Hace unos pocos meses abordar la discriminación y el racismo era todavía tabú en muchos ámbitos de la agenda pública. Hoy, más gobiernos del mundo, empresas, organizaciones no gubernamentales, y nosotros, desde los organismos internacionales y desde nuestra individualidad, reconocemos que se debe hablar sobre discriminación y racismo de forma abierta, firme y directa.
Me llamo Seynabou Sakho y soy africana, de Senegal. Como diría el poeta afrocubano, Nicolás Guillén, los descendientes de África somos una gran familia que, “sin conocernos, nos reconocemos”. Vengo de un núcleo multicultural y hoy rindo homenaje a mis propios antepasados. A mi abuela árabe y a mis hijos, en quienes veo reflejadas las vivencias de las minorías negras que claman por un respiro.
Desde pequeña tuve claro que la diversidad es una de las mayores riquezas de la humanidad. Hoy, tengo la oportunidad de repensar el futuro para reconstruir el mundo en uno que sea realmente igualitario. Esto como una condición esencial para acabar con la pobreza y promover la prosperidad compartida, que son los dos grandes objetivos del Grupo Banco Mundial. Alcanzarlos depende también de que se eliminen la discriminación y el racismo.
La indignación y los movimientos de protesta por las muertes de estadounidenses negros, siendo el caso de George Floyd el más reciente, generaron un período de introspección. Es la línea entre el ayer y hoy en la contundente tarea que tenemos de trabajar por un mundo sin discriminación, donde todos, por igual, nos sintamos libres y protegidos en nuestras más íntimas expresiones como personas dentro de una sociedad.
En la época actual, se ha hecho más notoria la discriminación hacia adultos mayores, población LGBTIQ+, migrantes y refugiados, desplazados internos, indígenas, afrodescendientes, personas con enfermedades mentales o con discapacidades físicas, e incluso jóvenes y mujeres. Estas personas suelen ser estigmatizadas en contextos económicos y sociopolíticos, lo que puede generarles barreras en su educación y sus oportunidades laborales e incluso, reducirles su acceso a servicios básicos de calidad. En consecuencia, son los más propensos a vivir en condiciones de pobreza.
Me interesa resaltar el caso de las mujeres. Nuestro estudio, Mujer, Empresa y el Derecho de 2020, indica que cuando estas logran movilizarse con mayor libertad, trabajar fuera del hogar y administrar activos, se fortalece el desarrollo económico de su país, al contrario de cuando prevalecen leyes discriminatorias.
Debemos fomentar acciones firmes para que todos seamos respetados e incorporados al tejido social sin recibir un trato desigual por el color de piel, nacionalidad, orientación sexual o identidad de género, condición física, mental o grupo étnico al que pertenecemos.
Para ser exitosa, toda política y estrategia de reducción de pobreza requiere ser incluyente y plantear acciones igualitarias donde nadie sea privado de su bienestar , de tener una vivienda digna, de contar con alimentación adecuada, de recibir cuidados cuando esté enfermo, de trabajar en condiciones salubres, de ir a la escuela y aprender, de tener agua potable y saneamiento, acceso a transporte y espacios de ocio.
Una Centroamérica sin racismo ni discriminación
Centroamérica es una región marcada por la desigualdad y la vulnerabilidad, lo que se acrecienta por situaciones como el impacto del cambio climático, de la migración forzada y ahora de la pandemia de la COVID-19 , donde las personas que sufren discriminación y pobreza son siempre las más afectadas.
Hoy los invito a sumarse a los esfuerzos por detener la discriminación y el racismo que lideran grupos minoritarios, líderes de la sociedad civil, organizaciones e instituciones a nivel local, nacional y regional para reconstruir con base en la igualdad de oportunidades para todos.
En el Banco Mundial hemos abierto un diálogo a favor de los afrodescendientes en Centroamérica. Desde 2018, cuando presentamos en Costa Rica nuestro reporte “Afrodescendientes en Latinoamérica: hacia un marco de inclusión”, nos dedicamos a compartir los hallazgos, a escuchar y a conocer el corazón de la cultura afro en la región como primer paso para proponer soluciones. Este reporte lo discutimos luego en Honduras, El Salvador, Panamá y Nicaragua en espacios confiables y seguros donde nos hablaron sobre su situación. Es a partir de estos conversatorios, juntos con otros socios aliados como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), que continuamos nuestra labor para favorecer una sociedad incluyente, según la visión y necesidades de desarrollo de cada grupo.
Sabemos que los afrodescendientes tienen 2,5 veces más probabilidades de ser crónicamente pobres que otros latinoamericanos, que la probabilidad de ser pobre es mayor entre los hogares encabezados por mujeres afro y que regiones como la costa Caribe tienen una alta concentración de personas afrodescendientes que viven con muchas carencias.
A la mitad del Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024), debemos continuar este diálogo con audacia, y esto solo será posible con una mayor participación de todos.
Estamos frente a la oportunidad de cambiar la situación no solo de los afrodescendientes, sino de los otros grupos que sufren una discriminación sistemática. Es clave garantizar que las políticas y programas públicos, incluyendo los que promueven el acceso a los servicios básicos de calidad, como salud y educación, y las inversiones del sector privado lleguen a estos grupos.
Junto con los gobiernos, sociedad civil, otras instituciones financieras internacionales, la academia, corporaciones y líderes de opinión, tenemos un trabajo conjunto por delante. Tenemos el papel clave de empujar una responsabilidad colectiva hacia el progreso, en un contexto donde las personas puedan desarrollar destrezas para obtener empleos dignos y con salarios equitativos.
En el Banco Mundial estamos listos para seguir trabajando en esta agenda a través de estudios y de diálogo sobre políticas públicas en pro de estas comunidades. Velamos porque nuestras inversiones lleguen a los más pobres, incluidos los grupos históricamente excluidos del desarrollo.
Es el momento de acabar definitivamente con el tabú de la discriminación y el racismo para que se respeten los puntos de vista, la identidad y las aspiraciones de todos por igual y lograr, así, la tan anhelada inclusión económica y social.
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