Para dejar de ser pobre no solo hace falta tener dinero

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Miembros de la comunidad wayuu en la Guajira colombiana. Jessica Belmont/BancoMundial


El otro día le pregunté a mi hija de cinco años si sabía lo que era ser pobre. Primero dudó, pero luego estuvo imparable. Mencionó que ser pobre era no tener lo suficiente para comer, no vivir en un hogar “sin gérmenes” y, mis favoritos, no tener ositos de gominola o una cobija. Todo esto en los dos primeros minutos de la que posiblemente haya sido la primera vez que pensó en el significado de ser pobre. La idea de pobreza es muy intuitiva, incluso en una niña de cinco años, pero es igualmente difícil de demarcar. Es muy común decir que la pobreza no significa lo mismo en diferentes contextos o que va más allá de la dimensión monetaria. Pero, ¿qué queremos decir con esto?

En el informe ‘Descifrar el rompecabezas de la pobreza’, esta pregunta es abordada de manera frontal, aportando claridad al debate al igual que, significativamente, números recientes que ayudan a orientar las políticas para poner fin a la pobreza. Entre los muchos aportes de este informe hay dos que quisiera resaltar. Primero, el documento profundiza en la justificación de establecer un marco de referencia, no solo frente a la Línea Internacional de Pobreza (actualmente en US$1,90 al día), sino también ante dos umbrales adicionales de US$3,20 y US$5,50 al día. En América Latina y el Caribe, estos umbrales ya eran utilizados habitualmente para realizar un seguimiento de los avances. El informe también revela que la manera en que los países suelen definir sus necesidades básicas aumenta con el ingreso. Basándose en este hallazgo, también se presenta un nuevo elemento, llamado indicador social de pobreza global.


Segundo, el informe también presenta una nueva medición de pobreza multidimensional. ¿Por qué estos dos nuevos indicadores? ¿Por qué no es suficiente la Línea de Pobreza Internacional? Estas preguntas merecen un análisis, y el informe lo brinda en detalle.

En pocas palabras, la necesidad de estos nuevos indicadores de pobreza es complementar, no reemplazar, los actuales. Primero que nada, siempre es mejor fundamentar el diálogo con base en los indicadores oficiales de pobreza de un país. Lo que estos nuevos indicadores permiten es establecer un marco de referencia de la pobreza más completo a nivel internacional. Estas líneas de pobreza más elevadas reconocen que, a medida que los países se enriquecen, tienden a elevar sus líneas oficiales de pobreza, en un reconocimiento implícito de que cambian la manera en que definen sus necesidades básicas. Por lo tanto, necesitamos estándares más elevados para un mundo en crecimiento.

Hacer uso de estos indicadores de pobreza complementarios es importante para obtener un cuadro más completo de la evolución de la pobreza a nivel mundial. Por ejemplo, si bien solo alrededor de una de cada diez personas a nivel mundial vive bajo la Línea de Pobreza Internacional, casi la mitad de la población mundial vive con menos de US$5,50 al día. Esto subraya el mensaje de que a pesar de los avances logrados, no hay lugar para la complacencia. Del mismo modo, el nuevo índice, denominado en el informe indicador social de pobreza global, también ayuda a trazar un panorama más completo. Según este nuevo indicador social de pobreza global, el descenso en la pobreza ha sido menor que bajo los indicadores absolutos de pobreza, como la Línea Internacional de Pobreza o las líneas más elevadas de US$3,20 y US$5,50 al día. De nuevo, esto no contradice lo que ya sabemos, que las distintas tendencias hasta cierto punto se basan en la diferencia entre usar indicadores relativos y absolutos para medir la pobreza, sino que complementa el panorama de la evolución global de la pobreza.

El informe también reconoce que, además de la privación monetaria, existen muchos aspectos no monetarios del bienestar, como acceso a la educación, salud, o agua y saneamiento. No todos los bienes y servicios que importan para el bienestar de las personas se obtienen o están disponibles a través de los mercados. El crimen y la inseguridad afectan el bienestar de la población, como bien lo saben las familias de América Latina y el Caribe. Todas estas dimensiones ayudan a completar el rompecabezas de la pobreza. La comunidad internacional avaló esta visión cuando se impuso como su primer Objetivo de Desarrollo Sostenible el “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”. De hecho, muchos países latinoamericanos han estado a la vanguardia de este debate, tras adoptar de manera oficial ya hace algún tiempo indicadores de pobreza multidimensional.

Lanzar un indicador de pobreza multidimensional, que abarque tanto la privación monetaria como el acceso a servicios básicos, revela un mundo en donde la pobreza es un problema mucho más arraigado. Como menciona el informe, a nivel global la proporción de pobres según una definición multidimensional que incluya consumo, educación y acceso a infraestructura básica es aproximadamente un 50 por ciento más alta que cuando se mide únicamente a través de la pobreza monetaria. Un hallazgo notable para el caso de América Latina es que la población que carece de saneamiento adecuado es varias veces superior a la población monetariamente pobre. Los pobres rurales también están mucho peor en América Latina, un reflejo del bajo nivel de educación y saneamiento. El ejercicio de elaborar todos estos nuevos cálculos de pobreza multidimensional también mostró que hay muy pocos países con los datos necesarios para calcular todas las dimensiones de la pobreza. Lograr un mayor y mejor nivel de datos sobre bienestar sigue estando en nuestra lista colectiva de asuntos pendientes.

También vale la pena aclarar lo que estos indicadores no son. Suele haber malentendidos básicos en torno a cómo medir la pobreza, y no solo en la mente de una niña de cinco años. La razón detrás de estos nuevos indicadores de pobreza no tiene que ver con considerar diferentes niveles de precios o canastas de consumo. El costo de un mismo bien varía enormemente entre los  países. Lo que es una necesidad básica en un país no lo es en otro. Estos hechos importan a la hora de medir la pobreza, para ya están contemplados en la Línea Internacional de Pobreza. El uso de paridades de poder adquisitivo del Programa de Comparación Internacional se ocupa de los diferenciales de precios. El uso de un estándar monetario como US$1,90 al día tiene la ventaja de que no es prescriptivo en términos de qué elementos deberían incluirse en la canasta de necesidades básicas. Dicho sencillamente, ni los niveles de precio ni las diferentes canastas de consumo son una razón para ir más allá de nuestros indicadores monetarios de pobreza estándar.

Estos indicadores no implican que estamos abandonando los indicadores monetarios de pobreza. El ingreso o el consumo son esenciales para el bienestar, dado que reflejan la cantidad de comida, indumentaria, vivienda y otras necesidades que una familia puede adquirir. De hecho, el indicador de pobreza multidimensional presentado en el informe incluye el ingreso entre sus dimensiones como forma de reconocer la importancia de las privaciones monetarias. Después de todo, muchos bienes y servicios esenciales son adquiridos en el mercado.

Medir la pobreza en todas sus formas en todo el mundo no es algo sencillo. Hace más de 30 años, Tony Atkinson, una autoridad en pobreza y desigualdad, escribió que deberíamos reconocer la “diversidad de juicios que afectan todos los aspectos de medir la pobreza” cuando nos abocamos a definirla. Ningún indicador por sí solo podría satisfacer tal diversidad de puntos de vista, incluido el de mi hija de cinco años respecto a la importancia de los ositos de gominola y las cobijas como necesidades básicas.  Por ello se concluye que si queremos erradicar la pobreza en todas sus formas hay cosas peores que contar con una gama de indicadores complementarios para realizar un mejor seguimiento de los avances hacia nuestro objetivo compartido.


Autores

Óscar Calvo-González

Director de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones para América Latina y el Caribe

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