Nota del editor: Invertir eficientemente en aguas residuales y otras infraestructuras de saneamiento es crucial para lograr beneficios de salud pública, mejorar el medio ambiente y la calidad de vida. Los servicios de agua, saneamiento e higiene administrados de manera segura son una parte esencial para prevenir enfermedades y proteger la salud humana durante los brotes de enfermedades infecciosas, incluida la actual pandemia de COVID-19. Más información en: El Grupo Banco Mundial y la COVID-19 (Coronavirus)
El río Bogotá, en el departamento de Cundinamarca (Colombia), nace a una altura de 3.400 metros en el municipio de Villapinzón y fluye a lo largo de 380 kms antes de unirse al río Magdalena a una altitud de 280 metros en el municipio de Girardot. La cuenca cubre 6.000 km2 e incluye 45 municipios y el Distrito Capital de Bogotá.
La cuenca provee agua para la generación de energía eléctrica y agua para riego en la cuenca alta y recibe descargas de aguas residuales de cerca de 10 millones de personas en la cuenca baja. En esta área se genera el 26 % de la actividad económica total de Colombia.
En la década de los años 40 del siglo pasado, el río Bogotá jugó un papel importante al proveer a los residentes de la ciudad más grande de Colombia los servicios esenciales de abastecimiento de agua y saneamiento. Pero desde los años 50, las descargas de aguas residuales de fuentes domésticas e industriales, así como los vertidos urbanos y la evacuación de residuos sólidos, contaminaron el río gravemente. Como resultado de ello, el río dejó de utilizarse como fuente de abastecimiento de agua para la población de Bogotá y se convirtió en una fuente de contaminación, problemas de salud y degradación ambiental. Adicionalmente, la contaminación por sedimentos y las lluvias torrenciales contribuyeron a las grandes inundaciones en 2010-2011, que ocasionaron desplazamientos, contaminación ambiental y víctimas.
Mejorar la sostenibilidad, calidad y resiliencia de los servicios de saneamiento en Bogotá es esencial para asegurar que los habitantes de la ciudad puedan contar con los beneficios derivados del tratamiento de aguas residuales en años venideros. Aunque no es una tarea fácil, diseñar y poner en marcha una variedad de iniciativas basadas en principios de economía circular, estos pueden contribuir a preparar el terreno y hacer que esta meta sea más alcanzable.
Principio uno: planeación de la cuenca del río
Como primera etapa, el Gobierno de Colombia, a través de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), autoridad reguladora en la región, y con el apoyo técnico del Banco Mundial, lideró el desarrollo de un plan de gestión de la cuenca centrado en el control de inundaciones, el manejo de las aguas residuales y la restauración de la calidad del agua.
No obstante, desarrollar el plan de gestión de la cuenca fue especialmente complejo dado el enfoque multifacético que debió asumirse y debido a las diferentes partes interesadas que toman decisiones relacionadas con el uso del agua de la cuenca. Se incorporaron numerosas etapas para asegurar su integralidad. Estas etapas incluyen la construcción de alianzas, la caracterización de la cuenca hidrográfica, definir las metas de gestión, formular soluciones potenciales, así como poner en marcha planes para la cuenca y de monitoreo y evaluación. Se simularon muchas alternativas de gestión y, por último, se combinaron en un cronograma de inversión con el fin de lograr los objetivos planteados para la cuenca en relación con la restauración del río y el control del caudal.
Es aquí donde la colaboración entre el Banco Mundial y las diferentes partes interesadas se volvió más práctica. El Banco Mundial ayudó a financiar el Megaproyecto del Río Bogotá en dos aspectos concretos: actualizar la planta de tratamiento de aguas residuales de El Salitre y desarrollar medidas estructurales y no estructurales para el control del caudal a lo largo de 68 kilómetros del río.
Principio dos: pensar acerca de la eficiencia energética y recuperación del recurso
Como segunda etapa, el Gobierno de Colombia, con el apoyo del Banco Mundial, rediseñó la planta de tratamiento de aguas residuales de El Salitre para considerar la ampliación de su capacidad de modo que puedan tratarse 7m3/seg y cubrir el 30 % de las aguas residuales generadas por la ciudad de Bogotá. El nuevo diseño de la planta incluyó una provisión para la recuperación de energía con el fin de generar una parte significativa de las necesidades de consumo de la planta y un proceso de tratamiento de desinfección que permitirá el tratamiento de hasta 14m3/seg para la reutilización de aguas residuales en la agricultura en una etapa posterior. También contribuye a la economía circular la producción de 132 toneladas/día (base seca) de biosólidos que podrían utilizarse fácilmente con fines agrícolas . Una vez que esté en plena operación, la planta de aguas residuales de El Salitre será la mayor planta de tratamiento en Colombia.
En conjunto, la implementación de estos dos principios contribuyó a la mayor resiliencia y sostenibilidad de los activos y servicios de las aguas residuales de Bogotá. Esto permitirá que, a corto y largo plazo, más residentes de Bogotá aprovechen los beneficios que acompañan las mejoras y actualizaciones de saneamiento que son necesarias. Con la implementación de principios adecuados de economía circular, estos beneficios no serán simplemente algo pasajero sino que dejarán una impronta y resultados duraderos en los próximos años.
Más información sobre el trabajo del Banco Mundial en agua y saneamiento
Acceso al informe De residuo a recurso: Cambiando paradigmas para intervenciones más inteligentes para la gestión de aguas residuales en América Latina y el Caribe
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