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El papel de la infraestructura de transporte durante la emergencia causada por el fenómeno natural. Las lluvias que este año han azotado el norte del Perú han sido 10 veces más fuertes que de costumbre. Esto ha llevado al desborde de ríos y a avalanchas de lodo en numerosas áreas del país y, en consecuencia, se ha declarado el estado de emergencia en 10 regiones.
La causa de estas fuertes lluvias es el Niño, un fenómeno natural caracterizado por el calentamiento anormal de la temperatura superficial del mar en el océano Pacífico ecuatorial central y oriental. Este fenómeno dura alrededor de 18 meses, se produce cada 2 a 7 años y explica la alteración de los patrones normales de precipitación y de circulación atmosférica tropical, que dan lugar a eventos climáticos extremos en todo el planeta.
En particular, en el caso del Perú, cuando se acerca la Navidad se registra este incremento de temperatura en la costa norte e intensas lluvias azotan el país y dan lugar a los “huaicos”. “Huaico” es una palabra que proviene del quechua (wayq’u) y define las masas enormes de lodo y piedras que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas de los Andes y que, al caer en los ríos, ocasionan su desbordamiento. Estas avalanchas de lodo son causadas por la combinación de varios factores naturales (fuertes lluvias, grandes pendientes, falta de vegetación, etc.) pero también por otros factores relacionados con la acción humana, que maximizan su impacto. Estos incluyen la construcción de asentamientos humanos en cuencas inundables o una deficiente gestión integral de las mismas.
Normalmente estas inundaciones afectan a la costa norte del Perú. Sin embargo, la situación de este año es particularmente excepcional, puesto que está afectando también a la costa central del Perú y a su capital, Lima. Se dice que las inundaciones de este año son comparables a las causadas por el fenómeno del Niño de 1997-98, uno de los más catastróficos de los últimos años, que dejó unas pérdidas de 1.200 millones de dólares según el INDECI (Instituto Nacional de Defensa Civil del Perú) y se llevó la vida de 374 personas.
Los datos de este año no son mucho más esperanzadores: los huaicos e inundaciones de estos últimos meses en la zona costera peruana han afectado al global de la población, dejando 158 fallecidos, 467 heridos, 18 desaparecidos y más de 1,5 millones de afectados y damnificados. La población de Perú se ha unido bajo el lema #UnaSolaFuerza y el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional ha coordinado los esfuerzos por parte del gobierno.
Este desastre natural ha tenido fuertes consecuencias en muchos sectores: alrededor de 300.000 personas han perdido sus hogares, 179 escuelas han quedado inservibles y se ha retrasado el inicio de las clases en muchas regiones.
Sin embargo, es necesario destacar que el sector de la infraestructura de transporte ha sido uno de los más castigados por esta emergencia, tal y como se puede apreciar en la tabla inferior:
Como es de suponer, los daños en estas infraestructuras generan un gran impacto en la vida de las personas, puesto que ciertas zonas rurales o incluso ciudades enteras han perdido sus principales vías de movilidad. Además, el tránsito interrumpido o restringido ha dificultado la llegada de ayuda a comunidades afectadas, así como el abastecimiento de productos básicos.
Sin ir más lejos, la ciudad de Lima ha sido también castigada por este fenómeno climático. El desbordamiento de sus principales ríos, Rímac y Huaycoloro, constituye un hecho con escasos precedentes. Cabe destacar igualmente el papel del transporte urbano en las situaciones de emergencia. En este caso, la línea 1 del Metro de Lima fue clave para asegurar la movilidad entre algunos distritos de la ciudad, al ser una de las pocas vías que no quedaron incomunicadas. Así pues, la línea 1 del Metro de Lima extendió su horario habitual por la emergencia y consiguió transportar 17.000 pasajeros adicionales.
Tal y como se enuncia en este post, las pérdidas provocadas por la infraestructura de transporte en desastres naturales normalmente suponen una proporción significativa del impacto económico de los desastres. Además, debido al cambio climático, es cada vez más probable que sucedan desastres naturales de este calibre con frecuencia. Debido a eso, se debe orientar cada vez más la infraestructura de nuestros países hacia un modelo de resiliencia y eficiencia, que permita mitigar los riesgos asociados a los desastres naturales e incorpore estos conceptos en los criterios de diseño.
En definitiva, es fundamental optar por un modelo de planificación estratégica de la red de transportes, que proporcione una respuesta adecuada frente a los episodios adversos. En este sentido, también es necesario sensibilizar a la población acerca del respeto a la planificación urbana y los usos del suelo: un alto porcentaje de la población reubicada tras una inundación regresa a su hogar inicial, ignorando el riesgo que esto supone.
Asimismo, se debe fomentar la cultura de mantenimiento, complementada con la implementación de elementos de prevención, como los sistemas de alerta temprana. Esto permitirá mantener las vías de comunicación en un estado aceptable y atenuar los efectos negativos de los episodios potencialmente dañinos.
Frente a las catástrofes naturales, la acción conjunta de todos los actores involucrados es necesaria. Por esta razón, el Banco Mundial está en conversaciones sobre las posibles colaboraciones para apoyar al Gobierno Peruano en la reconstrucción de la infraestructura de transporte.
El papel de la infraestructura de transporte durante la emergencia causada por el fenómeno natural. Las lluvias que este año han azotado el norte del Perú han sido 10 veces más fuertes que de costumbre. Esto ha llevado al desborde de ríos y a avalanchas de lodo en numerosas áreas del país y, en consecuencia, se ha declarado el estado de emergencia en 10 regiones.
La causa de estas fuertes lluvias es el Niño, un fenómeno natural caracterizado por el calentamiento anormal de la temperatura superficial del mar en el océano Pacífico ecuatorial central y oriental. Este fenómeno dura alrededor de 18 meses, se produce cada 2 a 7 años y explica la alteración de los patrones normales de precipitación y de circulación atmosférica tropical, que dan lugar a eventos climáticos extremos en todo el planeta.
En particular, en el caso del Perú, cuando se acerca la Navidad se registra este incremento de temperatura en la costa norte e intensas lluvias azotan el país y dan lugar a los “huaicos”. “Huaico” es una palabra que proviene del quechua (wayq’u) y define las masas enormes de lodo y piedras que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas de los Andes y que, al caer en los ríos, ocasionan su desbordamiento. Estas avalanchas de lodo son causadas por la combinación de varios factores naturales (fuertes lluvias, grandes pendientes, falta de vegetación, etc.) pero también por otros factores relacionados con la acción humana, que maximizan su impacto. Estos incluyen la construcción de asentamientos humanos en cuencas inundables o una deficiente gestión integral de las mismas.
Normalmente estas inundaciones afectan a la costa norte del Perú. Sin embargo, la situación de este año es particularmente excepcional, puesto que está afectando también a la costa central del Perú y a su capital, Lima. Se dice que las inundaciones de este año son comparables a las causadas por el fenómeno del Niño de 1997-98, uno de los más catastróficos de los últimos años, que dejó unas pérdidas de 1.200 millones de dólares según el INDECI (Instituto Nacional de Defensa Civil del Perú) y se llevó la vida de 374 personas.
Los datos de este año no son mucho más esperanzadores: los huaicos e inundaciones de estos últimos meses en la zona costera peruana han afectado al global de la población, dejando 158 fallecidos, 467 heridos, 18 desaparecidos y más de 1,5 millones de afectados y damnificados. La población de Perú se ha unido bajo el lema #UnaSolaFuerza y el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional ha coordinado los esfuerzos por parte del gobierno.
Este desastre natural ha tenido fuertes consecuencias en muchos sectores: alrededor de 300.000 personas han perdido sus hogares, 179 escuelas han quedado inservibles y se ha retrasado el inicio de las clases en muchas regiones.
Sin embargo, es necesario destacar que el sector de la infraestructura de transporte ha sido uno de los más castigados por esta emergencia, tal y como se puede apreciar en la tabla inferior:
Total | Destruidas | Dañadas | |
---|---|---|---|
Carreteras | 26.436 KM | 4.793 KM (18%) | 12.064 KM (46%) |
Caminos rurales | 138.935 KM | 6.081 KM (4%) | 38.327 KM (28%) |
Puentes | - | 433 | 759 |
Fuentes: Provias Descentralizado (Total Km) e INDECI (datos Km afectados)
Como es de suponer, los daños en estas infraestructuras generan un gran impacto en la vida de las personas, puesto que ciertas zonas rurales o incluso ciudades enteras han perdido sus principales vías de movilidad. Además, el tránsito interrumpido o restringido ha dificultado la llegada de ayuda a comunidades afectadas, así como el abastecimiento de productos básicos.
Sin ir más lejos, la ciudad de Lima ha sido también castigada por este fenómeno climático. El desbordamiento de sus principales ríos, Rímac y Huaycoloro, constituye un hecho con escasos precedentes. Cabe destacar igualmente el papel del transporte urbano en las situaciones de emergencia. En este caso, la línea 1 del Metro de Lima fue clave para asegurar la movilidad entre algunos distritos de la ciudad, al ser una de las pocas vías que no quedaron incomunicadas. Así pues, la línea 1 del Metro de Lima extendió su horario habitual por la emergencia y consiguió transportar 17.000 pasajeros adicionales.
Tal y como se enuncia en este post, las pérdidas provocadas por la infraestructura de transporte en desastres naturales normalmente suponen una proporción significativa del impacto económico de los desastres. Además, debido al cambio climático, es cada vez más probable que sucedan desastres naturales de este calibre con frecuencia. Debido a eso, se debe orientar cada vez más la infraestructura de nuestros países hacia un modelo de resiliencia y eficiencia, que permita mitigar los riesgos asociados a los desastres naturales e incorpore estos conceptos en los criterios de diseño.
En definitiva, es fundamental optar por un modelo de planificación estratégica de la red de transportes, que proporcione una respuesta adecuada frente a los episodios adversos. En este sentido, también es necesario sensibilizar a la población acerca del respeto a la planificación urbana y los usos del suelo: un alto porcentaje de la población reubicada tras una inundación regresa a su hogar inicial, ignorando el riesgo que esto supone.
Asimismo, se debe fomentar la cultura de mantenimiento, complementada con la implementación de elementos de prevención, como los sistemas de alerta temprana. Esto permitirá mantener las vías de comunicación en un estado aceptable y atenuar los efectos negativos de los episodios potencialmente dañinos.
Frente a las catástrofes naturales, la acción conjunta de todos los actores involucrados es necesaria. Por esta razón, el Banco Mundial está en conversaciones sobre las posibles colaboraciones para apoyar al Gobierno Peruano en la reconstrucción de la infraestructura de transporte.
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