En mayo pasado, un medio de noticias chileno llamado The Clinic presentó las historias de cuatro familias de ingresos mediano-bajos durante el brote de la COVID-19. Cuando las medidas de cuarentena restringieron su capacidad para trabajar, rápidamente les resultó difícil permitirse cubrir incluso sus necesidades básicas.
Una pareja con un hijo adolescente describió cómo tuvieron que romper la cuarentena para salir a trabajar, solo para mantenerse a flote. Un hogar de siete personas describió la experiencia de vivir en un apartamento de 70 metros cuadrados durante la cuarentena. Al ver reducidos sus ingresos laborales, la pensión de 150 dólares mensuales de uno de los abuelos se convirtió en una de sus principales fuentes de ingresos.
Lo que estas familias han soportado es emblemático para la experiencia de los hogares de ingresos medianos y bajos en Chile. Las estimaciones del Banco Mundial revelan que la crisis de la COVID-19 podría revertir años de crecimiento en la clase media de Chile.
Atrapados entre la espada y la pared
Beneficiándose de un sólido crecimiento económico, la clase media de Chile había crecido desde alrededor del 36% a casi dos tercios de la población en la década posterior a 2009. Estos nuevos chilenos de clase media ahora se encuentran atrapados entre la espada y la pared.
Muchos de ellos no pueden trabajar desde casa dada la naturaleza de sus empleos. Una gran parte perdió su trabajo debido a las medidas de cuarentena y al cierre de empresas. Encuestas recientes han encontrado que los impactos en el empleo han sido particularmente severos entre las mujeres, los trabajadores informales y los poco calificados.
Otros continuaron trabajando, pero a riesgo de contraer el virus. Un estudio reciente mostró que la movilidad se redujo en un 60-80% en las áreas de altos ingresos de Santiago, mientras que disminuyó solo en un 20-40% en las áreas de bajos ingresos. Como resultado, la tasa de infección es mayor en las áreas de ingresos bajos y medios.
La investigación del Banco Mundial poco antes de la crisis del COVID-19 se centró en los factores que podrían empujar a los hogares de clase media a la pobreza. Se destacaron dos factores: gastos muy elevados en salud y largos períodos de desempleo, precisamente los factores afectados por la pandemia. En consecuencia, las nuevas simulaciones del Banco Mundial que se muestran en la Figura 1 indican que la proporción de la población con ingresos estables de clase media puede disminuir de alrededor del 63% al 54%.
La pandemia podría haber reducido el tamaño de la clase media de Chile en casi dos millones de personas en tan solo unos meses.
Los programas sociales impulsados por el gobierno pueden haber contribuido a frenar algunos de los peores efectos de la crisis económica en la población más pobre. Estos programas incluyen el Ingreso Familiar de Emergencia y el Bono COVID-19, que apoyan a los hogares con ingresos formales limitados o nulos.
Previo a la pandemia, el 3,3% de los chilenos tenía un ingreso de menos de US$ 5,5 por día (una línea de pobreza utilizada en las comparaciones internacionales). Sin los programas sociales, esta cifra se habría incrementado al 7,8% debido a la crisis de la COVID-19. En otras palabras, cerca de un millón de chilenos habrían perdido los medios para adquirir hasta las necesidades más básicas.
Una vez que se consideren las nuevas medidas de gasto social del gobierno, se espera que el número de chilenos que vive con menos de US$ 5,5 por día haya aumentado en aproximadamente 20.000 personas hasta el 3,4%. Una vez dicho esto, está claro que las condiciones de vida de millones de chilenos se han deteriorado drásticamente. De hecho, estimaciones basadas en la línea de pobreza nacional de Chile, que es más alta que la línea de pobreza internacional, muestran que se espera que la pobreza aumente en casi 800.000 personas hasta un 12,3% de la población.
El camino por delante
Una mayor inestabilidad económica podría agravar las tensiones subyacentes a los disturbios civiles que se registraron en Chile a fines de 2019. Mientras continúa la crisis de la COVID-19, las intervenciones en salud pública y el gasto social siguen siendo una prioridad. Sin embargo, también es crucial planificar una recuperación inclusiva y resiliente que aborde las demandas de un mejor modelo de desarrollo expresadas durante las protestas.
Será fundamental centrarse en la vulnerabilidad económica y la desigualdad de oportunidades.
Quienes se encuentran en la parte inferior de la distribución de ingresos deben beneficiarse de una educación de calidad, un mejor acceso a la atención médica y pensiones dignas. Dado que las escuelas permanecen cerradas debido a la pandemia, se debe prestar especial atención a la educación y la capacitación. Se debe promover la participación femenina en la fuerza laboral y brindar una mayor atención a la violencia de género.
Se necesitará una estrecha colaboración de todos los socios para evitar una dramática reducción permanente en el tamaño de la clase media de Chile. El Banco Mundial apoya al Gobierno de Chile para ampliar sus esfuerzos y abordar los desafíos que enfrenta la población pobre y "nueva" vulnerable de Chile.
Únase a la conversación