Los incendios forestales sin precedentes que han devastado América del Sur en los últimos meses son un crudo recordatorio de la crisis climática mundial. Chile, un país donde la temporada alta de incendios comienza a fines de noviembre y se extiende hasta abril, no es ajeno a esta realidad. Los incendios forestales han llegado a ser motivo de gran preocupación, como lo dejaron en evidencia la destrucción de Santa Olga en 2017 y las recientes catástrofes en Viña del Mar y Valparaíso (i), que causaron pérdidas generalizadas y afectaron a numerosas comunidades.
Esta crisis no es accidental: es una consecuencia directa del cambio climático. Chile ha enfrentado una sequía severa durante más de una década, y ha sido tan intensa que los expertos la califican como una megasequía . El Instituto de Recursos Mundiales (WRI) (i) sitúa a Chile entre los países más afectados por estrés hídrico a nivel mundial. Las sequías, las olas de calor y los incendios forestales están creando un ciclo peligroso, en que los recursos hídricos cada vez más escasos y la destrucción ambiental amenazan los ecosistemas y los medios de subsistencia, y los incendios aumentan las emisiones de CO2, la deforestación, y la degradación de los bosques y la tierra. Proteger los bosques de Chile no es solo una necesidad ambiental, sino que es vital para el futuro económico y social del país. Básicamente, la protección de los bosques significa salvaguardar el agua, y viceversa, entre otros beneficios de la naturaleza.
Los bosques nativos cubren aproximadamente el 20 % del territorio de Chile, proporcionan servicios ecosistémicos esenciales, y constituyen un recurso cultural y medicinal para las comunidades indígenas y rurales. En estos bosques también viven especies de biodiversidad simbólica, como el pudú, el ciervo más pequeño del mundo. Esta visión integral de los bosques es fundamental para la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales (ENCCRV) de Chile para el período 2017-25 y su enfoque de reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación forestal (REDD+).
Chile ha sido pionero en el enfoque de REDD+, que recompensa los esfuerzos exitosos por disminuir las emisiones de carbono a través de actividades que protegen los bosques. El Banco Mundial colabora con Chile desde hace más de 15 años para desarrollar este enfoque innovador, que es coordinado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), dependiente del Ministerio de Agricultura. Cabe destacar que Chile fue el primer país de América Latina —y el tercero del mundo— en firmar un acuerdo de compra de reducciones de emisiones (ACRE) con el Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques (FCPF) (i) del Banco Mundial.
A través de la ENCCRV, Chile ha armonizado sus compromisos internacionales con las iniciativas nacionales, y ha formulado una estrategia cohesionada para combatir el cambio climático y proteger los bosques y otras formas de vegetación. El Banco Mundial y el FCPF han apoyado a Chile en el desarrollo de la estrategia nacional de REDD+ y el marco de implementación; la creación de sistemas nacionales de monitoreo, verificación e información de las reducciones de emisiones; la aplicación de salvaguardias, y la distribución de los beneficios. Chile se asegura de que los beneficios de REDD+ —generados por la venta de créditos de carbono de alta integridad— lleguen a los verdaderos custodios de los bosques.
A diferencia de otros países, los sistemas de Chile implementados en el marco de la ENCCRV se aplican a todos sus proyectos públicos asociados, independientemente de la fuente de financiamiento. Como resultado, el país está distribuyendo más de USD 60 millones en beneficios no monetarios procedentes del Fondo Verde para el Clima. Hasta la fecha, este proceso ha beneficiado a alrededor de 3500 personas, muchas de las cuales son mujeres (48 %) y comunidades indígenas (55 %). Estos beneficios han facilitado la prevención de incendios, la restauración forestal posterior a los siniestros, el uso sostenible de la madera y la energía de biomasa, el turismo forestal, y la eliminación de especies invasoras, entre otras actividades.
Cuadro 1: Beneficiarios reales de la ENCCRV de Chile (2021-24)
Tipo |
Total |
Mujeres (%) |
Pueblos indígenas (%) |
---|---|---|---|
Beneficiarios directos |
3541 |
48 % |
55 % |
Beneficiarios indirectos (empleos temporales) |
892 |
12 % |
21 % |
Otros beneficiarios indirectos |
7646 |
N/A |
N/A |
A través de este proceso, Chile ha adquirido información valiosa y ahora está adaptando su sistema de distribución de beneficios para mejorar la eficiencia y la eficacia. Este compromiso con el aprendizaje y la mejora continuos fortalece el enfoque de Chile, pues asegura que sus estrategias sigan siendo sólidas y tengan impacto.
Gráfico 1: Proyectos de la ENCCRV de Chile por categoría de titularidad, de un total de 518 proyectos (2022-24)
Lecciones aprendidas de la experiencia de Chile
La experiencia de Chile brinda información valiosa a otros países que buscan fortalecer sus esfuerzos climáticos y de conservación de los bosques. He aquí tres enseñanzas clave:
- Los sistemas unificados maximizan el impacto: Al utilizar los mismos sistemas para ejecutar proyectos de diversas fuentes de financiamiento bajo una estrategia única y cohesionada, Chile garantiza que las inversiones sigan siendo focalizadas, eficientes y de gran impacto. Este enfoque simplifica los procesos, reduce la duplicación y da lugar a una respuesta más integrada y eficaz para los desafíos relacionados con el clima.
- El aprendizaje basado en datos impulsa la mejora continua: Los sistemas de Chile se diseñaron no solo para obtener resultados inmediatos, sino también para generar un aprendizaje permanente. La gran cantidad de datos recopilados a través de estos sistemas sirve de fundamento para actualizar la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales de Chile, así como para perfeccionar sus mecanismos de distribución de beneficios, lo que crea un ciclo de retroalimentación que mejora la eficacia a lo largo del tiempo.
- El compromiso a largo plazo da resultados: La dedicación de Chile, durante 15 años, para elaborar políticas, sistemas y procesos sólidos ha demostrado ser fundamental para su éxito. Aunque el país depende de consultores en la realización de ciertas tareas, los funcionarios públicos lideran el desarrollo y la implementación de iniciativas fundamentales, como el sistema de distribución de beneficios, aprovechando las capacidades nacionales existentes. Hasta la fecha, el Ministerio de Agricultura (MINAGRI), a través de CONAF, ha identificado al sistema de distribución de beneficios como una herramienta eficaz y funcional, que se podría aplicar en otros ministerios.
De cara al futuro
Chile está en proceso de actualizar su ENCCRV para alinearla con sus contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN), y reforzar así su compromiso con la neutralidad en carbono para 2050. La conservación de los bosques, un elemento ya clave de la estrategia, seguirá siendo fundamental en esta actualización, pues ayudará a mitigar el cambio climático, proteger la biodiversidad y apoyar a las comunidades locales.
A medida que la acción climática se vuelve más urgente, el enfoque proactivo de Chile muestra cómo las políticas nacionales pueden impulsar un cambio real. Al reunir al Gobierno, las comunidades locales y las partes interesadas, Chile está creando un futuro sostenible y ofreciendo un modelo a otras naciones que enfrentan desafíos similares.
A fines de 2024, el país finalizará la verificación independiente de sus reducciones de emisiones, y espera recibir en 2025 el primer pago del acuerdo de compra de reducciones de emisiones (ACRE) firmado con el FCPF. Este hito significa mucho más que el cumplimiento de las metas climáticas: aporta beneficios concretos a las comunidades rurales, ya que salvaguarda su patrimonio y sus medios de subsistencia.
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