Proteger la financiación de la educación del choque triple en el financiamiento causado por el COVID-19

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Hombre con mascarilla en mercado. Hombre con mascarilla en mercado.

Es muy probable que los ministros de educación no hayan tenido tiempo ni para abrir el periódico en las últimas semanas. No solo estarán haciendo malabares para organizar el aprendizaje durante el cierre de escuelas sino que, además, parecería que el financiamiento necesario para lograrlo estuviera en peligro. En muchos países, los reportes de los medios de comunicación sugieren que se han reducido los presupuestos de educación en favor de gastos de emergencia correspondientes a las respuestas ante el coronavirus (COVID-19).

Si bien los efectos ocasionados por la pandemia en los presupuestos del gobierno para la educación son importantes, no son la única preocupación en términos de financiamiento que enfrentan los ministros. Los sistemas educativos están lidiando con un choque triple en el financiamiento, por lo cual se espera que el COVID-19 ejercerá una fuerte presión sobre el financiamiento para hogares y de donantes, que no hará sino agravar los efectos sobre el financiamiento del gobierno.

En una nota recientemente publicada, analizamos el panorama del financiamiento para los próximos dos años y examinamos las opciones que tienen los países para financiar la educación mientras afrontan los choques de salud y económico del COVID-19.

Si bien el panorama es incierto, los pronósticos muestran que es probable que el gasto público en educación sufra como consecuencia de la pandemia. Utilizando proyecciones de crecimiento económico y gasto público del FIM, hemos examinado el impacto potencial sobre los presupuestos de educación. Nos hemos enfocado en el gasto proyectado por niño en edad escolar, lo que brinda una imagen más útil que el gasto total para saber cómo podrían afectar los cambios en el acceso a la educación y la calidad de la misma. Nuestro escenario más optimista muestra que la pandemia podría reducir los incrementos en el gasto en educación que se habían planificado para el 2020 versus proyecciones anteriores a la crisis. Sin embargo, nuestros pronósticos más pesimistas muestran que el gasto en educación per-cápita podría descender significativamente en todas las regiones; y los mayores descensos se producirían en los países de ingreso medio.

Si bien la predicción apunta a que el crecimiento económico se recuperará en el año 2021, es probable que el gasto en educación se estanque en la mayoría de países y, de hecho, caiga en algunos, a medida que los gobiernos intentan contener los déficits presupuestarios generados por el COVID-19.
El segundo choque al financiamiento de la educación provendrá de los propios gastos de las familias. Los padres en países de ingresos bajos y medios lucharán por mantener los considerables recursos que dedicaban para la educación de sus hijos. Los medios de subsistencia de muchas familias ya se han visto afectados por la pandemia y lo más probable es que esto se mantengan en el futuro. La OIT prevé que las horas de trabajo descenderán en 7% en el 2020, lo que equivale a la pérdida de, por lo menos, 195 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Se prevé que la pandemia llevará a 40-60 millones más de niños a la pobreza extrema. Sabemos, por crisis pasadas, que es muy probable que las repercusiones negativas en los ingresos conduzcan a que muchos niños abandonen la escuela o no regresen una vez que estas reabran sus puertas. En la crisis financiera asiática de 1997-98, el gasto en educación en los hogares de Indonesia se redujo hasta en 17% en zonas rurales; asimismo, los índices de participación disminuyeron particularmente en el caso de los niños más pobres.

Es probable que el tercer choque provenga del financiamiento externo a la educación. La asistencia al desarrollo para el sector observó recientemente una recuperación de los niveles registrados antes de la crisis financiera de 2008-09. Se espera que el COVID-19 golpee con fuerza a las economías de los principales donantes bilaterales, con lo cual les será bastante difícil mantener sus niveles generales de asistencia. Esto impactará principalmente a los países de ingresos bajos, donde la asistencia para el desarrollo conforma cerca del 12% del financiamiento total para la educación. 

Si bien los pronósticos siguen siendo fluidos, el deterioro cada vez mayor de las perspectivas recalca la urgencia de elaborar una respuesta efectiva ante la epidemia que proteja la educación y no empeore la crisis de aprendizaje global que precedió al COVID-19. Se necesitarán recursos para garantizar que los sistemas estén preparados y que el aprendizaje pueda continuar durante el cierre de escuelas, así como para acelerar el progreso una vez que las escuelas puedan reabrir sus puertas de manera segura.

¿Cómo harán los países para lograrlo? Dependerá en parte del impacto fiscal de la pandemia. En el caso de los países que cuentan con un margen fiscal suficiente, la respuesta en temas de educación ante la pandemia puede ser el financiamiento mediante gasto adicional. Para aquellos con un margen fiscal limitado, el financiamiento deberá provenir de presupuestos existentes y mediante un mejor uso de los recursos con los que se cuenta. 

Los donantes deben proteger la asistencia a la educación y adelantar sus compromisos existentes con el fin de ayudar a financiar la respuesta ante el COVID-19. Si bien son muchos los países que se enfrentarán a decisiones difíciles, es crítico priorizar los servicios educativos de primera línea, de manera que se protejan los niveles actuales de acceso y estándares de calidad.

La crisis también enfatiza la necesidad de mejorar la cobertura y calidad de la información sobre financiamiento de la educación, con el fin de ser más capaces de monitorear los planes de gasto y evaluar si los recursos se están usando de manera efectiva. Al día de hoy, no contamos con ninguna información acerca del gasto en educación en el 2019, y para el 2018 solo tenemos información de 56 países.  Si bien en muchos países existe información sobre los presupuestos de educación, esta no se encuentra disponible para el público o no se presenta de manera significativa.

La protección del financiamiento de la educación debería ser parte de una respuesta efectiva ante la pandemia, de manera que los países enfrenten únicamente un retroceso temporal de su avance hacia la provisión de oportunidades de educación buenas y de calidad para todos. Los países entraron a esta crisis gastando cantidades inmensamente distintas en educación. En promedio, los países de altos ingresos gastaban 43 veces más en la educación de sus niños en primaria que los países de bajos ingresos. Y si bien los países en desarrollo han invertido mucho más en sus sistemas educativos en los últimos 15 años, esto no es suficiente para estrechar las brechas en calidad y nivel educativo.

La cuarentena ha dejado claro que el aprendizaje a distancia es parte del futuro, y que requerirá de mejoras masivas en temas de conectividad, tecnología educativa y capacidades digitales de maestros, así como muchas otras inversiones relacionadas. Para garantizar que los sistemas se encuentren mejor preparados para continuar con el aprendizaje durante el cierre de escuelas y que puedan acelerar el aprendizaje durante la nueva normalidad, se requerirá de niveles aún mayores de inversión. Debido a que son los niños de hoy quienes pagarán las deudas en las que se incurra para responder ante la crisis del COVID-19, lo justo y sensible sería que todos los países encuentren la forma de proteger el aprendizaje y su financiamiento de la educación.


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