Colombia adelanta un ambicioso proyecto de transporte masivo tipo BRT (Bus Rapid Transit) que busca la transformación de las ciudades, donde el caos vehicular ha sido por muchos años su imagen y a su lado han crecido múltiples alternativas formales e informales que los ciudadanos usan de manera alternativa.
El reto para los BRT, más allá de captar un porcentaje importante de los viajes diarios en las áreas urbanas, es la generación de espacios públicos amigables y el mejoramiento de las áreas peatonales, incluyendo en muchos casos ciclo-rutas complementarias.
Como especialista social es común que tenga contacto con usuarios, quienes comentan sobre su experiencia en las visitas a las ciudades que implementan Sistemas de Transporte Masivo en Colombia.
Desde la perspectiva de estos usuarios con los que me comunico permanentemente a causa de mi trabajo, el desarrollo y el crecimiento de la ciudad, no han podido derrotar aún la desigualdad social y económica.
Son ellos quienes usan diversos medios de transporte para llegar a su trabajo, hacer compras para su hogar o recrearse el fin de semana y quienes mejor nos pueden contar cómo es tener que utilizar estos sistemas todos los días.
La Política Nacional de Transporte Urbano Masivo (Conpes 3260), recomienda a 8 ciudades con más de 600.000 habitantes estructurar Sistemas Integrados de Transporte Masivo – STIM. Posteriormente, otros documentos Conpes impulsan el desarrollo de Sistemas Estrategicos de Transporte Publico – SETP para 12 ciudades entre 250.000 y 600.000 habitantes
En ciudades como Pereira o Bogotá, por ejemplo, antes un usuario debía de tomar dos buses y pagar doble pasaje, la experiencia era bastante difícil, los buses con sobrecupo, conductores groseros, agresivos en su conducción, música a alto volumen, falta de información y la incertidumbre de cuando pasaría el bus, pues en ocasiones se demoraba.
Ahora existen nuevos sistemas integrados de transporte masivo con buses articulados de gran tamaño. Pero tal vez lo mejor son las estaciones, cerradas, de color plateado y con grandes vidrios, que ofrecen a los usuarios más comodidad y seguridad.
El mayor desafío para muchos de los usuarios de estos nuevos sistemas es entender el mapa de rutas, con su combinación de paradas, frecuencias, líneas y colores. “Casi no entiendo nada pero me gusta mirar todas esas líneas de colores y códigos que seguramente le sirven a algunos”, me dijo una usuaria.
Yo le pregunto si está satisfecha con el nuevo transporte. Y ella me responde: “bueno...es bonito y la ciudad se ve mejor, ¡parece una ciudad grande! Pero vea, para uno como mujer es incómodo cuando los buses están muy llenos, hay gente que abusa de la situación y nos pone incómodas. Sí uno trata de poner una queja casi siempre le dicen: es que es un transporte masivo, mire en otras ciudades y vera que está más lleno, y así... entonces a una le toca que aguantarse y no es fácil”.
Sin embargo, como estos sistemas suelen tener tarifas ligeramente más altas que los sistemas “tradicionales”, muchos usuarios han expresado sus dudas de si vale la pena la millonaria inversión que se ha hecho para seguir padeciendo incomodidad. “A veces se demoran mucho los buses Yo me pregunto si no será que lo masivo es para que alguien llene muy bien sus bolsillos a costa de nuestra incomodidad”, cuestiona otro usuario.
Estos nuevos sistemas también han significado un avance para muchas personas de la tercera edad, gracias a lo que los técnicos llamamos el acceso universal, es decir, no hay escaleras y todo es a nivel o con rampas y tienen menos riesgo de caerse.
Esto ha hecho que muchos adultos mayores en grandes ciudades de Colombia hayan comenzado a moverse por sí solos en las ciudades. Aunque, naturalmente, para muchos es confuso el nuevo sistema y extrañan las antiguas unidades, con más paradas y rutas conocidas para ellos.
El proyecto de Transporte Masivo en Colombia cuenta con una financiación del Banco mundial que asciende a la fecha a US 1.000 millones. Es su ejecución, se aplican salvaguardas sociales y ambientales y se apoya con el conocimiento acumulado en otros proyectos y países.
Aunque estos nuevos sistemas son más formales y mejor organizados, la realidad es que muchos de los habitantes de las grandes ciudades colombianas se desplazan mediante una combinación de servicios formales e informales, según sus necesidades o el día de la semana. “El sábado salgo a comprar los víveres, pero para llegar a la estación (del nuevo sistema) debo caminar mucho y mi hija pequeña se cansa, y cuando llevo paquetes, me queda muy difícil acceder a las estaciones”, me cuenta una usuaria.
Yo le pregunto qué hace esos días y me cuenta que usa los servicios de un vecino que tiene una moto, en la que las transporta a ella, a su hija y sus compras. Otras veces, recurre a otros servicios informales, como carros particulares que funcionan como taxis no registrados o como servicios colectivos, es decir, una vez que reúnen cinco pasajeros hacen una ruta dependiendo del destino de cada uno de ellos.
En casos como este, está claro que el nuevo sistema de transporte (el de los grandes buses articulados) es la mejor opción para los días de semana (cuando la gente suele ir siempre al mismo lugar y en el mismo horario), pero para hacer la compra o ir a actividades sociales los fines de semana, por ejemplo, es más fácil contar con los servicios de los transportistas informales.
Estas opciones, naturalmente, tienen el peligro adicional de la posibilidad de agresiones (especialmente en el caso de mujeres que viajan solas), hechos delictivos y hasta accidentes por vehículos en malas condiciones y sin ningún tipo de seguro para cubrir a los pasajeros.
Aunque las autoridades locales y nacionales de Colombia están haciendo grandes esfuerzos para formalizar el transporte público, mientras llega ese momento, los usuarios seguirán haciendo uso de esta combinación de servicios formales e informales para llegar a su destino.
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