La pospandemia debería tener rostro de mujer

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Una mujer trabaja en las oficinas principales de Edesur (empresa de distribución de electricidad), Santo Domingo, República Dominicana. Foto Orlando Barría Una mujer trabaja en las oficinas principales de Edesur (empresa de distribución de electricidad), Santo Domingo, República Dominicana. Foto Orlando Barría

Ser mujer en muchos países del mundo implica estar un paso atrás en los estándares de bienestar. Sé que en las últimas décadas se han logrado avances para acortar la brecha de género, pero empleos informales, pobreza y regulaciones que limitan oportunidades económicas siguen afectando más a las mujeres . Y la pandemia y sus efectos negativos en la salud, el mercado laboral y los ingresos han puesto en peligro los logros alcanzados en los últimos 25 años.

Ese es el caso de República Dominicana donde el 37,6% de los hogares son liderados por mujeres. Si bien son minoría, la incidencia de la pobreza es casi seis puntos porcentuales más alta que entre los encabezados por hombres. Y en ese contexto hemos visto cómo la pandemia ha dificultado más aún sus sueños de salir adelante.

Desafortunadamente, más allá de ser jefas de hogar en la pobreza, las mujeres dominicanas enfrentan otro gran desafío: la maternidad adolescente. Con 94.3 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años en 2017, la tasa de embarazo de jóvenes de dicha edad de la República Dominicana es casi un 50% más alta que el promedio regional de Latinoamérica y el Caribe y más del triple del promedio de los países de ingreso medio alto de todo el mundo. 

Si las tendencias actuales continúan, la tasa de embarazos adolescentes entre las dominicanas pronto superará el promedio de África subsahariana por primera vez desde la década de los 60 , según un estudio del Banco Mundial sobre las políticas sociales en el país. 

En 2013 casi una cuarta parte de las mujeres de 20 a 24 años informaron que habían tenido su primer hijo a una edad en la que deberían estar terminando la educación primaria (10 a 14 años) o secundaria (15 a 17 años).  Y el 48,7% de las adolescentes que informan haber estado embarazadas abandonaron la escuela después del nacimiento de su primer hijo. 

De fondo hay otros problemas. Las mujeres que quedan embarazadas tan jóvenes tienen más probabilidades de sufrir graves consecuencias socioeconómicas y emocionales. A esto se suma un contexto de pobreza intergeneracional que persiste y, en muchos casos, el consumo de drogas y la violencia doméstica. Y todo esto sin contar que aproximadamente dos tercios de las adolescentes que quedaron embarazadas no querían hacerlo en ese momento. No son desconocidas, son vecinas, compañeras de trabajo, quienes nos atienden en el comercio.

El acceso al mercado laboral formal también muestra desafíos. En este contexto, muchas dependen de programas de asistencia social. 

El gobierno dio pasos para reducir la brecha tras lanzar el plan Supérate, dirigido a más de 1 millón de beneficiarios en condiciones de pobreza, de los cuales el 64% son mujeres.  El plan crea un sistema de cuidados y brinda así oportunidades de trabajo. Pero todavía hay más camino por recorrer para ampliar las oportunidades de las mujeres.

Además, el 6 de enero de 2021 la nueva administración dio un paso relevante al promulgar la ley 1-21 que prohibió a las personas menores de 18 años contraer matrimonio. 

¿Qué hacer para generar un mejor porvenir?

No me canso de repetir que la crisis proporciona una oportunidad para llevar a cabo reformas que disminuyan la vulnerabilidad de las mujeres al tiempo que se robustece la economía. Es preciso avanzar en el empoderamiento de la mujer y la reducción de la pobreza, garantizando el acceso a servicios de salud y agua.
A este desafío se suma reforzar la educación en salud sexual y reproductiva y generar liderazgos en el sector de asistencia a las mujeres. Eso es especialmente importante para disminuir la fragilidad en la que se encuentran las adolescentes dominicanas.

Es imprescindible también generar un mercado más competitivo que pueda incrementar la mano de obra para poder multiplicar las posibilidades de las mujeres de acceder a un trabajo mejor remunerado. 

La salida de la pandemia genera esperanza y sabemos que no hay una solución mágica. Pero en su esfuerzo por lograr la prosperidad y la eliminación de la pobreza, el gobierno debería priorizar sus esfuerzos en una respuesta inclusiva que se dirija hacia las poblaciones más frágiles, que incluya a las mujeres y enfrente el persistente desafío del embarazo en la adolescencia, de forma que lejos de quedar atrás, ellas den un paso adelante en la pospandemia. 
 


Autores

Alexandria Valerio

Representante Residente para la República Dominicana

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