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"Sus armas son un micrófono, una guitarra, un aerosol". Bien podría tratarse de la letra de una canción del popularísimo Juanes, pero en realidad es una cita del cantautor en referencia al trabajo de los jóvenes de su fundación Mi Sangre, que aboga por una Colombia sin violencia para la juventud.
Allí, los jóvenes colombianos, principales víctimas de la violencia en el país –4,000 menores de 18 muertos entre 2003-2006-- se ejercitan en el arte de cantar, pintar, componer, para exorcizar la violencia que acecha en las calles, en el ambiente de sus barrios, hogares y escuelas.
Por eso me siento tan complacida con nuestra asociación con Juanes y su noble fundación. A un mes de haber iniciado nuestra relación, plasmada en la firma de un Memorando de Entendimiento, hoy me alegro de refrendar la importancia de esta alianza, que constituye un acuerdo mutuo de aprendizaje y apoyo.
Nuestro aporte consiste en medir el impacto de esta iniciativa pro-paz con miras a sistematizarla y hacer de esta práctica algo universal.
Las primeras visitas de nuestros equipos técnicos a escuelas de la Sierra, uno de los barrios en Medellín donde trabaja la Fundación, nos han brindado mayores elementos de las realidades y retos que debemos tomar en cuenta para ayudar a los jóvenes.
"Este barrio sólo tiene una calle para entrar. Es así. Una calle. Y nuestros jóvenes lo han asumido como el destino de sus vidas…un sólo camino: el camino de la violencia", nos dijo el director de una escuela al contextualizar la situación de estos muchachos, quienes no pueden cruzar los límites trazados por los pandillas.
"Quiero mostrar a los jóvenes que pueden tener un futuro, que pueden tener la oportunidad de terminar sus estudios, de ir a la universidad, de prepararse y conseguir un buen trabajo. Me he propuesto que cada año 15 de mis estudiantes entren a la universidad. El año pasado logré que entraran siete, pero necesito ayuda", dijo.
En Colombia, donde el conflicto se ha prolongado por más de 50 años, el camino hacia la paz es largo y lleno de obstáculos. Para los jóvenes resulta especialmente difícil. Después de haber sido víctimas de abusos y desplazamientos forzados, muchos de ellos presentan secuelas que alimentan el círculo de violencia que todavía afecta algunas regiones del país.
Para muestra un botón. Durante un estudio sobre el impacto de la violencia en el sistema educativo, algunos de los niños y niñas respondieron a la pregunta "¿Qué quieres hacer cuando seas grande?" con "Yo quiero ser paramilitar." ¿Por qué?, les preguntamos. La respuesta fue: "porque ellos están en la plaza con mujeres, armas, dinero y joyas". Para los jóvenes estas imágenes representan poder y liderazgo.
Niños: los que más sufren
Los menores son los que se llevan la peor parte de la violencia que aún azota en Colombia. Veamos algunas estadísticas. Entre 2003 y 2006, casi 4,000 menores de 18 años murieron en circunstancias violentas. Casi 900 murieron en masacres, según la Policía Nacional. A pesar de los grandes esfuerzos por evitar el reclutamiento forzado por parte de grupos armados, hoy el número sigue siendo significativo. La pobreza es obviamente abono de esta situación: casi 40% de los niños en Colombia se encuentran por debajo la línea de pobreza y un 17.5 % están en situación de miseria.
Con iniciativas culturales e innovadoras para los jóvenes, el objetivo de Mi Sangre es aliviar el impacto de la violencia, contribuir a la construcción de ambientes protectores y desarrollar competencias ciudadanas y habilidades para la vida, que permitan a los jóvenes una mejor educación y mejores oportunidades.
"Pazalobien" es uno de los métodos que ha aplicado Mi Sangre en escuelas. Muy a tono con el juego de palabras de su nombre, "Pazalobien" tiene dos objetivos: construir paz desde lo positivo y usar el lenguaje y las expresiones de los jóvenes.
Juanes, a quien tuve el placer de conocer durante la firma del memorando, me dijo que a través de la fundación Mi Sangre había conocido a muchos jóvenes, amigos y colegas, que apuestan por el arte y se vinculan como responsables de su comunidad, de su historia y de la construcción de su futuro.
"Yo antes pensaba que la juventud era una época perdida y que debía esperar a ser adulta para tomar decisiones. Ahora me doy cuenta que como joven puedo participar y aportar a mi municipio", nos dijo Lina, de 15 años, participante en programas de Mi Sangre.
"Ser joven es soñar, cantar, peinarse raro, estar en desacuerdo e imaginar. Pero también es proponer, participar y transformar", agregó Razpa, de 18 años.
Medición, clave del éxito
Un aspecto importante es evaluar de manera rigurosa cuán efectivos son el arte y la música para mejorar la calidad de vida de los jóvenes en situación de violencia. En el marco de esta alianza que el Banco Mundial ha hecho con la fundación Mi Sangre, se propondrá el diseño y realización de las evaluaciones, para lo cual brindaremos todo el apoyo técnico.
Esto ayudará a la Fundación a tener mayor impacto, gracias a evidencias medibles en su población focalizada – los niños, niñas y jóvenes en situaciones de riesgo y violencia. Servirá también a los líderes de gobierno para empezar a incluir este tipo de iniciativas en sus políticas públicas.
Durante la firma del Memorando de Entendimiento, la Ministra de Educación dijo que el apoyo del Banco permitirá que las metodologías desarrolladas por Mi Sangre puedan considerarse para ser usadas a escala mayor en todo el país.
Hoy queremos compartir cómo el uso de la música y del arte puede contribuir a construir una sociedad de paz. Para lograrlo, reuniremos a actores y beneficiarios claves, en foros nacionales e internacionales, y compartiremos experiencias.
Nuestro equipo de educación en Colombia, liderado por Martha Laverde, con el apoyo de quienes trabajan en los temas de paz de otros sectores, ha asumido este reto con el máximo compromiso y con un riguroso plan de trabajo, cuyos avances estaremos comunicando a través de este blog, nuestra web y los medios de comunicación.
Solo así podremos ayudar a que las convicciones y anhelos de los jóvenes como Wilmar se hagan realidad:
"El arte sirve para expresar lo que la razón no puede. Creo que nosotros los jóvenes podemos transformar el mundo", nos dijo Wilmar, de 20 años, quien trabaja para la fundación en la Comuna 5 de Medellín.
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