Ecuador: Recuperando la esperanza

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 Paul Salazar / World Bank
El parque de La Merced, en la Bahía de Caraquez, en Ecuador, fue convertido en un refugio temporal para decenas de familias que perdieron sus hogares. Foto: Paul Salazar / World Bank

Desde el momento en que ocurrió el terremoto, estuve ansiosa por ir a las zonas de la costa más afectadas.  Posiblemente debido a mi pasado como trabajadora de una organización de socorro, donde las emergencias eran un inmediato llamado a la acción para ayudar a aquellos que estaban, y están, padeciendo tantas pérdidas – pérdida de familiares y amigos, de hogares, de medios de vida, de la sensación de paz y seguridad.  Pero también debido al sentimiento de inseguridad que surge de dichas pérdidas – que nos obliga a mirar más allá de la tragedia en busca de esperanza.  Pero al mismo tiempo manejando los riesgos para mis colegas y para mí misma de posibles réplicas fuertes, que podrían convertirnos en víctimas del desastre. 

Con cinco de mis colegas del Banco - Óscar Alvarado, Mauricio Cuéllar, Cristina Medina, Patricia López y Mario Saurdi – alrededor de una semana después del sismo tuvimos por fin la oportunidad de viajar a Manta, una de las ciudades más afectadas y donde el Banco Mundial viene trabajando desde hace más de dos años.  Cuando el avión estaba cercano a aterrizar en el aeropuerto, que ahora no tenía torre de control, miré ansiosamente por la ventana, esperando ver los primeros signos de destrucción.  Lo que no era tan visible desde el aire, rápidamente se hizo evidente sobre el terreno.  A medida que nos alejábamos del aeropuerto, empezamos a ver las primeras señales de este terrible acontecimiento – edificios agrietados y desmoronados, veredas abiertas por la mitad y luego la “zona de impacto”, rodeada de barricadas.  Eran las imágenes que habíamos visto por televisión y en los periódicos, pero que ahora presenciábamos con una fuerza que solo puede ser aquilatada en persona.

Con apoyo del alcalde, pudimos ingresar a Tarqui – la “zona de impacto”.  Lo que una vez fue el núcleo de actividad alrededor de Manta, hoy era un pueblo fantasma.  Con pocas esperanzas de encontrar sobrevivientes, los esfuerzos de búsqueda y rescate estaban siendo dados por terminados.  Pero los remanentes de las vidas segadas eran profundamente evidentes.  Una de nuestras contrapartes describió los momentos del sismo como una escena de una película de terror, con gente abriéndose paso sin saber adónde ir.  Nos contó cómo una mujer desconocida simplemente se agarró de su brazo, gritando por ayuda. Varias imágenes se me han quedado grabadas, y probablemente permanecerán, imborrables, durante el resto de mis días: un hotel literalmente partido por la mitad, una cama en un edificio inclinado aplastado por los pisos superiores, una cruz en medio de un edificio derruido, recordando la pérdida de vidas en ese lugar.  Me imaginé al resto de las víctimas, que todavía faltaba encontrar.

Como les he dicho a muchas personas en estos días, estamos trabajando como una forma de vencer nuestra tristeza, con una furia enorme. Se ha producido un profundo despliegue de solidaridad entre nuestro personal, con nuestras contrapartes, entre los ecuatorianos “de sangre y de corazón”, para hacer lo que esté en nuestras manos para ser de ayuda a nuestros vecinos.  Los estantes de los supermercados en Quito lucen vacíos tras la compra de agua y suministros básicos para los habitantes de la costa. Las escuelas, las iglesias, las empresas - todos han estado organizando colectas de donaciones con el fin de ayudar a las zonas afectadas.  Y el equipo del Banco Mundial que opera en Ecuador se sumó a estos esfuerzos – recolectando suministros para ayudar a la comunidad de uno de nuestros colegas, destruida por el sismo; apoyando la Campaña Conexiones Comunitarias para contribuir tanto particular como institucionalmente a los esfuerzos de socorro; y trabajando intensamente con nuestras contrapartes para ayudar a encontrar soluciones a las necesidades urgentes, al mismo tiempo que ayudamos a mirar hacia el futuro.  Mucho tiempo después de que las imágenes se desvanecieran de las noticias, sigue habiendo múltiples necesidades, y nuestro apoyo continúa.

Estábamos extraordinariamente bien preparados para un hecho inesperado de esta naturaleza.  Varios de nuestros proyectos están singularmente bien diseñados para facilitar la atención de esta impredecible necesidad. El Banco Mundial es una institución que puede contribuir a restaurar vidas y medios de sustento, a reconstruir mejor, a usar esta tragedia como una oportunidad para el desarrollo; pero estas nobles intenciones se enfrentan con numerosos obstáculos.  Se requerirá un gran despliegue de creatividad, flexibilidad y energía para idear las soluciones oportunas para recuperar la esperanza. Pero hay mucho que podemos y debemos hacer – ese es el consuelo que me llevo de regreso conmigo.
 


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