De aquí al 2020, se espera que 10 millones de personas –el equivalente a la población total de un país pequeño de América Latina- mueran en accidentes de tránsito. La región latinoamericana no es ajena a esta tendencia y exhibe el aciago récord de contar con la mayor cantidad de víctimas fatales de accidentes automovilísticos en el mundo.
Sin embargo, esta cifra podría reducirse a la mitad, si todos nos comprometemos a trabajar por la seguridad vial en nuestros países. La comunidad internacional ya puso el tema como prioridad en su agenda. A tal fin, Naciones Unidas declaró el decenio 2011 al 2020 como la "Década de Acción para la Seguridad Vial", que se inicia oficialmente esta semana.
Estamos hablando de una tragedia de enormes dimensiones. Se calcula que anualmente mueren en el mundo 1,2 millones de personas como consecuencia de los accidentes de tránsito, y que se producen 50 millones de lesiones –la mayoría de ellos en países en desarrollo. Esto hace que los países con ingresos bajos y medios sean los más perjudicados en cuanto a los costos humanos, económicos y sociales de unos accidentes de tránsito que aumentan cada año. Y el panorama no es muy prometedor. Se estima que el costo económico oscila entre US$65,000 y US$100,000 millones anuales, y el número de choques va en aumento.
Si nos mantenemos en un escenario de inacción, las muertes vinculadas al tránsito vehicular aumentarían en dos terceras partes en 2020. Lo peor de todo es que detrás de estos números hay historias desoladoras: una familia que pierde la esperanza de un futuro mejor; jóvenes que deberán esforzarse más para lograr acceder a las oportunidades debido a su discapacidad; madres que tendrán que trabajar en dos o tres empleos porque sus esposos murieron o quedaron discapacitados.
En este contexto dramático, América Latina y el Caribe registra la tasa de víctimas fatales per cápita más alta del mundo a causa de choques, con 26 de cada 100,000 personas y es probable que la cifra aumente a más de 30 por cada 100,000 personas en 2020.
El dato no deja de sorprender, si se compara con 5 muertes por 100,000 habitantes -y con tendencia a reducirse- en los países de alto ingreso con los mejores indicadores, como Nueva Zelandia, Suecia y Francia. Resulta claro que los países de nuestra región están pagando un costo demasiado alto por esta epidemia de muertes vinculadas a los siniestros viales, sobre todo si tenemos en cuenta que, a diferencia de muchos otros desafíos que enfrentamos, los accidentes automovilísticos se pueden prevenir. La situación, tal y como está, es simplemente inaceptable.
Mejorar la seguridad vial es una responsabilidad compartida, que requerirá la acción concertada de muchísimos actores, tanto a nivel internacional, regional y nacional. En esta línea, el Banco Mundial está profundizando las acciones que se desarrollan en el área de seguridad vial, promoviendo la responsabilidad compartida en la movilidad segura y poniendo énfasis en los aspectos institucionales y de gestión. Y ya hay algunas experiencias exitosas, por ejemplo, en Argentina, donde se creó una agencia nacional que tiene el mandato de liderar acciones coordinadas para mejorar la seguridad vial en todo el país.
En el área de infraestructura segura, el Banco promueve la adopción de la valoración y categorización de la seguridad de la infraestructura como parte de las evaluaciones de los proyectos de carreteras. El pasado 19 de abril, en el marco del lanzamiento de la Década de Acción, el Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, anunció la creación de la Iniciativa de Seguridad Vial de los Bancos Multilaterales de Desarrollo, por la que estos organismos se comprometieron a compartir experiencias y conocimientos para fortalecer la capacidad de los países en la gestión de la seguridad vial durante la década. Así, trabajaremos conjuntamente en la seguridad de la infraestructura vial y en la medición de indicadores y resultados, catalizando inversiones en seguridad vial y acelerando la transferencia de conocimientos entre regiones y países.
El desafío que tenemos frente a nosotros es grande, y debemos estar a la altura de las circunstancias.Por eso,todos los actores, incluyendo los gobiernos a todos los niveles, entidades del transporte, la sociedad civil, la industria del automóvil, y el sector privado, también tienen que cumplir su rol. Necesitamos liderazgo e innovación para cumplir con las promesas de la década, de tal manera que las generaciones presentes y futuras miren hacia atrás en unos años y puedan decir que la Década de Acción marcó una diferencia fundamental en la movilidad segura de sus sociedades.
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