Me parece una excelente iniciativa la de fijar la mirada en el fenómeno de las clases medias en Latinoamérica. No tanto en aquello que ya sabíamos -la revolución del crecimiento que llevó a decenas de millones de personas a poder escapar de la pobreza en las dos últimas décadas- sino sobre lo que se está registrando desde hace unos meses: el descontento, la insatisfacción, el enfado en muchos casos, de todos aquellos que han desembocado en una nueva realidad social y quieren cambios. Y cambios rápidos.
Los números de esa revolución son espectaculares: en la segunda mitad del siglo pasado las clases medias latinoamericanas eran pequeñas, menos del 20% de la población. En la última década (entre 2003 y 2011), la clase media creció en 50%.
Por primera vez en la historia, hay más latinoamericanos de clase media que viviendo en la pobreza. Los que acaban de subir este peldaño económico y social, ¿deberían sonreír, dar las gracias y esperar otra década para notar, para sentir que son clases medias? ¡Ni hablar!
En Chile, en Brasil, en Argentina, en Perú, en Colombia, en México, lo que esas personas quieren es que las promesas se hagan realidad ya. Yo, que he tenido el privilegio de vivir y trabajar en Latinoamérica y que viajo allí con mucha frecuencia, he podido comprobar personalmente este gran salto en la realidad y en las expectativas. Y como la democracia -por suerte- es desordenada, impetuosa y confusa, tiene todo el sentido del mundo que las nuevas clases medias se planten, que pidan más. Y que los dirigentes asistan, en ocasiones perplejos, a las revueltas en su contra de los que más se han beneficiado de las políticas inclusivas que ellos han impulsado.
La gente quiere más porque la gente sabe más. La demanda de información, aliada con los nuevos medios -y aprovecho para recomendarles la Edición América en la web de EL PAÍS, lanzada en abril de este año- forma parte también de todo esto. El presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, nos explicó muy bien este fenómeno en la entrevista que le hicimos en la capital de Perú a finales de junio: “Ahora la persona más pobre del suburbio más pobre de Lima conoce exactamente cómo vive la gente acomodada en Lima, cómo vive la gente acomodada en Europa. No hay límites para saber qué es lo que significa vivir bien, qué es la riqueza, qué supone el acceso a las cosas…”
Y el presidente, obsesionado con que el Banco Mundial reitere a todos los países el mensaje de que practiquen la “ciencia de hacer realidad las promesas", precisamente para que ejecuten las políticas a las que se comprometen, iba en seguida al grano: “Vivimos tiempos apasionantes, porque ya no se trata solo de salir de la pobreza. En cuanto uno sale, dice: “¿Y ahora qué? ¿Qué hay después? Lo que hay es una mejor educación para mis hijos”.
El gran asunto aquí, en Latinoamérica, va a ser el siguiente: “Si yo he nacido en una familia pobre, ¿mis hijos van a tener la oportunidad de llegar hasta los escalones más altos de la sociedad?”. Y esta demanda ha llegado para quedarse, va a estar ahí”.
Por todas estas razones, estoy deseando escuchar a los expertos, a los ministros y líderes convocados y al presidente y al vicepresidente para Latinoamérica del Banco en la jornada que hemos organizado en Washington el próximo jueves sobre este apasionante asunto, “El crecimiento de las clases medias y la brecha de servicios en Latinoamérica”. Habrá live chat y streaming aquí así que... ¡Hasta pronto!
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