A finales de 2023, en una reunión con jefes de Estado latinoamericanos, la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, expuso una vez más su visión de “friendshoring” – “diversificar nuestras cadenas de suministro a través de una amplia gama de asociados y aliados confiables” – una perspectiva que, a su juicio, tiene “enormes beneficios potenciales para impulsar el crecimiento en América Latina y el Caribe”.
Sin embargo, los países de América Latina y el Caribe han tardado en abordar el barco de la deslocalización cercana o “nearshoring” y, en términos más generales, en desarrollar estrategias para aprovechar al máximo el impacto de su inversión extranjera directa (IED) en el desarrollo. Es clave garantizar que no pierdan estas oportunidades.
Posicionamiento estratégico
Los astros parecen alinearse cada vez más para que la región capte más inversión extranjera directa y partes de las cadenas de valor mundiales. Si bien el atractivo de los bajos salarios de China alguna vez superó la proximidad de América Latina y el Caribe en términos de idioma, cultura y zona horaria, esos salarios ahora son más elevados que los de Brasil y México. Las vulnerabilidades de la cadena de suministro durante la pandemia de COVID-19 y las crecientes tensiones geoestratégicas entre China y Occidente hacen que los inversores busquen diversificar geográficamente su riesgo, algo que se espera que persista.
Además, la red energética increíblemente verde de la región – más del 50% de su energía es producida por fuentes renovables – la posiciona bien para competir con las exportaciones asiáticas intensivas en carbón frente a posibles mecanismos de ajuste de fronteras de carbono por parte de la Unión Europea.
La región necesita ciertamente una inyección de capital y tecnología. Sus modestas tasas de crecimiento de entre 2 % y 2,5 %, aproximadamente la mitad que las de otros mercados emergentes, son impulsadas por una correspondiente inversión modesta en plantas y maquinaria y la innovación que impulsa la productividad. La inversión pública, incluida la infraestructura, representa la mitad de lo que es en Asia o África como porcentaje del producto interno bruto (PIB). La deuda acumulada durante la pandemia complica el espacio fiscal para cualquier proyecto nuevo en el futuro previsible. Impulsar el apenas 3 % a 4 % del PIB que han constituido las inversiones extranjeras directas en el pasado, sería una contribución importante.
Navegando barreras
Pero, con alineación estelar o no, no queda claro si los países de América Latina y el Caribe están a bordo del barco de la relocalización de empresas. A pesar del inexorable aumento de los salarios chinos, los aranceles de Trump de 2018 sobre China y el impulso de reducción de riesgos, el repunte de 2022 posterior a la COVID-19 en los flujos de inversión extranjera directa hacia la región se produce después de una década de declive y todavía está sustancialmente por debajo de los niveles de 2010. Además, la inversión extranjera directa parece haber seguido a países de Asia, por ejemplo Vietnam, cuyos salarios siguen siendo competitivos.
Aparte de los salarios, los costos más elevados en otras dimensiones afectan la competitividad de la región. Un estudio reciente de KMPG y el Manufacturing Institute sugiere otros costos primarios elevados, como impuestos y financiamiento. Además, cuando se tienen en cuenta los costos secundarios, como la infraestructura, la logística, la calidad de la fuerza laboral y la estabilidad de las políticas, Canadá, Corea, Estados Unidos e incluso Alemania corren con ventaja sobre, por ejemplo, Brasil.
Otros estudios del Banco Mundial confirman que América Latina y el Caribe podrían aumentar la competitividad. El Índice de Desempeño Logístico del Banco Mundial ubica a América Latina y el Caribe directamente en la mitad de los 139 países clasificados. Entre las regiones en desarrollo, América Latina y el Caribe es de las que menos invierte en infraestructura como porcentaje del PIB – aproximadamente un tercio de Asia Oriental – y este gasto debe ser más eficiente.
Las encuestas de empresas del Banco Mundial muestran que el 29 % de las empresas consideran que la falta de mano de obra calificada es un obstáculo para el crecimiento, en comparación con el 15 % en Asia. Incluso muchos años después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, los parques industriales del norte de México se quejan de la escasez de electricidad y agua como principales obstáculos.
Vías políticas
Estos desafíos no tienen por qué ser decisivos y pueden abordarse mediante políticas. En China, se emplearon políticas proactivas de los gobiernos locales para atraer inversión extranjera directa y facilitar su éxito, por ejemplo, ayudando a las empresas a navegar por el sistema local y resolviendo cuellos de botella.
De manera similar, la Junta de Desarrollo Económico de Singapur es considerada un ingrediente fundamental, incluso en un entorno empresarial muy acogedor, para atraer la inversión extranjera directa y alentarla a participar en tareas cada vez más sofisticadas, de las que los países de América Latina y el Caribe podrían beneficiarse.
En términos más generales, Singapur y los tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán) trabajan agresivamente para mejorar las capacidades de las empresas locales y los sistemas de innovación locales, de modo que se deslocalicen tareas cada vez más sofisticadas y las redes de proveedores puedan surgir de manera orgánica y eficiente.
Diversos enfoques
Aún no han surgido planes para aprovechar la oportunidad actual de manera comprometida en América Latina y el Caribe. México ha adoptado una postura ambivalente, incluida la disolución de su autoridad de promoción de la inversión extranjera directa, y a los observadores les preocupa que esté renunciando a múltiples llegadas de inversión extranjera directa.
Por otro lado, Costa Rica, trabajando con Estados Unidos para aprovechar la Ley de Ciencia y Chips de 2022, ha aprovechado sus capacidades de ingeniería y su fuerza laboral calificada para atraer USD 1200 millones en nuevas inversiones de INTEL durante los próximos dos años. Colombia ha dado pasos tentativos positivos, trayendo recientemente directores ejecutivos estadounidenses a las ciudades de Cali y Quibdó. Sin embargo, esos esfuerzos podrían intensificarse.
El país tiene puertos en ambas costas, centros manufactureros establecidos como Medellín y Bogotá y ciudades en el relativamente tranquilo Eje Cafetero con buena infraestructura y educación, incluidas algunas como Manizales en Caldas que están trabajando agresivamente con el Instituto Tecnológico de Massachusetts para mejorar su entorno empresarial. Un esfuerzo al estilo de Singapur podría ayudar a conectar estas regiones con socios potenciales.
Oportunidad de inversión
La proximidad por sí sola no puede garantizar la inversión extranjera directa ni asegurar un impacto de desarrollo más dinámico que en épocas anteriores. Un esfuerzo y una visión más deliberados y enérgicos podrían ayudar a sacar a la región de su estancamiento en materia de crecimiento.
Si la región de América Latina y el Caribe adopta la inversión extranjera directa relacionada con la transición verde y la deslocalización, incluso en materias primas, menos como fuente de empleo e impuestos y más como punto de apoyo para el aprendizaje nacional, ambos movimientos podrían resultar transformadores.
Requerirá facilitación del comercio y mejoras en la eficiencia portuaria, ayuda para navegar las condiciones locales y acuerdos comerciales más profundos . Pero también será necesario desarrollar las capacidades – educación básica y técnica, capacidades de gestión y de ingeniería– que han sido fundamentales para el éxito observado en Asia.
Este blog fue publicado por primera vez en World Economic Forum el 19 de febrero de 2024.
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