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A medida que me preparo para el debate sobre el desarrollo de América Latina en la Asamblea del BID de Montevideo, una palabra resuena a cámara lenta, como si de una película se tratara: a-lian-zas.
Es fácil entender por qué esta palabra es tan importante, teniendo en cuenta la incertidumbre que rodea a los mercados y economías mundiales —donde los esfuerzos conjuntos se convierten en la forma más sensata de avanzar y mantenerse lejos del peligro.
Al mismo tiempo, creo que la reunión anual del BID será una gran oportunidad para mostrar por qué, al trabajar juntos el BID y el BM, entre otros, se mejoran los esfuerzos regionales por consolidar su creciente lugar en el mundo y la búsqueda de un crecimiento sostenido con oportunidades para todos sus ciudadanos.
Todo se reduce a convertir la década de 2010 en la “década de América Latina” —como le gusta decir a mi amigo Luis Alberto Moreno, presidente del BID.
Los antecedentes me dan la razón en cuanto a trabajar de manera conjunta. En 2009, cuando la crisis mundial se volcó sobre los mercados de capital, el BID, la CAF, nosotros y otras instituciones subregionales nos unimos para aportar US$90 mil millones para la región en dos años.
Este compromiso sirvió como cortafuego ante el contagio de una crisis que la región no contribuyó a crear.
Juntos respaldamos los esfuerzos de muchos países para absorber el impacto y salir reforzados luego de la desaceleración.
Hoy en día nos enfrentamos a una incertidumbre diferente, derivada de la zona euro y de la desaceleración pronosticada de la economía china, un socio crucial para América Latina.
La buena noticia es que las posibilidades de un escenario catastrófico son menores que hace unos meses. Esto se debe a: una mejora de los indicadores de EE. UU. y a la reciente reestructuración de la deuda griega, respaldada por una gigantesca inyección en efectivo por parte del Banco Central Europeo.
Las condiciones son óptimas para hacer de esta la década de América Latina. Los países pueden apoyarse en los logros de la década pasada — el crecimiento traccionado por las materias primas, la inclusión, la reducción de la pobreza— y comenzar a abordar el siguiente conjunto de desafíos y obstáculos.
En pocas palabras, la siguiente batalla gira en torno a la productividad y el valor agregado, se refiere a remover los obstáculos al crecimiento y la movilidad social, mejoras en la logística, modernización de la infraestructura, mejor seguridad ciudadana, mejores servicios básicos locales y priorizar la educación. Y para eso se necesita un Estado más efectivo.
No se trata de si el Estado es grande o pequeño, sino qué tan inteligente y efectivo es en la prestación de los servicios requeridos por los ciudadanos.
Además, la región puede estar segura de que seremos un socio confiable en este esfuerzo.
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