Los costos de la COVID-19 en la educación de América Latina: actuar ahora para garantizar el futuro de nuestros niños

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Los padres de Sofía ahorraron lo suficiente como para enviarla a la escuela secundaria de un barrio pobre de Asunción, la capital de Paraguay. Sofía había avanzado mucho en términos académicos cuando, a principios de marzo, todo cambió al cerrar su escuela. El hogar de Sofía no cuenta con conexión a Internet, por lo que no ha podido aprovechar la acotada oferta de educación a distancia proporcionada por la escuela. La educación por TV y radio han ayudado un poco pero no brindan el mismo contenido ni apoyo docente. Con dificultades para seguir conectada a la escuela, Sofía ahora piensa en abandonar y buscar trabajo para ayudar a su familia.

Al comienzo de la pandemia, muchos niños y jóvenes de América Latina y el Caribe, en particular los más desfavorecidos, ya enfrentaban grandes desafíos en términos educativos. Si bien la tasa de matriculación subió en las últimas décadas, alrededor del 50% de los niños aún no alcanzaba el nivel mínimo de aptitud para fines de la edad primaria. Esta crisis de aprendizaje era aún más severa entre los alumnos desfavorecidos, con brechas equivalentes a al menos tres años de escolaridad, siendo lo normal entre los quintiles superior e inferior en la mayoría de los países de la región. El recientemente publicado Índice de Capital Humano 2020, calculado antes de la crisis, muestra que los jóvenes latinoamericanos son apenas el 56% de lo productivos que podrían ser si tuvieran una salud y educación plenas.

 

Pobreza en el aprendizaje

 

Los costos en educación de la pandemia

A seis meses de iniciada la pandemia, los países han tenido que realizar un esfuerzo formidable para atenuar los efectos potencialmente dramáticos del cierre de escuelas en sus niños y jóvenes.  La mayoría de los países asumieron el desafío y actuaron rápidamente y de forma creativa, haciendo uso de la tecnología educativa para brindar soluciones de aprendizaje remoto. El intercambio de conocimientos —apoyado activamente por el Banco Mundial— ha sido tremendo, dando lugar a la implementación de soluciones crecientemente multimodales, donde formatos tradicionales como la TV, la radio y el material impreso complementan a las soluciones basadas en Internet, haciendo que el aprendizaje remoto sea más inclusivo. Los proyectos educativos del Banco Mundial han sido adaptados para acompañar la escolarización a distancia en sus distintas formas.

Sin embargo, datos recientes de algunos países nos recuerdan dolorosamente que el aprendizaje a distancia no puede reemplazar el aprendizaje cara a cara, más aún entre los más vulnerables . Aun asumiendo que la cobertura está garantizada gracias a estrategias multimodales, y que se cuenta con actividades de apoyo a alumnos y padres, la participación, la dedicación y la calidad son difíciles de alcanzar. En un país como Chile, donde muchas escuelas pudieron brindar aprendizaje a distancia, un reciente estudio, llevado a cabo conjuntamente con el Banco Mundial, muestra que la educación a distancia solo será capaz de suplir entre el 12% y el 30% de las pérdidas en el aprendizaje asociadas al cierre de escuelas, dependiendo de su duración (de seis a diez meses). De forma significativa, la efectividad decrece a un mínimo de entre 6% y 18% en las escuelas públicas, adonde acuden los alumnos más desfavorecidos.

Pérdidas en el aprendizaje en América Latina

 

Como resultado, Latinoamérica se encuentra en una trayectoria de grandes pérdidas en el aprendizaje, algo que podría poner en peligro los resultados educativos de una generación entera de alumnos . Las simulaciones iniciales llevadas a cabo por el Banco Mundial, bajo diferentes escenarios y supuestos, apuntan a un resultado palmario. Los Años de Escolarización Ajustados en Función del Aprendizaje (Learning-Adjusted Years of Schooling [LAYS], una métrica que combina el tiempo de escolarización que los jóvenes alcanzan comúnmente con la calidad de la misma durante la etapa escolar, en relación a algún parámetro) podrían reducirse en prácticamente un año si las escuelas permanecen cerradas durante siete meses. Asimismo, la proporción de alumnos por debajo del nivel mínimo de aptitud en las pruebas educativas PISA para secundaria aumentaría de 53% a 68%.

Estos resultados siguen siendo una subestimación del costo real de la pandemia, en particular para los niños y jóvenes más vulnerables. Estudios recientes publicados en Costa Rica revelan que los alumnos más pobres podrían perder casi un año completo adicional de escolarización comparados con los más ricos. Muchos alumnos de la región, en especial los de grupos de bajo ingreso, se desconectarán y abandonarán la escuela. Permanecer en sus hogares también afecta la salud mental de los estudiantes y su vulnerabilidad ante comportamientos de riesgo. A largo plazo, y con la crisis económica golpeando muy fuerte a la región, los países podrían evidenciar pérdidas significativas en su capital humano y productividad.

Prepararse ahora para que los niños y jóvenes regresen a la escuela

Estos costos enormes podrían atenuarse si los gobiernos actúan AHORA MISMO para seguir mejorando la efectividad de la enseñanza a distancia y asegurarse que las escuelas estén listas para reabrir. El aprendizaje remoto —que hace uso de soluciones multimodales inclusivas, apoya la participación de padres y docentes, además de centrarse en brindar un programa básico— está mostrando un mayor grado de efectividad.  Pero aun con la mayor de las voluntades, el aprendizaje remoto no puede reemplazar el aprendizaje cara a cara.

La reapertura de las escuelas es una decisión dolorosa que debe basarse en datos de la salud pública. Si bien la fecha no puede controlarse por completo, lo que los gobiernos pueden y deben estar haciendo es invertir los recursos necesarios y tomar las decisiones pertinentes para asegurar que las escuelas estén listas para una reapertura segura y efectiva . Con recursos y capacidad suficientes, las escuelas pueden implementar protocolos de salud e higiene acordes al contexto de forma exitosa, así como una comunicación temprana y periódica con los docentes, padres y alumnos pueden ayudar a que todos participen. Una reapertura efectiva también implica muchas decisiones pedagógicas y de gestión trascendentes. Podría ser necesario modificar el ciclo lectivo y el plan de estudios de este año, así como apoyar a los alumnos mediante programas compensatorios. Las escuelas deben estar preparadas para reabrir de forma flexible, es decir que coexistan el aprendizaje cara a cara y el remoto, y los docentes capacitados para trabajar en este nuevo contexto. También será crucial prestar especial atención a las habilidades socioemocionales y el bienestar del niño, y evitar que los jóvenes abandonen la escuela. Los proyectos educativos y la asistencia técnica del Banco Mundial en varios países de la región procuran apoyar una reapertura segura y efectiva de las escuelas, en base a estas enseñanzas .

Los gobiernos de América Latina deben tomar la inminente crisis educativa por lo que realmente es: una crisis generacional única que afectará los resultados educativos, el capital humano y la productividad de una generación entera de niños y jóvenes. No hay tiempo que perder, debemos actuar ya y cumplir el sueño de Sofía de finalizar su educación secundaria.


Autores

Emanuela Di Gropello

Gerente de la práctica de Educación en Latinoamérica y el Caribe

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