El Salvador ha tenido un desempeño sobresaliente en la erradicación de la pobreza en los últimos años. El país ha avanzado, pero el objetivo de erradicarla definitivamente sigue siendo distante y presenta desafíos complejos.
A nivel mundial, erradicar la pobreza también sigue siendo una cuestión apremiante. A estas alturas, dejar a una parte de la población rezagada resulta insostenible para el crecimiento y la estabilidad social. Solo es posible lograr un desarrollo duradero si el progreso llega a toda la población.
Justamente en octubre, la Asamblea General de las Naciones Unidas pone un foco global en la lucha contra la pobreza e indigencia para subrayar que todas las personas merecen tener los medios necesarios para vivir con dignidad. Esto es tanto un imperativo moral como un requisito para cualquier programa económico sostenible.
En el caso de El Salvador, entre 2009 y 2019, el porcentaje de población por debajo de la línea de pobreza se redujo en impresionantes 22 puntos porcentuales, y la clase media creció 13 puntos porcentuales, según cita la plataforma de análisis de pobreza y desigualdad del Banco Mundial. Entre 2000 y 2021, El Salvador se destacó como el quinto país en América Latina con los mayores avances en la reducción de la pobreza y lideró este frente en América Central.
Estos logros son notables, pero no podemos perder de vista que el país aún enfrenta enormes desafíos. La tasa de pobreza en El Salvador sigue siendo una de las más altas en América Latina, alcanzando un 28,4 % según datos del Banco Mundial en 2021 . Más alarmante aún, 1,8 millones de salvadoreños todavía viven en condiciones de pobreza, sin acceso a las necesidades básicas de alimentación. La tasa de pobreza extrema subió durante la pandemia y aún no se ha podido reducir.
Adicionalmente, un considerable segmento de la población salvadoreña, 2,5 millones de personas (equivalente al 40 %), se encuentra en situación de vulnerabilidad . Estas personas perciben ingresos que oscilan entre USD 6,85 y USD 14 diarios, lo que no los clasifica oficialmente como pobres, pero los coloca en un alto riesgo de recaer en esa categoría. Un choque económico inesperado, como la pérdida de empleo, un accidente, enfermedad o un evento natural, podría desencadenar su caída en la pobreza.
La existencia de esta realidad para cuatro de cada diez salvadoreños resalta la fragilidad del progreso en la lucha contra la pobreza, subrayando la necesidad de:
- Fortalecer los servicios públicos.
- Mejorar los sistemas de protección social.
- Invertir en el desarrollo del capital humano y la productividad.
La pandemia no solo frenó la reducción de la pobreza, sino que también arrojó luz sobre muchas de estas carencias estructurales.
Para retomar el ímpetu y avanzar hacia la erradicación de la pobreza, es crucial que entendamos la naturaleza y fundamentos de este problema en profundidad, especialmente en el contexto de El Salvador. En este sentido, el Banco Mundial ha realizado dos evaluaciones sobre la pobreza y desigualdad de ingresos en el país: la primera en 2005 y la segunda en 2015.
Nueva evaluación sobre la pobreza en El Salvador
Ha llegado el momento de llevar a cabo una tercera evaluación, programada para 2024. Esta actualización proporcionará a las autoridades información más precisa para diseñar e implementar mejores políticas públicas, que a su vez permitan mayor efectividad en la reducción de la pobreza y un reparto más equitativo de la riqueza.
Un diagnóstico de este tipo debe considerar un análisis de las diferentes fuentes de ingreso de los hogares salvadoreños, como el empleo, las remesas familiares, las pensiones y las transferencias del gobierno. Además, debe evaluar los riesgos que pueden sumir a las familias en la pobreza, como la pérdida del empleo, enfermedades severas o daños por impacto del clima. En este proceso, es fundamental adoptar un enfoque transversal que considere las cuestiones territoriales y el enfoque de género.
Este esfuerzo debe ser colectivo, involucrando a todos los sectores de la sociedad salvadoreña en la elaboración, discusión de resultados y, por supuesto, en el diseño de políticas futuras. Esto resulta especialmente relevante en el momento actual en el que el país se embarca en un ambicioso proceso de mediano plazo de reducción de la pobreza con un enfoque de integración.
Erradicar la pobreza es una responsabilidad de los gobiernos, pero es un objetivo compartido por toda la sociedad . Para acercarnos más a esta meta, es necesario que este anhelo compartido se traduzca en acciones concretas de todos.
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