A cinco horas de viaje en auto hacia el sur de Lima se encuentra la provincia costera de Chincha. Si uno se dirige hacia las montañas desiertas del interior, típicas de la costa del Perú, se sorprenderá al encontrar allí que la agricultura recubre el valle. Durante siglos, las comunidades locales de estos ásperos terrenos han estado usando el agua de los pequeños arroyos serpenteantes de la zona para plantar maíz, y vivir de los ingresos al venderlo en los mercados de los alrededores. Sin embargo, el fuerte crecimiento de la agricultura industrial de los últimos tiempos les ha dificultado esta práctica, obligando a la mayoría a mudarse a las ciudades cercanas, entre las cuales está Chincha.
Varios años atrás, la carretera sin asfaltar que corre a lo largo de este valle fue rehabilitada por un proyecto financiado por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, e implementado por el Gobierno del Perú. En una visita reciente, algunos de los pobladores locales con los que hablamos nos indicaron que si bien las comunicaciones habían aumentado, y los tiempos de trayecto habían disminuido, los precios a los cuales vendían sus productos a los intermediarios no habían variado.
Su historia hizo eco de una realidad común de todo el Perú, en la que los intermediarios se llevaban una cantidad desproporcionada de los beneficios de haber mejorado la infraestructura de transporte, perjudicando a los agricultores, quienes ponían todo su esfuerzo en producir los bienes (quizás por la existencia de un monopolio en el sector). Los agricultores no tenían alternativa y aceptaban esto como una realidad.
Durante la implementación del proyecto, se estableció una Ventana de Desarrollo para dar servicio a esta área. Primero se puso a disposición de los gobiernos locales para identificar las prioridades de desarrollo en la zona, (ayudó mucho el hecho de que el supervisor de la Ventana había sido alcalde de un distrito cercano). Así, se determinó que las condiciones locales eran idóneas para la producción de las paltas Hass, que eran potencialmente más rentables que el maíz que los agricultores estaban cultivando, (también se transportaban mejor y tenían un mercado más amplio).
Sin embargo, el cultivo de paltas es un proceso más sofisticado que requiere inversiones en invernaderos, y la espera de varios años antes de que la producción dé sus frutos. La Ventana cooperó con las comunidades locales para informarles sobre esta oportunidad y organizó varias asociaciones con los que estaban dispuestos a intentar llevar a cabo esta nueva alternativa. Después, ayudó a estas asociaciones con sus planes de negocio y convenció a los gobiernos distritales para financiar la iniciativa, trajo ingenieros para ayudar con el aspecto técnico y continuó asesorando en los aspectos administrativos. Los árboles se plantaron rápidamente en los invernaderos, y después se trasladaron de manera efectiva a los terrenos del valle.
Los árboles no habían producido paltas durante los dos años que duró el contrato de la Ventana. Sin embargo, gracias a su encomiable esfuerzo convenciendo a la sociedad y alineando sus intereses, la asociación de productores rápidamente aseguró la continuidad de la financiación con otras ONG y con el gobierno distrital (su alcalde había dirigido una plataforma para el apoyo de los productores locales). Hoy en día, hay invernaderos de paltas y plantaciones por toda la región, ya que otros gobiernos (distritales, municipales y regionales) han llevado a cabo iniciativas similares. En el momento en el que se escribió este artículo, los primeros árboles de paltas plantados estaban ya cerca de empezar a producir, y las asociaciones de agricultores esperaban ansiosos a comercializar esos productos, evitando así a los intermediarios, y aumentando lo suficiente su capital para financiar futuras cosechas.
En este ejemplo, la Ventana de Desarrollo organizó a los productores rurales alrededor de una cosecha más rentable, les brindó el conocimiento técnico necesario, y consiguió el apoyo de los gobiernos locales. Mientras que su trabajo sólo duró dos años, desencadenó una serie de eventos que seguramente beneficiará a las comunidades rurales de estos valles durante muchos años.
Elaborado con la colaboración de Sebastian E. Guerrero, PhD de la Universidad Berkeley.
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