Esto parece un sueño o episodio que ya hemos vivido antes. Deja vu.
Una vez más estamos intentando entender las causas del alza del precio de los alimentos mientras lentamente éstos pugnan por volver a sus puntos más altos, experimentados durante el 2008.
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¿Son resultado de la especulación en los mercados de los productos básicos? ¿O es culpa de la explosiva demanda de cereales para forraje desde Asia? ¿Se debe acaso al uso de la tierra para cultivos de biocombustibles en vez de cultivos comestibles? Para nuestros expertos en agricultura, energía y transporte la respuesta a todas estas preguntas es: "Sí, todas las anteriores".
Mientras nos rompemos la cabeza para entender las interacciones entre estas causas para tratar de evitar futuras alzas repentinas en los precios, creo que vale la pena enfocarse en un factor que parece no desaparecer nunca, ya sea durante períodos de precios bajos o cuando estos suben: el estado de la logística en América Latina y el Caribe.
Durante una reciente visita a América Central vi algo que me llamó mucho la atención. En un puerto vi cómo una vieja grúa introdujo su tolva en la bodega de un barco y, como si fuera una cuchara gigante, sacó una gran palada de arroz con cáscara. El brazo de la grúa giró pesadamente sobre el borde del carguero volcando su contenido sobre un camión abierto. Parte del arroz se desparramó en el muelle mientras la pequeña embarcación, que había hecho el largo viaje hasta la costa del Pacífico centroamericano desde Houston a través del Canal de Panamá, esperaba que se vaciaran las 12,000 toneladas de arroz que transportaba, una palada a la vez.
Muchos países de la región aún recurren a esta obsoleta práctica –ineficiente, lenta y cara– para descargar arroz, trigo y maíz. Estos mismos adjetivos se pueden usar para describir los métodos que se utilizan en la región para transportar, almacenar y distribuir granos. La situación no es mucho mejor en el caso de los cultivos comerciales que alimentan a las comunidades locales y proporcionan ingresos de exportación: las conexiones viales son malas según los estándares mundiales, el transporte no es competitivo, falta refrigeración, los almacenes son caros y el negocio de la expedición y consolidación de la carga está poco desarrollado.
Un estudio reciente sobre cadenas de suministro realizado por el Banco Mundial demuestra que entre 29% y 48% del precio a entrega de los granos importados por América Central corresponde a costos de logística. Los tomates, las arvejas y otras frutas y verduras de mayor valor muestran niveles similares desde la puerta de la finca al mercado. Mientras más pequeño es el productor, mayor es el peso de la logística.
¿Cuáles son los principales costos de logística y qué pueden hacer los gobiernos?
No existe una solución mágica que pueda reducir de golpe este costo, para ayudar a los agricultores y consumidores de la región. No obstante, existen ciertas medidas que los gobiernos pueden tomar en su calidad de fiscalizadores, inversionistas en infraestructura y encargados de fijar las reglas. Entre las más útiles figuran: utilizar procedimientos modernos de inspección y control fronterizo; armonizar los controles fitosanitarios y aduaneros; permitir una red de retorno recíproca en las rutas terrestres internacionales; coordinar los reglamentos de transporte transfronterizo marítimo y terrestre; proteger el derecho de paso en los corredores viales de manera de impedir la congestión; y facilitar prácticas modernas de administración portuaria. Un consejo u observatorio nacional en torno a la logística podría ser útil para centrar la atención en este aspecto tan insidioso que contribuye a aumentar los precios de los alimentos y la pobreza.
Mientras tanto, cada vez que pensemos que estamos consumiendo alimentos, estamos en realidad consumiendo el costo de la logística.
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