Gracias al aumento del ingreso per cápita y una cierta mejoría en la distribución del ingreso, en lo corrido del siglo 21 se ha expandido notablemente la proporción de latinoamericanos que cuentan con alguna capacidad de comprar bienes y servicios más allá de una canasta de subsistencia.
Una gran parte de las nuevas clases medias es sin embargo vulnerable económicamente y carece del capital humano para continuar ascendiendo en la escala social. Sus expectativas de mayor ingreso y estabilidad económica a menudo han ido más rápido que sus condiciones reales.
Paralelamente han cambiado las tendencias y prácticas políticas. En la mitad de los países latinoamericanos están en el poder partidos de izquierda que no existían o se encontraban marginados hace apenas dos décadas. En la mayoría de países ha aumentado la competencia partidista, y la afiliación a los partidos es cada vez más frágil y circunstancial. Se ha acelerado la renovación del liderazgo político, que en el pasado dependía mucho más de dinastías familiares y de hegemonías patrimonialistas.
El voto clientelista no ha desaparecido pero es cada vez más difícil de movilizar, y han ganado fuerza diversos canales no institucionales de expresión de las demandas del electorado, desde la movilización callejera hasta las redes sociales por internet. Todos estos cambios son una revolución política que en ha contribuido a alimentar las expectativas de progreso económico y social.
Las nuevas demandas de las crecientes clases medias incluyen no sólo empleos estables y mejor remunerados, sino también mejores viviendas, servicios públicos y seguridad en las ciudades, acceso a la seguridad social y mejor educación terciaria. Puesto que las demandas políticas responden más a las expectativas que a los indicadores objetivos, no es inusual que sean mayores en las ciudades y países que gozan de condiciones mejores o que han tenido progresos más rápidos.
En los próximos años la revolución de las expectativas generará grandes tensiones políticas e incluso conflictos sociales abiertos, como ya es evidente en algunos países. Como es usual, el péndulo ideológico demandará renovar el poder político y reorientar las estrategias económicas y sociales.
Pero el contexto económico internacional hará más difícil responder a estas demandas, especialmente en los países dependientes de la exportación de recursos naturales que no aprovecharon los buenos tiempos para ampliar las oportunidades económicas y para mejorar el capital humano de las nuevas generaciones.
Una gran parte de las nuevas clases medias es sin embargo vulnerable económicamente y carece del capital humano para continuar ascendiendo en la escala social. Sus expectativas de mayor ingreso y estabilidad económica a menudo han ido más rápido que sus condiciones reales.
Paralelamente han cambiado las tendencias y prácticas políticas. En la mitad de los países latinoamericanos están en el poder partidos de izquierda que no existían o se encontraban marginados hace apenas dos décadas. En la mayoría de países ha aumentado la competencia partidista, y la afiliación a los partidos es cada vez más frágil y circunstancial. Se ha acelerado la renovación del liderazgo político, que en el pasado dependía mucho más de dinastías familiares y de hegemonías patrimonialistas.
El voto clientelista no ha desaparecido pero es cada vez más difícil de movilizar, y han ganado fuerza diversos canales no institucionales de expresión de las demandas del electorado, desde la movilización callejera hasta las redes sociales por internet. Todos estos cambios son una revolución política que en ha contribuido a alimentar las expectativas de progreso económico y social.
Las nuevas demandas de las crecientes clases medias incluyen no sólo empleos estables y mejor remunerados, sino también mejores viviendas, servicios públicos y seguridad en las ciudades, acceso a la seguridad social y mejor educación terciaria. Puesto que las demandas políticas responden más a las expectativas que a los indicadores objetivos, no es inusual que sean mayores en las ciudades y países que gozan de condiciones mejores o que han tenido progresos más rápidos.
En los próximos años la revolución de las expectativas generará grandes tensiones políticas e incluso conflictos sociales abiertos, como ya es evidente en algunos países. Como es usual, el péndulo ideológico demandará renovar el poder político y reorientar las estrategias económicas y sociales.
Pero el contexto económico internacional hará más difícil responder a estas demandas, especialmente en los países dependientes de la exportación de recursos naturales que no aprovecharon los buenos tiempos para ampliar las oportunidades económicas y para mejorar el capital humano de las nuevas generaciones.
*El autor es miembro del Comité Asesor de la serie del Latin Américan Development Forum en representación del BID entre 2003 y 2012 y coeditor de cuatro títulos de la serie .
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