La inclusión social y económica de las mujeres, crucial para el desarrollo de Centroamérica

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Hace un par de meses, en una de mis primeras visitas a Centroamérica como directora de esta región, tuve la oportunidad de escuchar el testimonio de una joven estudiante del municipio de San Dionisio, en el departamento de Matagalpa, Nicaragua, de la que recojo ahora una pequeña frase de enormes implicaciones: “¿Sabe? La escuela no solo me enseña, sino que aquí me siento parte de una comunidad”.
 
Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, el testimonio de esta estudiante vino a mi mente como un recordatorio del poder expansivo que tienen para ellas, para sus familias y para la economía la inclusión social y la educación, en una región como Centroamérica -donde   de acuerdo con cifras del Banco Mundial, una de cada tres mujeres de entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja.
 
La visita me permitió conocer algunos logros de nuestros proyectos de apoyo al sector educativo. Una formación de calidad es fundamental para que las mujeres accedan a trabajos que demandan mano de obra calificada, con salarios dignos que ayuden a romper los círculos de pobreza, y reducir las probabilidades de embarazos tempranos o de ingresar a pandillas.
 
De cara al futuro, la educación de calidad también brinda mayores oportunidades a los más jóvenes y puede generar una ola de repercusiones positivas para la economía de la región, ya que el capital humano especializado les permite aumentar su productividad.  
 
Con ellas, hay avance
 

Invertir en la inclusión social y económica de las mujeres es crucial y permite a Centroamérica seguir avanzando, especialmente en las áreas de educación y salud.
 
Datos del Banco Mundial de 2015 muestran que en los últimos 50 años la esperanza de vida llegó a 76 años en Guatemala y Honduras, 77 años en El Salvador y 78 años en Nicaragua, lo que redujo la brecha que existía con respecto del promedio en América Latina y El Caribe que es de 78 años. Incluso Panamá y Costa Rica se han mantenido por encima de este promedio, con 81 y 82 años respectivamente.
 
Igualmente, la región sigue adelante en la creación de marcos legales e instituciones que apoyan a las mujeres y a las niñas, y la mayoría de sus países son firmantes de acuerdos mundiales emblemáticos como el Convenio de las Naciones Unidas para la Eliminación de Toda Forma de Discriminación Contra la Mujer y han aprobado leyes contra la discriminación de género.
 
Por ejemplo, Nicaragua destaca como uno de los países que más garantizan la participación femenina en la esfera política, tras una reforma en 2012. Sin embargo, su aplicación sigue presentando retos.
  
Camino por recorrer
 
Frente a estos logros, existen también grandes desafíos que Centroamérica debe enfrentar. Algunos de ellos, en el ámbito social, son los embarazos adolescentes, los matrimonios infantiles y la violencia contra las mujeres.
 
Para dar una idea del camino por remontar en estos aspectos, basta revisar las cifras de embarazos adolescentes en los países de la región que, con excepción de Costa Rica, se ubican por encima de las de América Latina y El Caribe.
 
Igualmente, las tasas de matrimonios infantiles son elevadas, particularmente en Nicaragua y Honduras, donde 41% y 34% de las mujeres se casan o se unen antes de los 18 años, respectivamente, lo que socava sus derechos y además tiene un impacto significativo en aspectos cruciales para el desarrollo como el acceso a las oportunidades económicas.
 
La violencia contra las mujeres también representa un reto, pues una de cada tres mujeres señala haber estado expuesta a violencia, física, sexual o ambas por parte de un compañero íntimo.
 
Otro pendiente es la inclusión económica de las mujeres de la región, pues las tasas de participación laboral de las mujeres centroamericanas suelen ser más bajas que las de sus pares latinoamericanas con un nivel de ingreso similar.
 
Aunado a ello está su baja participación laboral, ya que en 2014 menos de la mitad de las mujeres de entre 18 y 65 años en Guatemala, Honduras y Costa Rica estaba empleada y la mayoría de éstas trabajaba sólo media jornada. 
 
Panamá, con 40% de las mujeres en ese rango de edad empleadas a tiempo completo, tenía la tasa más elevada de América Latina y El Caribe.
 
En cualquier caso, son las mujeres pobres, indígenas, las que viven en zonas rurales y aquellas que tienen menor acceso a la educación, las que están en una situación particularmente grave, por lo tanto, el trabajo para cerrar la brecha de género es más urgente.
 
La fuerza de las mujeres rurales

El Banco Mundial ha apoyado a los países centroamericanos en diferentes áreas, como el acceso a la salud y a la educación, la prevención de la violencia, el acceso a tierras, la generación de empleo y la protección social. En todos los casos, invertir en las mujeres conlleva beneficios.
 
Un ejemplo es una campaña de comunicación que se realizó en el marco del Proyecto de Administración de Tierras de Honduras II, en la que se transmitieron mensajes específicos acerca de las oportunidades económicas que trae para la población el contar con un título de tierra.
 
Como resultado se emitieron 50,000 títulos, de los cuales 58% cuenta con una mujer como beneficiaria.
 
Otro resultado que muestra el potencial de las mujeres rurales es el que se obtuvo en Nicaragua a través del Proyecto de Mejora de Carreteras Rurales, en el que se logró que la proporción de mujeres empleadas en el mantenimiento de estas vías a nivel comunitario aumentara de 10% a 46%.
 
Además, las participantes ocuparon posiciones de dirección, técnicas y administrativas, con lo que pudieron aumentar sus ingresos, desarrollar habilidades y tomar decisiones efectivas.
 
Esta experiencia tuvo también importantes efectos psicológicos y de desarrollo humano en las mujeres, que mejoraron su autoestima y autonomía, lo que a su vez generó cambios dentro del hogar y les permitió exponerse más socialmente.
 
Los beneficios de invertir en la inclusión económica de las mujeres deben optimizarse con políticas públicas que les provean opciones para el cuidado de los hijos y que mejoren el acceso a los servicios públicos como el agua corriente, para que puedan liberarse de estas ocupaciones y dedicarse a actividades económicas, cuyos beneficios son de largo alcance.
 
En el ámbito social, superar estereotipos sobre la capacidad y el rol de las mujeres en diferentes esferas es otro objetivo que debe perseguirse.
 
El Banco Mundial seguirá siendo un socio clave de los países centroamericanos en estos aspectos.
 

*Con la colaboración de Liliana Sousa y Miriam Muller.
 

Autores

Seynabou Sakho

Directora de Estrategia y Operaciones

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