A casi un año de haberse declarado la pandemia de COVID-19, sus efectos siguen causando estragos. Mientras avanza el proceso de vacunación contra el virus, el foco ahora está en las consecuencias de las cuarentenas y el distanciamiento social, las cuales en América Latina y el Caribe, la región más golpeada, aún comienzan a evidenciarse.
Uno de esos efectos, tal vez el más dramático, es la profundización de las desigualdades que ya existían entre hombres y mujeres, especialmente en la distribución de las tareas en el hogar. Esta es una estadística que usualmente no vemos y que influye en otro dato más evidente: las oportunidades económicas de las mujeres.
Veamos el caso de Chile, donde menos de la mitad (46%) de las mujeres forma parte de la fuerza de trabajo comparado al 68.9% de los hombres. Y por si fuera poco: en el momento más álgido de la pandemia, hasta 992.000 mujeres abandonaron la fuerza de trabajo frente a 816.000 hombres.
Históricamente, los hombres en Chile han participado predominantemente de la fuerza de trabajo, pero durante los últimos años la brecha entre participación laboral femenina y masculina había decrecido , llegando a acortarse en 8 puntos, lo que llevó la participación laboral femenina hasta el 53,3%. Bastó la pandemia para que se borraran estas ganancias: entre los ocupados antes de la crisis, más mujeres (51,4%) que hombres (48,6%) perdieron su trabajo o tienen su empleo suspendido temporalmente.
Si bien estas cifras dan cuenta de cómo la pandemia borró una década de progreso en incorporación laboral femenina, estas cifras no nos dicen mucho sobre la realidad que han vivido día a día durante la pandemia las mujeres que conservan sus trabajos y las que se han visto obligadas a dejarlos. Esta es la estadística silenciosa, y para visibilizarla, el Banco Mundial realizó un diagnóstico sobre la COVID-19 y el empleo femenino en Chile.
Es sabido que la participación laboral femenina está muy influenciada por las responsabilidades domésticas y de cuidado en el hogar. En tiempos pre-pandemia, las mujeres en Chile dedicaban en promedio tres horas más al día que los hombres a tareas domésticas y de cuidado. Si a eso sumamos las cuarentenas, el teletrabajo (para quienes pueden), los cierres de guarderías y colegios y las necesidades de cuidado que ello acarrea, no es sorpresa que la pandemia tenga a las mujeres sobre la cuerda floja.
Un estudio del Banco Mundial sobre los impactos de género del COVID-19 en América Latina y el Caribe estima que, mientras que la presencia de niños en edad escolar está asociada al aumento en la probabilidad de perder el trabajo durante la crisis por COVID-19 en las mujeres, no se observa ninguna relación en el caso de los hombres. Y si bien no se tienen las cifras precisas sobre horas dedicadas a tareas domésticas y de cuidado en la pandemia, una mayor proporción de mujeres chilenas que no trabaja reporta no hacerlo porque necesita tiempo para cuidar a los hijos o a familiares enfermos (9%, comparado a 0,7% hombres).
Una encuesta a los funcionarios de las Oficinas Municipales de Intermediación Laboral realizada por el Banco Mundial, en conjunto con el Servicio Nacional de Empleo y el Ministerio del Trabajo, también confirma que el cuidado ha sido uno de los mayores impedimentos a la hora de volver al mundo laboral.
Esta realidad –cuyas estadísticas ya no son tan silenciosas— requiere que la reactivación económica, además de los programas laborales de emergencia, incluya la adopción de medidas para conciliar el empleo con las responsabilidades del hogar. También es necesario generar conciencia, a través de campañas pedagógicas y de información, sobre las ventajas de distribuir de manera equitativa estas responsabilidades dentro del hogar. En este sentido, se debe garantizar la disponibilidad y accesibilidad de servicios de cuidado infantil. En 20% de los hogares chilenos hay presencia de menores de 6 años y, por consiguiente, necesidades de cuidado infantil. Por ello, la propuesta de Ley de Sala Cuna Universal podría desempeñar un papel importante para impulsar el empleo con un enfoque de género.
La caída en la participación laboral femenina tiene un alto costo social, pues limita las oportunidades para todos. También tiene un impacto económico, ya que eliminar las brechas de género en participación laboral y escolaridad, podría traer a Chile ganancias de 11,4% del PIB per cápita en las próximas tres décadas.
Enfrentar este desafío con urgencia es clave para que el país pueda alcanzar una recuperación económica sostenible.
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