Publicado en Investing in Health

Poner en riesgo su salud

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En todo el mundo, las personas participan en conductas de riesgo para su salud, como fumar, usar drogas ilegales, abusar del alcohol, comer alimentos poco saludables  o adoptar estilos de vida sedentaria, y tener relaciones sexuales  sin protección. Como consecuencia, ponen en peligro su salud, reducen su expectativa de vida y con frecuencia afectan a los demás.

En un nuevo libro del Banco Mundial, Poner en riesgo su salud: Causas, consecuencias e intervenciones para prevenir las conductas riesgosas (Risking Your Health: Causes, Consequence and Interventions to Prevent Risky Behaviors), reagrupamos estos cinco comportamientos –drogas, tabaco, alcohol, dieta poco saludable y relaciones sexuales peligrosas– y los investigamos bajo un prisma común, describiendo las tendencias globales que prevalecen y analizando los factores determinantes y los efectos. La publicación revisa evidencia empírica para examinar qué funciona y qué no para prevenir esas conductas. La legislación y los impuestos, por ejemplo, suelen ser eficaces, especialmente cuando se los combina con fuertes  mecanismos de cumplimiento. Las transferencias monetarias también han demostrado potencial en ciertos contextos. Las campañas destinadas al cambio de conducta, tales como la educación sexual basada en las escuelas y las leyes de etiquetado de calorías para los alimentos, a menudo no son tan eficaces por sí mismas.

A pesar de los avances recientes en prevención y tratamiento, la epidemia de VIH/sida —una de las consecuencias más devastadoras del sexo inseguro— se mantiene como una  pesada carga en África al sur del Sahara, sobre todo en el Cono Sur, donde entre el 11% y el 26% de los adultos son portadores del VIH. El abuso de drogas y alcohol se ha mantenido relativamente estable durante la última década, pero el tabaquismo y la obesidad relacionada con dietas nocivas para la salud y la inactividad física están aumentando en muchos países en desarrollo y podrían incrementar sustancialmente la mortalidad y la morbilidad.

Cerca del 20% de la población mundial adulta fuma cigarrillos. A nivel global, el tabaquismo causa más del 15% de las muertes prematuras entre los hombres y el 7% entre las mujeres. Si bien la prevalencia de este hábito está disminuyendo en el mundo desarrollado, está aumentando en muchos países en desarrollo. La obesidad también está subiendo en estas últimas naciones, especialmente en Oriente Medio, América Latina y el Caribe, y las islas del Pacífico, donde se registran tasas que superan el 20% entre los hombres y el 40% en el caso de las mujeres.

Al involucrarse en estos comportamientos de riesgo, los individuos están intercambiando su bienestar a largo plazo por la satisfacción inmediata. De hecho, un rasgo común de estas conductas es la desconexión entre el placer o la satisfacción que proporcionan y las consecuencias que conllevan. Si fumar provocara la muerte rápidamente, pocos encenderían un cigarrillo. Pero hay en general un largo desfase entre el disfrute del “placer culpable” y los efectos negativos para la salud. Además, estos comportamientos de salud son considerados “de riesgo” porque no siempre hay certeza de sus resultados. No todos los fumadores mueren de cáncer de pulmón, no todos los bebedores excesivos sufren de cirrosis hepática, y no todos los que tienen numerosas parejas sexuales sin usar condón se contagian con el VIH.

Al contrario de otras dolencias, las enfermedades causadas por estos hábitos peligrosos son, en definitiva, el resultado de decisiones tomadas por los individuos, incluso si esas opciones tienen motivaciones complejas. Las personas determinan encender un cigarrillo, consumir drogas y bebidas alcohólicas, comer comida chatarra o tener sexo sin protección.

Pero aunque sean los resultados de decisiones individuales, los comportamientos de riesgo rara vez ocurren de manera aislada. La presión de los pares, las influencias de los padres, las redes y las normas sociales a menudo desempeñan papeles importantes en la elección de iniciar, continuar o abandonar esas conductas. Si bien pueden ser los primeros en sufrir las consecuencias de estos hábitos, los efectos rara vez se limitan solo a ellos. En ciertos casos, el vínculo es directo: el consumo de drogas y alcohol, el hábito de fumar, una mala dieta y el VIH en las embarazadas tiene impactos perjudiciales en los fetos; el tabaquismo pasivo es un serio peligro para la salud de otros, y el sexo inseguro y el uso compartido de agujas conduce a la propagación del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. En otros casos, el nexo es menos directo pero no necesariamente menos real: las consecuencias a largo plazo para la salud de muchas de estas conductas son costosas y podrían poner a prueba las finanzas de los hogares y agravar la pobreza. Finalmente, estos comportamientos de riesgo tienen consecuencias para la sociedad en general, puesto que a menudo desencadenan importantes gastos públicos en salud y llevan a una disminución de la productividad agregada a través de la mortalidad y la morbilidad.

Los costosos impactos que se acumulan para los individuos en los países en desarrollo, además de la presencia de grandes efectos indirectos negativos, sugieren que la intervención pública para prevenir o reducir la participación en estos comportamientos puede mejorar el bienestar general. ¿Cómo pueden las medidas públicas influir en las decisiones individuales de consumir drogas, tabaco o alcohol; comer comida chatarra, o participar en sexo inseguro?

La entrega de información sobre los peligros asociados con tales conductas es importante, pero rara vez es suficiente. La población ha sabido por años que el tabaco causa la muerte, pero muchos continúan fumando. Las personas conocen cómo se transmite el VIH y cómo prevenir infecciones, pero muchas prefieren no utilizar condones, aun cuando están disponibles en todas partes.

Los mecanismos económicos tales como los impuestos -por ejemplo al alcohol y tabaco-, que suben el precio del placer “culpable” tienen la ventaja de afectar directamente la disyuntiva entre satisfacción inmediata y bienestar a largo plazo. Los impuestos al tabaco o al alcohol han sido muy eficaces para disminuir el consumo, como lo ilustra el gráfico abajo sobre los tributos al cigarrillo en Estados Unidos. Con dichos impuestos todos ganan, puesto que disminuye la prevalencia de comportamientos de riesgo y aumentan los ingresos públicos.  Estos también son utilizados por muchos países en desarrollo y se debería fomentar más su aplicación y expansión.

GRÁFICO. Venta de cigarrillos y precio promedio por paquete* --- Estados Unidos, 1970 - 2008
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FUENTE: Chaloupka FJ. The economics of tobacco taxation. Chicago, IL: ImpacTEEN, University of Illinois at Chicago; 2009. Disponible en http://www.impacteen.org/generalarea_PDFs/Chaloupka_TobaccoTaxes_AK_041609.pdf. (i)
* Ajustado a dólares de febrero de 2009.
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Es difícil cambiar comportamientos autodestructivos privados, pero estamos gradualmente comprendiéndolos mejor y desarrollando mejores herramientas de políticas para abordar la amenaza cada vez mayor que representan para la sociedad.

ENLACES RELACIONADOS
Comunicado de Prensa: Las conductas de riesgo constituyen una amenaza creciente para la salud mundial


Autores

Damien de Walque

Lead Economist, Development Research Group, World Bank

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