Glorieta de la Ceiba. Foto: SIVA
En la cosmogonía indígena latinoamericana las ceibas tienen un papel central. Con alturas que sobrepasan los 60 metros, y edad promedio de 50 años, estos árboles majestuosos son los más corpulentos de todas las plantas del trópico americano.
Rodrigo Bernal, botánico colombiano especializado en palmeras, cuenta que cuando el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo describió en su Historia general y natural de las Indias las ceibas que había visto en Nicaragua hacia 1526, sabía que iba a presentar al mundo un árbol con tan grandes dimensiones que nadie le creería. Oviedo relató que a la sombra de las ceibas se reunían los indígenas de Nicaragua para mercar.
Este uso del enorme árbol como sitio de reunión se perpetúa hasta hoy: grandes ceibas son el centro en los parques de muchos de nuestros pueblos y bajo ellas se llevaban a cabo, aun en algunos sitios, mercados semanales. Según cuenta la leyenda, bajo una frondosa Ceiba en Orocué (Casanare), el escritor y poeta José Eustacio Rivera escribió el clásico de la literatura colombiana La Vorágine.
Pero además, la ceiba, Ceiba pentandra, es importante para el equilibrio del ecosistema y el uso tradicional y cultural: durante la época seca florece y produce néctar, manjar para animales, en particular murciélagos, e insectos que ayudan en la polinización de las flores; sus componentes tienen atribuciones medicinales, como antiinflamatorio, cura de heridas, reumatismo, hemorragias y migrañas; la comunidad indígena Nukak–Makú, en la Amazonía Colombiana usaba sus propiedades para la cacería.
Es por ello qué nos propusimos conservar dos ceibas en la Glorieta de La Ceiba, antes llamada la Glorieta Los Músicos, perteneciente al Sistema Integrado de Transporte de Valledupar – SIVA en Colombia. En el marco del Programa Nacional de Transporte Urbano (PNTU), visitamos la construcción de la Glorieta La Ceiba. Su gerenta y el equipo del proyecto informaron que el diseño se planeó para no talar la “Ceiba Emblemática”, ubicada en el Separador Bolívar, y la “Ceiba Mira”, ubicada en un predio privado, del cual SIVA compró un área para la protección del árbol.
SIVA contrató ingenieros forestales, quienes, en noviembre de 2018, diagnosticaron el estado de las ceibas y plantearon medidas para su recuperación y conservación.
La Ceiba Emblemática, estaba mal, con comején, perdida de su tapete de pelos, importantes para la absorción de agua y nutrientes, raíces afectadas, alterando su estabilidad, además había puntillas, botellas, latas, ocasionando daño interno. La Ceiba Mira, estaba en buen estado, con buen tronco y ramificaciones. Debido al mal estado de la Ceiba Emblemática, en febrero de 2019, SIVA invitó a Wilman Almenares, ingeniero agrónomo magister en entomología fitopatólogo, es decir, quien estudia las enfermedades de las plantas y el modo de prevenirlas y curarlas, para un segundo diagnóstico.
Posteriormente, se trabajó en la recuperación y conservación de las Ceibas, aislándolas con cerramientos. La Ceiba Emblemática, recibió “primeros auxilios”, se limpió, controlaron los hongos, bacterias y comejenes. Las dos Ceibas tuvieron riego permanente, para la humedad en las raíces; se realizó tratamiento con bioestimulante, una sustancia que al aplicarse a las ceibas ayuda a mejorar la absorción y asimilación de nutrientes, y se aplicó abono orgánico, para recuperar la capa del suelo.
El proceso se extendió durante aproximadamente seis meses y en él participaron profesionales comprometidos, una gerencia responsable en SIVA y el interés del Banco Mundial por la conservación, a través de las salvaguardas ambientales.
Los habitantes de Valledupar y visitantes deberán cuidar las Ceibas para continuar recibiendo los beneficios de estos árboles de 50 años.
Imágen previa a la construcción de la Glorieta de La Ceiba Foto: SIVA
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