El reflejo en el espejo

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A mis 40 años, y después de haber probado casi todas las dietas de moda, me he dado cuenta de que la nutrición y mi rol en ella como mujer, es mucho más que un número en la balanza y tiene que ver con muchas más cosas de lo que se refleja en el espejo.
 
Me refiero a ese papel que desempeñamos las mujeres en la mayoría de los hogares latinoamericanos como responsables de producir, seleccionar y distribuir los alimentos entre la familia.
 
Si miramos a Latinoamérica y el Caribe, las familias que viven en las zonas rurales (es decir, donde se producen los alimentos), sufren de deficiencias de micronutrientes como el hierro, zinc y la vitamina A. Por otro lado, la obesidad está incrementándose en casi todos los países de la región, en todos los estratos sociales.
 
¿Cómo es posible esto, me pregunto, si somos una región de alta producción agrícola? ¿Producimos para alimentar bien al mundo, pero descuidamos nuestra propia nutrición? ¿Por qué consumimos poco de lo que nos alimenta mejor?
 
Puede que no haya una sola respuesta, pero encontré algunas luces en un informe del Banco Mundial llamado “ Agricultura para la Nutrición en Latinoamérica y el Caribe: De la cantidad a la calidad.

Uno de los aspectos claves de este reporte es la necesidad de invertir en la mujer, para reconocer y potenciar el rol del que hablábamos antes: ser la responsable de que la familia tenga alimentos, de decidir qué se come y asegurarse de que todos tengan algo que llevarse a la boca.
 
El informe reconoce que los diferentes programas del Banco Mundial en América Latina han logrado avances en el reconocimiento y el impulso de ese rol, pero señala que todavía no existe un modelo o un método de trabajo que permita fortalecerlo aún más.
 
Agricultura y nutrición en América Latina
 
Las mujeres estamos en todas las etapas del proceso de producir y comercializar alimentos. Por ejemplo en ganadería, desde el cuidado de los animales hasta la elaboración y la venta de los productos que se extraen de ellos, siempre hay participación de mujeres.
 
Esa presencia en prácticamente todos los eslabones de la cadena es lo que hace que las mujeres puedan desempeñar un papel clave en los esfuerzos para mejorar la educación nutricional de las familias latinoamericanas.
 
Para apoyarlas en ese papel, el estudio recomienda algunas acciones:
 
  • Mejores ingresos: Es más probable que un aumento sostenido de los ingresos de las mujeres (aunque pequeño) se invierta en la compra de alimentos y la educación de los niños, que en otros gastos del hogar.
  • Educación y financiamiento: Mejorar el acceso de las mujeres a las actividades y los beneficios de proyectos agrícolas (por ejemplo, servicios de extensión, crédito, conocimientos, bienes comunes, información, tecnología, insumos, bienes de producción y mercados).
  • Invertir más en las actividades en las que participan más mujeres: Por ejemplo, actividades posteriores a la cosecha, la siembra, la escarda y la molienda.
  • Más visibilidad: Apoyar e incentivar el liderazgo de las mujeres y su participación en la comunidad.
Si aumentamos el nivel de conciencia sobre nuestro rol como mujeres en la nutrición rural y urbana, América Latina puede comenzar a mejorar la forma en la que se alimenta. Esto contribuirá también a que el tema se incorpore en los proyectos y políticas públicas del sector agrícola y, sobre todo, ayudará derrumbar los mitos que nos llevan a mirar de reojo el reflejo en el espejo.

Autores

Carolina Hoyos

Carolina Hoyos, Especialista Superior en Comunicaciones, Desarrollo Urbano y Gestión del Riesgo de Desastres en América Latina y el Caribe, Banco Mundial

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