Cada profesión cuenta con su Triplete soñado. Para los apostadores de caballos, es la trifecta. Para los músicos, se trata de una canción que rompa corazones, haga bailar y venda discos. Pero incluso nosotros, los fanáticos de la tecnología, tenemos nuestros sueños. En el campo de la infraestructura, tanto en América Latina como en otros lugares, el triplete ideal es una inversión que
1. apuntale el crecimiento
2. contribuya al bienestar social, y
3. ayude al medio ambiente.
“¡Imposible!” dirá usted. “Las leyes de la naturaleza no podrían permitir un crecimiento que contribuya al bienestar social sin repercutir en nuestros atributos naturales.” ¿Existe alguna manera de despegarnos de la curva de Kuznets y descubrir inversiones que apuntalen el crecimiento ecológico e inclusivo?
Para poder abordar los tres lados de este triángulo, probablemente necesitemos más de una discusión en este blog. Por ahora comencemos con el vínculo entre infraestructura y crecimiento...
Decir que la inversión en infraestructura promueve el crecimiento se ha convertido en algo común durante los últimos diez años—en base al trabajo de investigación de los economistas del Banco Mundial, de la OCDE y otros. Sin embargo debemos preguntarnos: ¿qué clase de crecimiento queremos? ¿Cualquier inversión en infraestructura es beneficiosa para todo tipo de crecimiento?
En épocas de estancamiento y desempleo elevado, los gobiernos pueden servirse de las obras públicas y el gasto en infraestructura para estimular el crecimiento a corto plazo y la creación de empleo. Así se ve el Menú de inversiones para el crecimiento a corto plazo en términos de puestos de trabajo derivados de la construcción e insumos (no puestos de trabajo inducidos por el gasto) por orden de tamaño:
- Gracias a unos salarios más elevados y a una mayor “filtración” o gasto en tecnología importada, las inversiones en energía tienden a producir pocos puestos de trabajo locales a corto plazo—en promedio cientos o miles por cada mil millones de dólares invertidos en la región en plantas generadoras de electricidad.
- Las carreteras y caminos producen miles e incluso decenas de miles por la misma suma—dependiendo del tipo de camino y cómo se construye.
- Los proyectos de ampliación de agua corriente y saneamiento pueden llegar a producir 100.000 puestos de trabajo anuales por cada mil millones de dólares; y
- Un programa de mantenimiento de carreteras rurales puede generar entre dos y cinco veces más trabajo anualizado que la cifra anterior—de 200.000 a 500.000— dado que los salarios en las áreas rurales de la región son bajos y casi todo el gasto se destina al trabajo.
El orden de esta lista podría variar si consideramos el crecimiento a largo plazo. Sabemos que la conectividad y productividad derivadas de las inversiones en energía y telecomunicaciones son cruciales para el crecimiento a largo plazo, aunque no siempre generen puestos de trabajo a corto plazo. Los corredores de autopistas, ferrocarriles y puertos pueden no ser la solución adecuada para un estímulo inmediato, pero son cruciales para la competitividad y crecimiento a largo plazo, porque facilitan y reducen los costos comerciales.
En aquellos países —como Brasil o México— con producción industrial, puede haber alguna ganancia de corto plazo derivada de las inversiones en activos a “largo plazo”, como las plantas generadoras y los sistemas ferroviarios, en donde una buena parte del gasto se dirige a equipamiento y tecnología. Esto deriva de producir los insumos para la construcción y la infraestructura—como acero, motores, equipo de construcción, grúas y turbinas.
Pero en aquellos países que están más abajo en la curva de capital-trabajo—Bolivia, Honduras, Nicaragua, Paraguay—el menú de prioridades a la hora de fomentar el crecimiento a corto plazo es muy diferente al menú de crecimiento a largo plazo. A menos que países como estos cuenten con un margen de reserva, las inversiones públicas en plantas generadoras o de tratamiento pueden llegar a paralizarse durante una recesión (o, mejor aún, licitadas al sector privado) cuando este sería un buen momento para ampliar la red de alcantarillado o rehabilitar caminos rurales. Para el crecimiento a largo plazo, también sabemos que la calidad de los servicios de infraestructura proporcionados es igual de importante que el nivel de infraestructura.
Los análisis del Banco muestran que la elasticidad crecimiento-inversiones en los seis países centroamericanos varía enormemente entre uno y otro. Esto es, mientras algunos países son capaces de generar un crecimiento elevado a partir de sus inversiones en infraestructura, los vecinos sólo generan un nivel bajo de crecimiento a partir de sus propias inversiones. La relación parece depender no solo de cuánto se está invirtiendo, sino de cuán eficientemente operan los activos resultantes.
Una inversión especulativa en un puerto o carretera puede crear algunos puestos de trabajo a corto plazo, pero no generará un retorno económico sustentable a menos que reduzca el costo de transportar bienes, creando superávits entre los productores y consumidores. Una nueva planta de generación eléctrica que mitigue una escasez energética promoverá el crecimiento, pero si también aumenta la dependencia de las importaciones de combustible y eleva la tarifa eléctrica promedio, sus efectos a largo plazo pueden ser mixtos.
Por lo tanto... la infraestructura se correlaciona de manera estrecha con el crecimiento, pero la inversión específica definirá el tipo de crecimiento, a corto o largo plazo. Además, la sustentabilidad de ese crecimiento dependerá de la calidad de los servicios prestados por esa inversión.
Esto cubre uno de los segmentos de nuestro Triplete de infraestructura: crecimiento, a corto y largo plazo. Hagamos una pausa. Hablaremos del lado humano y ambiental de este Triángulo—la parte “inclusiva” y “ecológica” del crecimiento—en nuestro próximo blog.
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