Los rostros de la convivencia después del reasentamiento (II parte)

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Diez meses han pasado desde que se realizó el traslado de la comunidad de “El Provenir”, desde las orillas del rio Bogotá, hasta sus nuevas viviendas tras un proceso de reasentamiento que se extendió durante unos 4 años. Y quisimos constatar de primera mano el grado de apropiación, convivencia y satisfacción de los vecinos.
Sabíamos que la comunidad manifestaba agrado por las nuevas viviendas, por los espacios públicos construidos, por los parques cercanos, los juegos para niños en áreas bien protegidas, el salón comunal para reuniones y capacitación, entre otras muchas mejoras de una urbanización bien diseñada y construida.

Sin embargo, aún quedaba algo de sosiego entre el heterogéneo grupo constituido por profesionales que participaron directamente en el proceso y directivos de distintos niveles, incluyendo al alcalde de Mosquera (Emilio Casallas) y al director de la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR),(Néstor Franco). En nuestros pensamientos estaban las inquietudes que el proceso había planteado: ¿Qué tan sostenibles eran las viviendas? ¿La comunidad podrá mantenerlas en buen estado? ¿La urbanización será cuidada? ¿Habrá muchos conflictos por convivencia? ¿Qué pasará con los recicladores y el material que recolectan? ¿Se degradará todo transformándose a imagen y semejanza del anterior asentamiento al borde del rio?

La heterogeneidad de las realidades en las orillas del río muestra viviendas muy precarias con habitantes en extrema pobreza, otros en casas de mejor calidad pero también con ingresos inestables y finalmente un grupo de 25 familias dedicadas al reciclaje, muy informales e rechazados por los demás. Ahora, compartirán el mismo lugar, serán vecinos unos de otros.
A manera de catarsis, primero nos dirigimos al río. Sabíamos que allí no había nadie, pero queríamos constatar que el reasentamiento había sido exitoso, por lo menos en su primer objetivo: ¡Realizar las obras!

Encontramos un territorio transformado, en el pasado quedaron las montañas de residuos en proceso de selección, o las quemas o el arrojo al río de lo que no se puede reciclar. No están las casas… tampoco está la gente, nadie se acerca a darnos el saludo, a preguntar ¿cómo están? ¿cómo va todo?

 Recorremos hacia ambos costados y vamos reconociendo al mismo tiempo el símbolo del encuentro entre pobladores e instituciones: un muro para limitar lo público de lo privado, anexo a las últimas viviendas y que permite el control pero también mejora la imagen del lugar. El muro, totalmente pintado por la comunidad, está lleno de mensajes ambientales,  donde la palabra “río” aparece recurrentemente junto a otras imágenes libres que muestran toda la expresión de la comunidad. Es como si ellos dijeran: “Nos hemos ido, pero dejamos la huella, una buena huella”.

El proyecto para la Recuperación Hidráulica y Ambiental del río Bogotá, pretende mejorar la calidad del agua hasta hacerla apta para uso agrícola y reducir el riesgo de inundaciones mejorando su cauce y creando parques multifunción a lo largo de la cuenca. El reasentamiento de El Porvenir (120 familias) hace parte de este proyecto.

El segundo objetivo de un reasentamiento, el más primordial, es el mejoramiento de la calidad de vida de una comunidad.
 Al ingresar a la urbanización, varios de sus habitantes estaban expectantes; querían que entráramos a su casa, compartir el aseo y arreglo de los espacios internos, ya que en muchas de ellas se hicieron inversiones adicionales especialmente en pisos, baños y cocina (las viviendas se entregaron en obra gris, sin acabados).
Ingresamos en una y luego otra, en todos los casos la familia orgullosa mostrando su casa, las mejoras que le había hecho… recordando de dónde venían y como estaban ahora. Una recicladora nos recibió con la fotografía de su “rancho”, y nos mostraba la diferencia, entre el antes y el ahora que le abría una nueva oportunidad de vida. Con orgullo nos comentó: “Todo se lo debo al reciclaje. Ahora no reciclo dentro de la vivienda, sino en un lugar aparte”.

Una frase que sintetiza los logros de estos pobladores, cuyo reto era distanciar el trabajo de la vivienda, y evitar que el reciclaje se “apoderara” de sus casas.
  Como parte del proyecto, se habilitó un patio cubierto para el ingreso de los motocarros y los residuos de cada reciclador (20 familias). Allí, contiguo a las viviendas, pero totalmente independiente, cada una de las recicladoras puede seleccionar y organizar su material.

Fuera de las viviendas, también destaca la apropiación positiva de los espacios, los antejardines, llenos de flores y plantas, diferenciándose de los vecinos y mostrando su apoyo a la naturaleza. Finalmente, nos llevaron a la portería y mostraron su último logro: un sistema de vigilancia por cámaras, ¡comprado con aportes de la comunidad! Querían seguridad y todos eran parte de este propósito.

Generalmente, en estas visitas institucionales después de un reasentamiento colectivo se analizan los pros y contras y se busca identificar las lecciones aprendidas, las cuales generalmente son del tipo “esto no se debe hacer”. El reto de un reasentamiento colectivo seguía presente, pero se entrelazaba con los buenos logros; para todos una de las “claves” fue la elección del lugar, dentro del mismo barrio, evitando la ruptura de redes sociales y permitiendo una continuidad de la relaciones con los demás vecinos.

La evaluación fue reemplazada por una sensación de agrado, de bienestar colectivo. Fue la alegría de la comunidad, el alto grado de satisfacción de todos quienes nos acompañaron, el excelente estado de los espacios públicos, la convivencia pacífica y logrando acuerdos, además de una interacción no traumática con los recicladores, los aspectos que contagiaron a los visitantes y en todos los casos las manifestaciones fueron de conformidad con lo logrado y sorpresa por encontrar una comunidad trabajando por autoconstruirse en este lugar y esta nueva oportunidad para integrarse definitivamente a la comunidad.
 

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