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Cada vez más, las mujeres son socias cruciales para el desarrollo de América Latina. Madres, estudiantes, profesionales, mujeres de todos los ámbitos de la vida, son la fuerza detrás de una revolución de género que ha hecho una gran contribución a la prosperidad de nuestra región.
En la última década, los países de América Latina han avanzado mucho en términos de reducción de la pobreza y disminución de la desigualdad. Y ahora sabemos que buena parte de esos avances pueden atribuirse a las mujeres. Tanto, de hecho, que si no hubieran tantas mujeres trabajando la pobreza extrema en la región sería un 30 por ciento más elevada en 2010. Algo similar puede decirse de los recientes avances contra la desigualdad, como se subraya en El efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe.
No es tanto que la participación laboral femenina haya aumentando en la década del 2000 — de hecho solo se registró una expansión modesta de las mujeres en la fuerza laboral. Más bien fue el aumento significativo de la productividad laboral, en buena parte reflejando un mayor acceso a la educación por parte de las mujeres.
En la mayoría de los países latinoamericanos, el porcentaje de mujeres que asisten a la escuela primaria ha ascendido de manera sostenida y hasta tienen un mejor rendimiento que los hombres a nivel secundario y terciario.
Su participación en el mercado laboral creció en promedio un 15 por ciento entre 2000 y 2010 — gracias a un mayor nivel de inversiones en capital humano, un descenso de la fertilidad y a que las mujeres se casan más tarde. Sin embargo, aquellas mujeres que desean expandir su contribución económica siguen enfrentando obstáculos. Obstáculos que, pensamos, pueden abordarse mediante la implementación de políticas y programas creativos.
A continuación se incluyen algunas sugerencias derivadas de nuestro trabajo:
- Políticas directas e indirectas para ampliar las oportunidades de las mujeres en el mercado laboral, incrementar su participación en la fuerza laboral y reducir la brecha de ingreso y la segmentación del mercado laboral;
- Mejorar la 'capacidad de actuar' de las mujeres — esto es su capacidad de tomar decisiones fundamentadas. Asumido como algo importante en sí mismo, esto conlleva beneficios potenciales para la igualdad de oportunidades y activos económicos;
- Apoyar a las familias de hogares encabezados únicamente por mujeres, un elemento creciente en las sociedades latinoamericanas.
- Incluir, en la medida de lo posibles, un sistema adecuado de monitoreo y evaluación para identificar mejor aquellas iniciativas que funcionan en términos de promoción de la igualdad de género.
Las políticas en torno al mercado laboral se han enfocado tradicionalmente a la ampliación de la capacitación vocacional y laboral y a servicios de intermediación laboral para ayudarlas a obtener trabajos no tradicionales y encontrar mejores oportunidades laborales. Un estudio de próxima aparición indica que los programas de capacitación e intermediación laboral son más efectivos cuando se combinan con iniciativas diseñadas para ampliar la participación femenina y su capacidad de actuar, tales como capacitación en habilidades sociales, interacción con mujeres líderes y la comunidad.
Por ejemplo, existen programas en la República Dominicana que proporcionan capacitación a través de empleadores del sector privado. Mientras tanto, en Chile, Chile Califica estableció proveedores públicos-privados de capacitación vocacional. Y en Haití, la Iniciativa Niñas Adolescentes provee capacitación en sectores no tradicionales a mujeres jóvenes a través de una gama de ONG que luego les facilitan pasantías en el sector privado.
En Argentina, las mujeres de bajo ingreso reciben un subsidio para la capacitación profesional y la certificación de ciertas capacidades. También en el Cono Sur, existen programas de intermediación laboral que ayudan a las mujeres a encontrar empleos de mejor calidad.
Mejorar la atención infantil
Otra forma de ampliar las oportunidades en el mercado laboral femenino son un mejor acceso a la atención infantil y opciones de trabajo flexible, de acuerdo al estudio Trabajo y familia: mujeres latinoamericanas en búsqueda de un nuevo equilibrio.
Asimismo, cierta evidencia proveniente de Río de Janeiro (i), en donde madres pobres y vulnerables recibieron un servicio de guardería gratuito, indica que dichos servicios pueden mejorar los márgenes de participación (el número de horas trabajadas o la obtención de puestos de trabajos más productivos) más que impulsar a las mujeres a ingresar a la fuerza laboral.
Los diseñadores de políticas tampoco deberían ignorar "la otra mitad del género". Abordar el papel de los hombres y los chicos en los roles y estereotipos de género es una inversión importante en pos de la igualdad de género.
El Instituto Promundo (i) en Brasil ha realizado un trabajo interesante en este sentido. Mientras que las mujeres son una parte cada vez más grande de la fuerza laboral, las encuestas sobre uso del tiempo indican que los hombres aún no participan del todo en los trabajos domésticos y la atención infantil, es decir que las mujeres soportan un doble esfuerzo.
Una de las opciones para los diseñadores de políticas es incrementar la participación masculina en la atención infantil y el trabajo en el hogar mediante políticas de licencia parental y la promoción de la crianza compartida. Los gobiernos deberían considerar la introducción de programas focalizados de gestión de riesgo y programas de asistencia para este grupo vulnerable.
Agencia de promoción
No existe un conjunto único de políticas para fomentar la capacidad de actuar, pero es importante comenzar a tratar esto como cualquier otro activo social (como la buena salud o acceso al crédito), que puede fomentarse y desarrollarse a través de políticas y programas adecuados.
Estas políticas inteligentes complementarán otras iniciativas de tipo tradicional, incorporando elementos específicos para focalizarse sobre la capacidad de actuar. Un ejemplo de este nuevo tipo de políticas de género es el programa piloto Atención a Crisis en Nicaragua.
Utiliza un programa tradicional de Transferencia condicionada en efectivo (TCE) para aumentar la base de activos y la capacidad de gestión de riesgo de los hogares rurales pobres expuestos a amenazas climáticas como la sequía. La idea central es bastante simple y efectiva. Además de recibir pagos en efectivo, un tercio de las beneficiarias (únicamente mujeres) recibieron becas de capacitación vocacional.
Otro tercio recibió una subvención empresarial y asistencia técnica para realizar inversiones productivas en ganado o actividades no agropecuarias. Los evaluadores encontraron (i) que las mujeres que recibieron una subvención y trabajaban en puestos de trabajo autónomos no agropecuarios duplicaron su ingreso (además de las ganancias derivadas del programa mismo) cuando se rodeaban de líderes que también habían recibido dicha subvención.
Dado el incremento en el número de hogares encabezados únicamente por mujeres, particularmente en áreas urbanas, es importante el diseño de programas que respalden estos hogares vulnerables.
A la fecha, son pocos los programas focalizados en este grupo. Los campos de acción sugeridos incluyen: programas de transferencia condicionada en efectivo para niños de hogares encabezados únicamente por mujeres, guarderías y programas de horario extendido, tutoría para jóvenes de madres trabajadoras, apoyo nutricional y educativo, y grupos juveniles.
Finalmente, es importante ampliar la base de conocimiento de aquello que sí sirve para fomentar una mayor equidad de género.
Nuestra unidad de Pobreza, Género y Equidad (i) pronto pondrá en marcha una Iniciativa para la evaluación de impacto de género para cerrar brechas de conocimiento cruciales en torno a las políticas e intervenciones para la igualdad de activos, oportunidades económicas y capacidad de actuar. Estas evaluaciones identificarán políticas clave y condiciones iniciales para distinguir qué funciona y qué no (y para quién) y así lograr mejoras en términos de igualdad de género.
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