Latinoamérica: mujeres enfrentan tercos enemigos de su desarrollo

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Ventanilla, Perú

A menos de una hora de las prósperas y cosmopolitas boutiques y cafés del elegante distrito de San Isidro en Lima, Carmen comparte una construcción precaria de madera, cubierta de parches, con sus suegros y sus tres hijos pequeños en las afueras de Ventanilla, un área empobrecida al norte de la ciudad.

Está consternada, una parte de su cara se encuentra paralizada por el estrés de enfrentar lo inimaginable: el desalojo de su humilde vivienda y la posibilidad de que la tuberculosis afecte una vez más a su hijo de dos años y a ella misma.

Sentada con desgano sobre la cama, sosteniendo a su hijo menor y mirando atentamente a su hijo enfermo jugar con su hermana pequeña sobre el piso de tierra, los inmensos desafíos que la vida le presenta a Carmen parecen omnipresentes. Probablemente ignore que se enfrenta a uno de los temas más desafiantes, si bien poco conocidos, del desarrollo de América Latina: la falta de capacidad para decidir sobre aquellas opciones que mejoren su vida y la capacidad de implementarlas, o como se conoce en el habla del desarrollo, “gestión”.

Si bien los expertos del grupo de salud IFHAD (i) han estado apoyando a Carmen de manera regular, conseguir un examen de TB, registrarse en un programa de tratamiento, mejorar la nutrición y condiciones de vida de familia y encontrar un nuevo hogar parecen obstáculos insuperables para ella.

Para miles de mujeres en América Latina y el Caribe, particularmente aquellas que enfrentan múltiples privaciones como Carmen, estos desafíos son aún más difíciles de superar. Muchas llegaron a un punto donde ya no creen poder aspirar a una vida mejor, tener acceso a la información y servicios necesarios para mejorar su situación, o que su salud sea un activo lo suficientemente importante como para ser preservado. (Investigaciones recientes (i) indican que la razón por la cual las mujeres se hacen menos exámenes de TB en Ventanilla estriba de una creencia común entre los pacientes, y aun entre los mismos trabajadores de la salud, de que la salud de las mujeres es menos valiosa que la de los hombres).

No es de extrañar que la “gestión” —definida como la capacidad de elegir entre varias opciones para alcanzar los resultados esperados— sea uno de los tres aspectos básicos de la igualdad de género, junto a los bienes y oportunidades económicas, de acuerdo al Informe sobre Desarrollo Mundial 2012 (i).

En el caso de Carmen, se trata de la capacidad -ahora ausente- de elaborar e implementar un plan de acción para mejorar su vida y la calidad de vida de su familia —un papel que juegan los expertos de IFHAD.

La “gestión” es importante en sí misma como una libertad básica para vivir la vida que uno quiere, pero también es importante para los demás resultados del desarrollo.

En un documento conjunto (i), Karen Macours y Renos Vakis presentan evidencia empírica de los efectos positivos de tener mayores aspiraciones en el comportamiento de las inversiones. En un experimento al azar, aquellas mujeres cuyas aspiraciones aumentaron a través de la comunicación con lideresas exitosas y motivadas tenían más probabilidades de realizar una mayor inversión en capital humano.

La “gestión” es un ingrediente esencial si se quiere que las mujeres de América Latina aprovechen el mayor número de bienes y oportunidades económicas para hacer elecciones consistentes con sus aspiraciones y deseos. Sin embargo, y a pesar de su importancia crucial, muchos de nosotros enfrentan problemas a la hora de comprender qué es la “gestión” y cómo fomentarla.

Debemos identificar situaciones prácticas para desarrollar este concepto, especialmente si queremos solucionar alguno de los obstáculos eternos y menos obvios a la igualdad de género en América Latina. Tenemos que comenzar por tratar a la “gestión” como cualquier otro activo (como la buena salud o el acceso al crédito) que debe ser cultivado y desarrollado a través de políticas y programas adecuados.

No es un activo duro y tangible como la escolaridad, pero puede medirse a través de resultados no cognitivos y otras manifestaciones de una gestión débil —como la violencia de género o el embarazo adolescente, y su impacto en otros resultados de género, como la brecha salarial y de buena salud.

Estamos colaborando con la IFHAD para medir el impacto de sus actividades en los resultados no cognitivos y de generación de ingreso en mujeres como Carmen. Asimismo, en Perú y Brasil estamos explorando cómo el programa de transferencia condicionada en efectivo para mujeres puede afectar la violencia de género.

En Brasil, también estamos evaluando cómo la implementación de normativas laborales afecta la brecha de ingreso y las opciones de trabajo, así como el impacto de medidas legislativas para abordar la violencia de género. Si bien la “gestión” puede no llegar a ser condición suficiente para una reducción sostenida de la pobreza y la desigualdad de género, probablemente sea una condición necesaria.

A medida que salíamos de su casa, la hija de Carmen se tiró en la cama a mirar TV, cambiando los cables y manejando el control remoto con la destreza característica de muchos niños de cuatro años. Pensé en el tremendo poder y atracción ejercidos por la TV, y si esta no estaba, para efectos prácticos, sustituyendo la “gestión” al proporcionar modelos de comportamiento a una niña pequeña con enormes desafíos por delante.

Más importante aún, me pregunté si estamos haciendo lo suficiente como para ayudarla a usufructuar la gama entera de activos que necesitará para forjarse un futuro mejor.


Autores

Louise Cord

Directora global, Sostenibilidad e Inclusión Social, Banco Mundial

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