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La incertidumbre sobre la economía global sigue siendo elevada. A pesar de la relativa calma en los mercados, varios nubarrones siguen acechando el panorama económico mundial en 2012, con consecuencias más o menos graves para México, dependiendo de qué tan complicada se torne la situación global.
Algunas de esas amenazas son:
- La Eurozona presenta el principal riesgo al entorno global, con sus problemas financieros y fiscales sin terminar de resolverse y con perspectivas de recesión inminentes.
- El anémico crecimiento de las economías avanzadas también preocupa, aunque en menor medida. Incluso los Estados Unidos, cuya recuperación parece ser sostenida, es más lenta que la observada en periodos post-crisis anteriores.
- La volatilidad del precio del petróleo -en parte por las tensiones en Oriente Medio- y la incertidumbre sobre el crecimiento de China son otros factores de riesgo que pesan sobre las perspectivas económicas mundiales.
¿Cómo repercute este panorama en México?
A pesar del entorno global incierto, las perspectivas económicas en 2012 son positivas. El Banco Mundial estima que México crecerá por encima del 3% en un escenario base, anclado en la recuperación de la industria manufacturera, el sólido crecimiento de la demanda doméstica, una gestión macroeconómica prudente y un sistema financiero con riesgos limitados de contagio externo.
En un escenario más pesimista, de una aguda desaceleración mundial, la economía mexicana se vería afectada en el terreno comercial, financiero y de expectativas. La economía sufriría pérdidas comerciales, por la caída de la demanda de exportaciones y por un descenso en el precio de las materias primas, retracción crediticia y presiones cambiarias. Los consumidores y las empresas mexicanas podrían disminuir su demanda de bienes y servicios, posponiendo decisiones de consumo e inversión como reacción adversa a la incertidumbre.
Sin embargo, no hay razón para alarmarse. La economía mexicana está bien preparada para afrontar choques externos. Entre sus principales fortalezas destacan la ausencia de desequilibrios financieros y fiscales, y una prudente gestión de la deuda soberana, lo que permite al gobierno acceder con facilidad a los mercados de capitales internacionales. Además, cuenta con un tipo de cambio flexible que ayuda a absorber los choques externos (por ejemplo, mitigando el impacto negativo de una caída de la demanda externa, ya que al depreciarse la moneda local las exportaciones mexicanas se verían favorecidas).
El alto nivel de reservas internacionales y la línea de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional, son colchones financieros adicionales que ayudarían a mitigar el impacto de choques externos, permitiendo cubrir las necesidades de financiamiento externo en un entorno económico global complejo.
Por otro lado, la inflación se mantiene moderada, por debajo del 4%, y las expectativas de inflación son amortiguadas por la credibilidad de que goza la gestión macroeconómica actual. La estabilidad y la solvencia del sistema financiero seguirá siendo un elemento de fortaleza y podrá seguir apoyando la demanda interna.
Ahora bien, la economía mexicana no está exenta de riesgos. La capacidad de respuesta de la política fiscal es menor que la observada en 2007 (el déficit fiscal primario en 2011 es aproximadamente de 0.3% del PIB, comparado con un superávit de 1.5%). Estos riesgos fiscales se podrían mitigar con los fondos de estabilización de ingresos petroleros y con las coberturas ("oil hedges") que protegen contra caídas del precio del petróleo. En materia social, la pobreza y el desempleo no han recuperado todavía los niveles anteriores a la crisis de 2008/2009, y ambas variables podrían empeorar ante otro choque externo.
Aun cuando no se desate una tormenta en el entorno global, no hay lugar para complacencia. La economía mexicana debe afrontar retos pendientes: cerrar la brecha de crecimiento y de equidad son tareas prioritarias. El crecimiento en México ha sido insuficiente para reducir la brecha del ingreso per cápita con respecto de Estados Unidos (en los últimos cien años el ingreso promedio per cápita mexicano se ha mantenido por debajo del 25% del ingreso per cápita de EU). Promover un crecimiento inclusivo es crucial porque los niveles de pobreza y desigualdad son tan elevados que afectan a casi la mitad de la población.
Para reducir estas brechas es necesaria la adopción de reformas fiscales y de mejora del clima de negocios. La reforma fiscal permitiría mejorar los niveles de recaudación con la que se podría financiar una mejora de la protección social de la población vulnerable a la pobreza.
Reformas que promuevan la inversión privada y la productividad empresarial permitirían dejar atrás estos "cien años de soledad" en que hemos estado atrapados, elevando así el crecimiento a largo plazo y cerrando la brecha de ingreso per cápita.
Este blog fue publicado originalmente en CNN México.
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