Si hay algo que solemos pasar por alto más de lo que deberíamos es el impacto de las crisis sobre la salud mental de las personas. Como ejemplo les podemos mencionar los resultados de una encuesta telefónica de Alta Frecuencia (iniciativa del Banco Mundial) sobre el impacto de la pandemia en América Latina.
Realizada en junio de 2021, a casi un año y medio de declarada la pandemia, la encuesta mostró que Paraguay fue el país de la región con el mayor porcentaje de su población (62% del total) que reportó haber sentido ansiedad, nerviosismo o preocupación en los últimos 30 días previos a la encuesta.
Profundizando en lo inquietante de esta cifra, los datos revelan que, de cada diez mujeres, siete reportaron verse afectadas por la ansiedad, mientras que para los hombres la proporción fue de cinco de cada diez. La tendencia se mantiene al desagregar los datos por área de residencia; es decir, tanto las mujeres del área urbana como las del área rural han visto afectada su salud mental en mayor medida que los hombres.
¿Qué ocasionó estos resultados tan negativos? La encuesta evidencia que los elevados niveles de ansiedad, nerviosismo y preocupación en Paraguay están correlacionados con dos puntos críticos donde las diferencias de género suelen ser más visibles: el aumento de las responsabilidades en el hogar (como es cuidar de un familiar enfermo) y las desventajas en el ámbito laboral (como es el trato en el trabajo y el desempleo).
Impacto sobre la economía del cuidado
Tal como se esperaba, la expansión de la economía del cuidado a consecuencia de la pandemia fue liderada desproporcionadamente por las mujeres: el 52% dijo haber sentido un aumento en los trabajos no remunerados del hogar, en comparación a solo el 33% de los hombres.
Las actividades que mayor atención requirieron fueron el acompañamiento escolar y el cuidado de los niños del hogar, seguidas por tareas como lavar, cocinar y limpiar, además del cuidado de otros adultos.
Para muchas mujeres el aumento del trabajo doméstico durante la pandemia significó una inversión adicional de tiempo y esfuerzo que se sumó a sus ya cargadas responsabilidades laborales fuera del hogar. Así pues, no es sorpresa que las mujeres que contaban con un empleo percibieran el aumento en las actividades de la casa en mayor proporción que aquellas que se encontraban desempleadas (57% versus 38%).
Impacto sobre el empleo y los ingresos de las mujeres
Consistente con las tendencias estimadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a través de los datos más recientes de su Encuesta Permanente de Hogares, la Encuesta de Alta Frecuencia mostró que, a junio del 2021, el 56% de las mujeres trabajó en la semana anterior a la encuesta, un porcentaje menor al de los hombres, el cual alcanzó un 78%.
Si bien se observa una mejoría importante en relación a mayo del 2020, la recuperación en este segundo año de la pandemia se muestra más lenta para las mujeres.
Un punto que podría considerarse positivo es la ligera reducción del porcentaje de mujeres que perdieron el trabajo que tenían antes de la pandemia y se encontraba desempleadas, el cual pasó de un 20% en mayo del 2020 a un 17% en junio del 2021. Sin embargo, esta cifra sigue siendo más alta que la de los “nuevos desempleados” hombres, aun cuando estos hayan experimentado una subida importante en este indicador, pasando del 7% en el 2020 al 14% en el 2021.
Tradicionalmente el hecho de ser mujer y además madre ha sido un factor conducente a la discriminación en el trabajo. Esto también se evidencia en los resultados de la encuesta, con el 18% de las trabajadoras-madres que reportaron haber sentido un trato desigual en el trabajo desde que inició la pandemia a causa de tener hijos, en comparación a solo el 6% de los hombres que indicaron lo mismo.
Por último, no ha de sorprendernos que la brecha salarial existente entre mujeres y hombres se haya ensanchado como efecto de la pandemia. Ya antes de ella la diferencia era visible, como se evidencia en los resultados de la encuesta, con el 63% de las mujeres trabajadoras casadas o en convivencia declarando que, antes del inicio de la pandemia, ellas ganaban menos que sus parejas. En cuanto a los hombres, el porcentaje que declaró que sus parejas ganaban más que ellos fue solo el 12%.
¿Qué se puede hacer?
Las políticas de reactivación económica en Paraguay deben incluir iniciativas concretas que apunten revertir progresivamente el impacto desproporcionado que la pandemia ejerció sobre las mujeres. Desde la salud física y mental, las responsabilidades del trabajo doméstico, el bienestar laboral, hasta los ingresos, es fundamental implementar programas y sistemas que promuevan la igualdad de género a corto, mediano y largo plazo.
Es preciso crear conciencia sobre la importancia de la participación de las mujeres en el desarrollo económico del país. El primer paso es asumir la necesidad de redefinir al trabajo doméstico como una responsabilidad compartida entre hombres y mujeres, con el gobierno al frente como propulsor de políticas públicas centradas en la economía del cuidado. Tales esfuerzos deben ir de la mano de planes que promuevan mayores y mejores espacios para las mujeres en el mercado laboral. Actualmente, el Ministerio de la Mujer encabeza la iniciativa del gobierno paraguayo relacionada a este tema.
Una política de recuperación pospandemia que tome en cuenta el valor de la contribución de las mujeres a la sociedad redituará no solo en mejores condiciones de vida para ellas, sino también en un clima económico más eficiente y en una convivencia social mucho más saludable.
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