y mediano para el 2030. Es una meta ambiciosa, ya que para ello se requiere duplicar o triplicar la tasa de mejora observada en los últimos 20 años. No obstante, es solo una meta intermedia, dado que todos los países deberían esforzarse por llevar la Pobreza de Aprendizajes a cero, y todos los niños deberían poder leer a los 10 años (lo que sucederá si hay un sistema de educación primaria de razonable calidad). Y aunque solo es uno de los muchos resultados educativos que nos interesan, es fundamental que nos centremos en un resultado que pueda motivar esfuerzos sociales a escala.
En tercer lugar, para mejorar los aprendizajes, la alineación política es esencial. Y debe forjarse en torno a una estrategia política y de política pública viable. Lo más probable es que muchos países necesiten objetivos tanto a corto como a largo plazo. Este enfoque doble es necesario porque los Gobiernos tienen que ser diligentes para implementar las reformas complejas destinadas a mejorar la prestación de servicios de manera sostenible (como una reforma en cómo se reclutan y promueven maestros, algo q toma unos años). Son cambios sistémicos necesarios que pueden demandar diseño y aprobación de leyes, implementación y aprendizaje continuo para que esas reformas sean permanentes.
Pero al mismo tiempo, deben mejorar los resultados de aprendizaje para los que asisten a la escuela hoy (un niño que ya tiene 8 años no puede esperar los largos y prolongados cambios de políticas). Hoy se brinda un servicio y hoy hay niños que asisten a clases (y los que no, deberían hacerlo). Y ese servicio tiene que mejorar con urgencia.
Las intervenciones destinadas a mejorar la experiencia de los estudiantes que están en el aula hoy son fundamentales. Las intervenciones para fomentar mejoras a corto plazo incluyen guías para docentes, planes de estudio simplificados, orientación a los docentes, garantía de que todos los niños tengan un libro de texto, mejoras en la gestión de recursos humanos de la docencia, empoderamiento de los directores y maestros y enseñanza en el idioma materno. Todas estas intervenciones podrían tener impacto en unos pocos años.
Las reformas sistémicas necesarias para mejoras sostenidas incluyen medidas que pueden llevar más tiempo, pero que deben implementarse con el mismo vigor como, por ejemplo, asegurar que la profesión de un maestro sea valorada socialmente, reformar el sistema de capacitación previa al ejercicio de la docencia, mejorar la calidad de la burocracia, o reformar la base impositiva para aumentar la recaudación de impuestos a fin de tener los recursos necesarios para contar con los insumos mínimos en todas las escuelas. El cambio sostenido demandará una profunda reforma estructural.
Y las reformas sostenibles requieren compromiso político. La crisis del aprendizaje es una crisis silenciosa. Para resolverla se necesita atención y persistencia. Requiere que todos los actores involucrados en la educación definan sus acciones en torno al aprendizaje de los estudiantes. Eso exige, por ejemplo, que toda la selección de maestros y rectores se base en mérito y se enfoque en lo que es mejor para el estudiante, en vez de en criterios políticos. Que los sindicatos se preocupen tanto por el proceso de aprendizaje como por la situación laboral de los docentes. Que todas las escuelas, públicas o privadas, operen con el objetivo permanente de ser un lugar seguro y alegre para el aprendizaje.
Dicho en pocas palabras, implica que todos los involucrados hagan su tarea: garantizar que los estudiantes aprendan y disfruten el proceso de aprendizaje.
Únase a la conversación