Durante más de 60 días, los habitantes de Montevideo y sus alrededores enfrentaron una crisis excepcional a raíz de dificultades con el suministro de agua potable. En 2023, los uruguayos sufrieron la peor sequía desde 1947. El evento sin precedentes afectó a más del 80 % del país, provocando una reducción del 60 % en los rendimientos agrícolas, una escasez generalizada de agua al tiempo que las reservas de recursos hídricos registraban mínimos históricos, y así una mayor preocupación general por la seguridad hídrica y alimentaria.
En Panamá, el Canal de Panamá, una ruta clave para el comercio mundial, se vio afectado por una grave amenaza, ya que una intensa sequía provocó una drástica disminución del nivel del agua. Esto alteró la capacidad de navegación a través del canal y los ingresos económicos del país, exponiendo así la vulnerabilidad de este vital medio de transporte frente a los cambios en los patrones climáticos.
Estos son solo dos ejemplos que han captado la atención pública. En América Latina y el Caribe (ALC), si bien los recursos hídricos son abundantes, la región enfrenta desafíos complejos en materia de disponibilidad, calidad y distribución del agua. Sin embargo, 150 millones de personas en la región viven en zonas con escasez de agua, donde las sequías también son muy comunes.
En el Corredor Seco de América Central, las condiciones de sequía a menudo acentúan los problemas estructurales de inseguridad hídrica y alimentaria, dejando a las personas vulnerables con muy pocas alternativas más que migrar. En Colombia, Bolivia, Argentina, México, Brasil y otros países de la región, sequías frecuentes e incluso de varios años ponen en peligro las fuentes de agua que proporcionan agua potable y para el riego, lo que afecta a millones de personas, así como a los sistemas hídricos que permiten la generación de energía hidroeléctrica y la navegación.
Con frecuencia, las sequías surgen como una amenaza multifacética y de evolución lenta, que perjudica a las personas, los diversos sectores y la economía, incluida la estabilidad de los ecosistemas naturales. Como tal, los efectos de sequias pueden manifestarse de variadas formas y tener consecuencias diferentes en los distintos actores a lo largo del tiempo.
- Las sequías meteorológicas pueden afectar la disponibilidad hídrica, y tener impactos en el abastecimiento de agua en las zonas urbanas, la producción industrial, la agricultura y la generación de energía hidroeléctrica.
- Las sequías hidrológicas, provocadas por la disminución de los niveles de los ríos y lagos o sistemas de almacenamiento de agua, pueden agravar las repercusiones por poca disponibilidad de este recurso en las regiones que dependen de esas fuentes.
- Las sequías agrícolas, pueden llegar a contribuir a que se produzcan pérdidas de cultivos, afectando la seguridad alimentaria y los sectores agrícolas.
- Y si bien los sistemas naturales expuestos a condiciones de sequía podrían conducir a desequilibrios ecológicos, las zonas urbanas que experimentan sequías socioeconómicas pueden estar expuestas a un acceso limitado al agua potable, interrupciones en diversas industrias y retrocesos en los medios de subsistencia, lo que desencadena la competencia por el agua y otros recursos, y eventualmente conducir a la migración.
En los últimos 15 años, las sequías se han vuelto más frecuentes, prolongadas y extremas en ALC. Se prevé que los riesgos de sequía aumentarán en zonas más secas, como el noreste de Brasil y partes de América Central, el Caribe y México, a medida que el cambio climático y las mayores presiones demográficas continúen impulsando un incremento de la demanda hídrica y disminuciones en los suministros de agua. Al mismo tiempo, las áreas que tradicionalmente tienen grandes cantidades de agua, como la Amazonía, se están volviendo cada vez más vulnerables a las sequías, como se evidenció durante la devastadora sequía de 2023: durante la cual millones de personas perdieron sus cosechas y se vieron afectadas por una escasez de agua potable, cortes de electricidad, e incendios forestales que amenazan el ya delicado ecosistema de la selva amazónica.
Una transición, de respuesta ante las crisis hacia a una gestión proactiva de los riesgos, es necesaria para aliviar los impactos de las sequías de manera más robusta e integral. Pese a que algunos países, como Brasil, México y Uruguay, han implementado regulaciones, políticas y otras medidas, como sistemas de alerta temprana y mecanismos de seguros para hacer frente a los impactos por sequías, la región en su conjunto necesita gestionar una mayor coordinación y planificación intersectorial, así como inversiones que puedan ayudar a mitigar los impactos de manera más preventiva y generar así una mayor resiliencia frente a los efectos de estos eventos.
Para ayudar a acelerar la acción, el Banco Mundial está impulsando una iniciativa con un enfoque multisectorial con el fin de llevar a cabo análisis y promover el diálogo con los países de la región sobre los efectos y medidas para aumentar la resiliencia ante las sequías. El alcance de este esfuerzo incluye mejorar la comprensión de los impactos de las sequías en los diferentes sectores y el crecimiento económico, la identificación y priorización de los riesgos de sequía, y la conceptualización de herramientas financieras y normativas para fundamentar un conjunto de intervenciones dirigidas a gestionar mejor los riesgos por sequías, como parte de estudios exhaustivos en determinadas zonas críticas.
Estos esfuerzos orientarán las recomendaciones de políticas y estrategias en ALC, allanando el camino para acciones más concertadas en el ámbito de la resiliencia a las sequías. Esta labor contempla, además, una serie de seminarios para facilitar la difusión de conocimientos y la sensibilización en torno tema este desafío creciente para la región, el cual demanda medidas coordinadas en las que todos debemos tomar parte.
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