Los sismos representan algunos de los mayores riesgos a la infraestructura del Perú y de Ecuador. Los ejemplos son varios. En 2007, un terremoto de magnitud 8.0 golpeó la costa sur del Perú, cobrando las vidas de 520 personas y colapsando viviendas, colegios y hospitales. El más reciente sismo de Ecuador, en 2016, dejó más de 200 personas fallecidas y cientos de heridos.
Pero estos riesgos no son exclusivos de América Latina. Considerado como uno de los países con mayor actividad sísmica en el mundo, Japón ha desarrollado una importante experiencia en resiliencia frente a sismos. El sector de transporte ha sido una parte integral de la forma de gestionar el riesgo sísmico, algo muy razonable si se consideran las consecuencias potenciales de un evento sísmico en la infraestructura de transporte, las operaciones y la seguridad de los usuarios.
En 1992, la introducción de un sistema de alerta temprana basado en ondas sísmicas fue un avance crucial en términos de seguridad: cuando un acelerómetro detectaba las primeras ondas (ondas p), los trenes japoneses se detenían progresivamente para reducir la posibilidad de descarrilamiento.
Tras el gran terremoto de 1995 en Hanshin, Japón, que dejó más de 5.000 fallecidos y dañó más de 110.000 edificios, el país decidió adoptar nuevos códigos sísmicos bajo una nueva normativa, implementando estándares de seguridad más estrictos y adaptando los sistemas de transporte.
Luego de adoptar la nueva normativa, Japón logró una mejora sustancial en el manejo de riegos. En el gran terremoto de 2011, con una magnitud de 9.0 las consecuencias más graves fueron a causa del tsunami posterior y no del sismo.
En Japón, la adaptación y el refuerzo de la legislación sísmica han sido un factor decisivo para asegurar una operación segura de los trenes y metros. Incorporar la resiliencia en la planificación, el diseño y la operación de estos sistemas de transporte permitió reducir el riesgo de desastre, las pérdidas económicas asociadas y mejorar el retorno de la inversión.
Para dar a otros países la oportunidad de conocer la experiencia de Japón, el Banco Mundial organizó el Taller de Intercambio de Conocimientos sobre la Resiliencia Sísmica y las Estructuras Subterráneas de Metro, que contó con la presencia de expertos japoneses y representantes de Ecuador y Perú, dos países que están construyendo actualmente sus primeras líneas de metro subterráneas.
Los participantes de Lima y Quito mejoraron su capacidad para desarrollar e implementar proyectos subterráneos resilientes. Los expertos japoneses compartieron su experiencia y conocimiento sobre estándares sísmicos de infraestructuras de metro subterráneas, diseño y construcción, así como como la preparación y la planificación de la respuesta frente a emergencias, incluyendo el diseño de salidas de emergencia y de protocolos de evacuación.
La discusión también giró en torno a las diferencias entre la normativa peruana y los estándares japoneses respecto a infraestructuras subterráneas. En este sentido, Japón presenta un enfoque pionero basado en su extenso estudio y conocimiento de su placa sísmica. Controlar la onda p permite reducir los daños y salvar vidas, por lo que el Perú contempla, especialmente tras el reciente episodio de trágicas consecuencias en México, adoptar este enfoque en su territorio.
Para el Banco Mundial, el intercambio de conocimientos es clave para mejorar y desarrollar la gestión integrada del riesgo de desastres y la resiliencia en el diseño y la operación de infraestructuras en el Perú, en Ecuador y en toda América Latina.
El Taller de Intercambio de Conocimientos sobre la Resiliencia Sísmica y las Estructuras Subterráneas de Metro, organizado por la Oficina del Banco Mundial en el Perú y el Centro de Gestión de Riesgo de Desastres de Tokio, fue posible gracias al Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación. El programa permitió la participación de expertos y entidades internacionales, incluyendo Nippon Koei, Nippon Civic Consulting; el Instituto de Investigación Técnica Ferroviaria de Japón; la Embajada de Japón, el equipo de implementación de la Línea 2 del Metro de Lima (AATE, OSITRAN y el Consorcio Supervisor de la Línea 2); el equipo del proyecto de la Línea 1 de Quito; la Pontificia Universidad Católica del Perú; el Instituto Geofísico del Perú y el Centro Peruano-Japonés de Investigación Sísmica y Mitigación de Desastres (CISMID).
Pero estos riesgos no son exclusivos de América Latina. Considerado como uno de los países con mayor actividad sísmica en el mundo, Japón ha desarrollado una importante experiencia en resiliencia frente a sismos. El sector de transporte ha sido una parte integral de la forma de gestionar el riesgo sísmico, algo muy razonable si se consideran las consecuencias potenciales de un evento sísmico en la infraestructura de transporte, las operaciones y la seguridad de los usuarios.
En 1992, la introducción de un sistema de alerta temprana basado en ondas sísmicas fue un avance crucial en términos de seguridad: cuando un acelerómetro detectaba las primeras ondas (ondas p), los trenes japoneses se detenían progresivamente para reducir la posibilidad de descarrilamiento.
Tras el gran terremoto de 1995 en Hanshin, Japón, que dejó más de 5.000 fallecidos y dañó más de 110.000 edificios, el país decidió adoptar nuevos códigos sísmicos bajo una nueva normativa, implementando estándares de seguridad más estrictos y adaptando los sistemas de transporte.
Luego de adoptar la nueva normativa, Japón logró una mejora sustancial en el manejo de riegos. En el gran terremoto de 2011, con una magnitud de 9.0 las consecuencias más graves fueron a causa del tsunami posterior y no del sismo.
Para dar a otros países la oportunidad de conocer la experiencia de Japón, el Banco Mundial organizó el Taller de Intercambio de Conocimientos sobre la Resiliencia Sísmica y las Estructuras Subterráneas de Metro, que contó con la presencia de expertos japoneses y representantes de Ecuador y Perú, dos países que están construyendo actualmente sus primeras líneas de metro subterráneas.
La discusión también giró en torno a las diferencias entre la normativa peruana y los estándares japoneses respecto a infraestructuras subterráneas. En este sentido, Japón presenta un enfoque pionero basado en su extenso estudio y conocimiento de su placa sísmica. Controlar la onda p permite reducir los daños y salvar vidas, por lo que el Perú contempla, especialmente tras el reciente episodio de trágicas consecuencias en México, adoptar este enfoque en su territorio.
Para el Banco Mundial, el intercambio de conocimientos es clave para mejorar y desarrollar la gestión integrada del riesgo de desastres y la resiliencia en el diseño y la operación de infraestructuras en el Perú, en Ecuador y en toda América Latina.
El Taller de Intercambio de Conocimientos sobre la Resiliencia Sísmica y las Estructuras Subterráneas de Metro, organizado por la Oficina del Banco Mundial en el Perú y el Centro de Gestión de Riesgo de Desastres de Tokio, fue posible gracias al Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación. El programa permitió la participación de expertos y entidades internacionales, incluyendo Nippon Koei, Nippon Civic Consulting; el Instituto de Investigación Técnica Ferroviaria de Japón; la Embajada de Japón, el equipo de implementación de la Línea 2 del Metro de Lima (AATE, OSITRAN y el Consorcio Supervisor de la Línea 2); el equipo del proyecto de la Línea 1 de Quito; la Pontificia Universidad Católica del Perú; el Instituto Geofísico del Perú y el Centro Peruano-Japonés de Investigación Sísmica y Mitigación de Desastres (CISMID).
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