Una niña de 6to grado está sentada en una cómoda silla frente a su computador participando en una clase a través de Zoom. Sus 15 compañeros de aula están todos conectados. Dado el confinamiento inducido por la pandemia, sus padres están en su mayoría trabajando remotamente, y supervisando lo que están haciendo con su profesor. Ella acaba de recibir una nueva tablet, que le permite tener también un libro digital abierto en otra pantalla y está utilizando además los nuevos audífonos que le acaban de comprar. Ella es tímida, y se siente cómoda haciendo preguntas a través del chat. Esta forma de interactuar encaja con su personalidad, y está disfrutando de la clase. A veces, demasiadas horas en Zoom se hacen pesadas y a pesar que trata de prestar atención termina desconectándose mentalmente.
A unos pocos kilómetros, un niño se turna con sus cuatro hermanos para ver una hora de programación de TV para 6to grado en los canales educativos de televisión pública recientemente lanzados. Su maestro le envía tareas por WhatsApp, pero sólo las puede ver por la noche en el teléfono inteligente de su madre. Ella está fuera la mayor parte del tiempo trabajando y debe llevarse el teléfono. Su profesor vino a su casa hace unas semanas y le dio un libro de texto y un libro de ejercicios nuevos. Eso fue genial, ya que no hay otro material de lectura en casa. Hace muchos meses que no ve a la mayoría de sus compañeros. Su maestro tampoco no ha sido capaz de ponerse en contacto con varios de sus compañeros de clase durante mucho tiempo. Le preocupa que será de ellos. Estas experiencias dramáticamente distintas - y muchos tonos de gris en el medio, se observan en países tan diversos como Indonesia, Kenia o Colombia. Algunos sistemas educativos y familias pudieron hacer frente a la nueva situación generada por el cierre de escuelas, pero no la mayoría. Lo vivido el 2020 ha sido una experiencia que marcará a niños y jóvenes por toda la vida. Y la -distinta- experiencia educativa que vivieron, durante muchos meses, tendrá un impacto en sus habilidades, productividad y perspectivas económicos toda la vida.
Esta pandemia ha generado un sufrimiento de una escala impensable. Es la peor crisis económica, sanitaria y social de los últimos 100 años. Pero este sufrimiento ha sido tremendamente desigual. Quizás no debería sorprender dado el creciente nivel de desigualdad que ya estábamos presenciando. Este es un sufrimiento desigual que invade muchos aspectos de la vida humana. Por ejemplo, la probabilidad de no recibir un tratamiento adecuado y por ende, de morir, es mayor para los pobres. Los trabajadores con menores calificaciones tienen más probabilidades de estar desempleados y menores opciones de teletrabajo. Las opciones de trabajo han disminuido proporcionalmente más para las mujeres.
Y las oportunidades educativas también han sido afectadas, y de una manera dramáticamente desigual. La mayoría de países han hecho esfuerzos heroicos para implementar estrategias de aprendizaje a distancia. Pero la calidad y la eficacia de estas estrategias han sido bajas y muy heteregéneas entre y al interior de los países. Una encuesta de las respuestas gubernamentales al COVID-19 realizada por UNICEF, UNESCO y el Banco Mundial muestra que sólo en la mitad de países existe un monitoreo cercano del uso del aprendizaje remoto. Y en esos casos, menos de la mitad de la población estudiantil ha hecho uso efectivo del aprendizaje a distancia.
Esta generación, que está -o debería de haber estado- en la escuela durante el 2020 podría perder al menos, US $ 10 trillones en ingresos futuros. A menos que hagamos algo, esta generación estará peor que la generación previa y la futura. El potencial de pérdida económica está vinculada a las posibles pérdidas en el aprendizaje (y por lo tanto en productividad futura): en el Banco Mundial habíamos evaluado que antes de la pandemia, en los países de ingresos bajos y medios la Pobreza de Aprendizajes (la proporción de niños de 10 años que no podía leer y entender un texto simple) era ya de un 53%, cifra muy alta. Con el cierre masivo de escuelas, esta cifra podría aumentar al 63%. Es decir, 72 millones de niños más serán “pobres de aprendizaje”. La lectura no lo es todo, pero es una condición previa para logra muchas de las otras competencias críticas. Y la capacidad de un sistema para asegurar que sus estudiantes lean y entiendan lo que leen es un buen indicador de su calidad en general.
Además del menor aprendizaje en la educación básica, otros mecanismos están operando. Se esperan grandes aumentos en las tasas de deserción tanto en la educación secundaria como en la educación superior y lo más probable es que el número total de años de escolaridad de esta generación sea menor. Los niños entre 5 a 7 años de edad en 2020 y que debían de recibir educación inicial, han perdido por completo esa oportunidad, ya que ninguna forma de aprendizaje a distancia ha sido posible para ellos. ¿Recuerdan todos los argumentos acerca de la educación infantil temprana como una de las inversiones con los mayores retornos privados y sociales? Bueno, todos esos retornos desaparecieron. Esos niños no van a poder recuperar este valioso año.
Ya vivíamos una crisis educativa. Una crisis silenciosa y lenta que le negaba un futuro a muchos estudiantes. La pandemia está agravando aún más esta crisis.
Además, algunas investigaciones ya permiten avizorar que los impactos negativos en el aprendizaje son muy desiguales. Existe ya alguna evidencia en países ricos, en donde a pesar de su mayor avance tecnológico, hay evidencia de pérdidas de aprendizaje y mayor desigualdad. En los Países Bajos, se ha encontrado una disminución en el rendimiento de los estudiantes equivalente a una quinta parte de un año escolar (aproximadamente el tiempo real fuera de la escuela debido a la pandemia) y una creciente desigualdad, probablemente debido a los niños de familias más acomodadas reciben más apoyo de sus padres y tienen mejores entornos de aprendizaje. En los EE.UU. en el otoño del 2020 las tasa de matrícula universitaria entre estudiantes de bajos ingresos egresados de secundaria, cayó en 29%, casi el doble que para los estudiantes de escuelas secundarias de ingresos más altos .
En países de ingresos bajos y medios , sólo tenemos algunos datos de uso de diferentes formas de aprendizaje remoto. En África Sub-Sahariana, el 45% de los niños no tenían exposición alguna a ningún tipo de aprendizaje a distancia. De los que lo recibieron, fue principalmente radio, televisión o material impreso. En África Sub-Sahariana en general, como máximo el 10% de los niños recibió material a través de Internet. En América Latina, la situación es mejor, el 90% de los niños recibió algún aprendizaje a distancia; pero menos de la mitad fue a través de internet. El resto, fue radio y TV.
En muchos países de ingresos medios, una pequeña minoría, principalmente en las escuelas de élite, han tenido varias horas diarias de instrucción sincrónica; en el otro extremo de la escala de ingresos, muchos estudiantes tuvieron que conformarse con unas pocas horas de programación de radio o TV. En Chile, un país mejor preparado que la mayoría de los países latinoamericanos, se estima que el quintil más pobre podría perder el 88% del aprendizaje esperado para este año, mientras que el quintil más rico “sólo” el 64%. Hay que tener en cuenta que en el hemisferio sur, los cierres de escuelas comenzaron pocas semanas después de la pandemia y coincidieron con el inicio del año escolar (abril o mayo). A diferencia del hemisferio norte, no hubo vacaciones de verano entre mayo y agosto para tratar de planificar qué hacer. El cierre de la escuelas golpeó en el momento preciso para impactar el año escolar casi en su totalidad. El país latinoamericano promedio ha perdido 160 días efectivos de clase presencial. En India, algunas escuelas secundarias han abierto, pero la mayor parte de los 320 millones de alumnos están fuera de las aulas desde marzo. Para muchos niños en el mundo la instrucción presencial desapareció por completo.
Este año horrendo, sin embargo, permite ver algunas semillas de un cambio prometedor. Ha mostrado que la innovación y la adopción de tecnologías es posible. Los bloqueos mentales pueden levantarse, y rápidamente. A partir de abril, millones de niños comenzaron a comunicarse con sus maestros y se les revisó la tarea a través de Whatsapp u otras redes sociales. No es la panacea, y no todos tenían acceso a un teléfono inteligente, pero esto permitió que muchos niños mantuvieran una conexión con el sistema educativo. En muchos sistemas, millones de maestros han comenzado a aprender el uso de las redes social y herramientas tecnológicas a un ritmo sin precedentes, obligados por la urgencia de las circunstancias.
Y hay otros aspectos en los cuales hay un cambio de mentalidad. La educación -como si hubiera alguna duda, es principalmente una experiencia social. Los padres tienen ahora una mejor comprensión acerca de lo mucho que pueden hacer para apoyar el proceso educativo de sus hijos, y al mismo tiempo sobre la influencia inmensa que un maestro puede tener en la vida de los niños y sobre la complejidad del trabajo de un maestro.
A corto plazo, esto muestra la urgencia de una gestión escolar inteligente y creativa que permitan aumentar la interacción presencial entre profesores y estudiantes en los próximos meses, probando al menos experiencias híbridas. Autoridades, maestros, y padres de familia tienen que cooperar y alcanzar un equilibrio que minimice tanto los impactos negativos en la salud como los impactos negativos en educación. En el mediano plazo, muestra la importancia crucial de hacer de la docencia una carrera valorada socialmente. Un buen maestro es el más factor más importante para garantizar de la calidad y la evidencia muestra que puede hacer una enorme diferencia en la vida de los estudiantes. Esta pandemia ha demostrado que muchos maestros excelentes han encontrado maneras creativas de mantener el vínculo con sus alumnos. Sin embargo, en muchos países, todavía vemos maestros seleccionados con criterios no meritocráticos y vemos que consideraciones políticas definen la selección, promoción y asignación de maestros. Los países que no corrijan esto están destinados al fracaso. Pero eso está cambiando. En Edo, un estado en Nigeria, en los estados de Ceará y Sao Paulo en Brasil, en Perú y en Turquía, por ejemplo, el cambio hacia una carrera meritocrática está siendo consolidado. Más países están invirtiendo en entrenamiento docente focalizado en la práctica en las escuelas, proveyendo retroalimentacion y acompañamiento a los maestros para que mejoren permanentemente su desempeño en la clase y en herramientas para un mejor aprendizaje en el aula.
De cara al futuro, mientras se reanudan las clases, posiblemente con horarios y programas de estudio simplificados, los sistemas educativos tienen que adaptarse a las necesidades del estudiante. Esto requiere que los maestros tengan las herramientas y el apoyo para proporcionar una experiencia mas personalizada que asegure que todos los niños en el aula aprendan. Ese es un elemento fundamental para que los sistemas sean más equitativos. La tecnología puede tener un rol poderoso para proporcionar estas herramientas y complementar el trabajo del maestro. Y aquí hay otra lección fundamental sobre la que algunos países ya están actuando: la pandemia ha demostrado que la brecha digital debe cerrarse aceleradamente. Y la tecnología será fundamental para construir sistemas más resilientes, que permitan una experiencia educativa continua entre el hogar y en la escuela.
Todo esto requerirá recursos. Cerrar la brecha digital no es barato, tener el número necesario de maestros e invertir en su carrera profesional también requerirá recursos. La compleja gestión del sistema escolar, cuya capacidades se están poniendo a prueba al límite, requiere recursos. Es un reto tanto para Ministerios de Educación y Ministerios de Finanzas definir la senda de inversión que se necesita en los próximos años para ofrecer un servicio mínimamente decente para todos sus niños y jóvenes. Para todos. Y esta trayectoria de inversión requiere financiamiento, en la mayor de casos esto requiere una mayor movilización de recursos internos, principalmente impuestos. No hay magia. Un renovado contrato social y un compromiso político para invertir lo necesario para asegurar una buena educación para todos es ineludible.
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