Turbulencia global. Perspectivas de crecimiento que anuncian otra recesión. Crisis en la Eurozona. Y sobre el tapete, el papel de China como motor de crecimiento y recuperación global.
Aunque la situación actual parece preocupante para Latinoamérica -y para el resto del mundo-, las perspectivas de crecimiento de la región deben tener en cuenta los méritos obtenidos por su fortaleza a largo plazo, y no tanto en la incertidumbre actual.
Y este es el porqué. Los últimos diez años han sido muy positivos para varios países de América Latina y el Caribe. Han sido testigos de la consolidación de un marco macrofinanciero estable y resistente, tasas de crecimiento relativamente elevadas, y avances en la agenda equitativa.
Esta nueva faceta regional tal vez se haya observado con mayor claridad luego de un buen desempeño, especialmente de los países sudamericanos, exhibido durante la reciente crisis mundial. De hecho, comparado con el promedio en los países de ingreso medio, la recesión experimentada por la región en 2009 fue relativamente corta y, con la excepción notable de México, sorprendentemente leve, mientras que la recuperación de 2010-2011 fue muy fuerte.
Por lo tanto, una de las preguntas cruciales es si los países de ALC—que crecieron muy fuerte en la primera década del s. XXI—podrán evitar un ciclo de auge-decadencia autoinfligido y, en su lugar, transformar lo que hasta ahora es una fuerte recuperación cíclica en una tendencia de crecimiento más elevada. El solo hecho de que en esta etapa los países enfrenten una presión inflacionaria derivada de sus limitaciones de capacidad nos recuerda una realidad más bien triste—la región tiende a chocar contra un “límite de velocidad estructural” a tasas de crecimiento comparativamente bajas. Mientras que las economías de rápido crecimiento en Asia emergente pueden mantener tasas de crecimiento anual en torno a 6-9 por ciento sin consecuencias inflacionarias, en la mayoría de ALC la tasa de crecimiento no inflacionaria a largo plazo suele oscilar en torno a 5 por ciento o menos.
En un informe de reciente aparición, “Crecimiento a largo plazo en ALC: ¿hecho en China?”, discutimos si el vínculo de ALC con China—dependiente de los abundantes recursos naturales de ALC—puede capitalizarse para ayudar a la región a ingresar en un proceso continuo de convergencia económica hacia los estándares de vida de las economías avanzadas—un proceso que ha sido sistemáticamente esquivo a ALC por más de un siglo.
Una breve radiografía de China muestra el potencial de esta alianza. Actualmente, en China se consume más de la mitad del cemento que se produce en todo el mundo, casi la mitad de la producción mundial de mineral de hierro, acero y cerdos, y un tercio de la producción mundial de huevos. Hoy día, China es el mayor consumidor mundial de minerales tales como cobre, aluminio y níquel, según notó el presidente del Grupo Banco Mundial, Robert B. Zoellick, en un discurso magistral en la Universidad de Georgetown. Actualmente, el influjo de inversión extranjera directa a China asciende a alrededor de US$180,000 millones, es decir, unos US$40,000 millones más que hace apenas 10 años, agregó.
El sólido crecimiento observado en América Latina en la última década de hecho refleja este vínculo de manera sustancial. Tanto directa (mediante el comercio y cada vez más de canales de IED) como indirectamente (principalmente a través del impacto chino en los precios internacionales de las materias primas), el papel de China en ALC está lejos de ser trivial. Casualmente o no, el crecimiento de la productividad en la región aumentó justo en el momento en que estos vínculos se profundizaban.
Por lo tanto, ¿puede ALC usufructuar el vínculo con China para dejar atrás la trampa del ingreso medio? Una primera respuesta indicaría que por el momento no, pero en el futuro tal vez sí.
¿Espejismo chino?
La mayor intensidad del comercio y demás vínculos económicos con China es importante, en cuanto a crecimiento sustentable se refiere, solo en el sentido que se traduce en una acumulación de factores y en aumentos de la productividad, especialmente aquellos asociados con los efectos positivos derivados de la utilización creciente de nuevas tecnologías. Los vínculos de ALC con China en la primera década del s. XXI recuerdan a los observados entre las economías del este asiático y Japón entre la década de 1970 y la de 1990. Una comparación de estas dos situaciones podría servir para ilustrar algunos de los efectos de derrame positivos. Japón era un vecino de rápido crecimiento que alcanzó un impresionante nivel de progreso tecnológico durante la postguerra y que actuó como un gran polo de crecimiento, promoviendo el crecimiento de estos países por un período muy largo.
A diferencia de la relación Japón-Tigres, no hay mucha evidencia de que China promueva el crecimiento de la productividad en la región ALC, como en el pasado lo hizo Japón con las economías de Asia oriental. Comencemos con la relación comercial. No existe un gran intercambio comercial intraindustrial (una aproximación para medir la amplitud de dicho efecto de derrame) entre ALC y China.
Una mirada más cercana a la composición de las exportaciones e importaciones entre ALC y China nos aporta otra pista respecto a cómo difiere este vínculo del de los Tigres y Japón. China, como Brasil, Chile y Perú, países con un comercio más intensivo, normalmente exportan productos primarios o bienes intensivos en recursos naturales, e importan grandes cantidades de bienes intensivos en trabajo poco calificado de China. Si bien la sofisticación tecnológica china está creciendo, la baja intensidad de tecnología avanzada en las importaciones provenientes de China sugiere escaso potencial para beneficiarse de un efecto de derrame tecnológico. De manera completamente opuesta, en 1990 la mayoría de las economías del este asiático no solo importaban grandes cantidades de bienes intensivos en tecnología, capital y trabajo de Japón, sino que también los exportaban.
Fuente: de la Torre (2011).
Los vínculos China-ALC y Japón-Tigres parecen divergir en cuanto al efecto de derrame del crecimiento de la IED, siendo el primero bastante limitado y concentrado en la adquisición de grandes compañías en industrias relacionadas a los recursos naturales. Por el contrario, los años dorados de los Tigres asiáticos se caracterizaron por grandes flujos de comercio e IED intraindustrial, que derivaron en el desarrollo de conexiones de tipo red con Japón y entre ellos mismos, y en una sustancial difusión de tecnología y conocimiento.
Aspectos positivos
A pesar de la poco auspiciosa descripción general de los vínculos actuales entre ALC y China, existen puntos muy positivos. Cada vez hay más evidencia, a partir de casos prácticos, de una sustancial modernización tecnológica, efecto de agrupamiento y vínculos con otros sectores de la producción de materias primas agrícolas—en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, por ejemplo. También existe evidencia de un ascenso en la cadena de valor en la producción de minerales—la participación de ALC en las exportaciones mundiales de metales con alto valor agregado (“trabajados”) se multiplicó por ocho en los últimos 30 años.
El desarrollo de cadenas productivas y agrupaciones brinda no solo beneficios directos, como la generación de empleo y valor agregado a nivel local, sino también importantes beneficios indirectos. Actúan como catalizadores no solo para mejorar la tecnológica y los conocimientos, sino también para desarrollar capacidades y generar un desarrollo económico más amplio, creando de esta manera un círculo virtuoso.
Si bien ALC parece estar siguiendo el modelo correcto, estos logros siguen palideciendo en comparación con la conectividad desarrollada por los Tigres. A partir de su etapa temprana de desarrollo, a mediados de los años 1980, los países del este asiático fueron muy proactivos a la hora de generar vínculos y modernizar la producción, y son el centro de la cadena internacional de valor en industrias como la electrónica y los semiconductores.
Resumiendo, aunque China pueda estar impulsando el crecimiento de la región mediante la absorción de nuestras exportaciones de materias primas y el mantenimiento de los precios, así como fomentando la ampliación de las industrias exportadoras de materias primas de ALC, ha tenido un papel mucho más limitado a la hora de generar un efecto derrame de tecnología y conocimientos. Un dato central para los diseñadores de políticas es que los vínculos comerciales por sí solos—es decir, vínculos que no vayan acompañados de, y deriven en, la formación de capital humano, inversión en innovación, adopción y adaptación de tecnología, y aprendizaje acumulativo—difícilmente pueden promover un aumento de la productividad. Más aún cuando la ampliación de los ingresos por exportación depende únicamente del precio elevado de materias primas de alto rendimiento.
El aprendizaje (para producir más y mejor una misma cosa y para producir cosas nuevas) en una economía globalizada puede venir de cualquier lado, no solo del destino de las exportaciones de un país, si se cuenta con un ambiente institucional y políticas adecuadas. La ausencia de esto último podría explicar por qué ALC perdió una gran oportunidad cuando no supo capitalizar la estrecha relación que mantuvo y mantiene con los EE. UU.—una economía acaudalada e innovadora que opera en la frontera dela tecnología—durante buena parte de la era de postguerra. ¿Existen razones institucionales y estructurales que expliquen por qué las economías de ALC tienen menos capacidad de aprender y absorber tecnologías? Buena parte de los impedimentos regionales se relacionan a retrasos en capital humano, capacidades, infraestructura y capacidad de innovar. Por lo tanto, este nuevo vínculo con China de por sí no cambiará estas deficiencias. Este es el trabajo para una agenda con políticas para el desarrollo bien diseñadas y bien implementadas, una agenda que en buena medida sigue sin existir.
Desafíos a largo plazo
A futuro, y aún con un contexto comercial basado en ventajas comparativas frente a China, los países de ALC tienen el potencial para aprovechar su vínculo con China y convertirlo en una bendición, si bien en este sentido el desafío para ALC es bastante difícil. El principal desafío que enfrentan los diseñadores de políticas en ALC para poder crecer es por lo tanto aprovechar las oportunidades que brinda un mayor vínculo con la economía mundial en general, y con China en particular.
A corto plazo, la manera en que ALC gestione la fase madura del ciclo de recuperación será crucial, dado que sentará las bases para la implementación de una agenda más robusta de crecimiento a largo plazo. Más allá del corto plazo, se deberá aumentar el peso relativo de las políticas para mejorar la productividad. Algunas de las condiciones externas clave para que ALC incremente su tasa de crecimiento sustentable por encima del promedio mundial pueden llegar a estar en su lugar (países grandes y en crecimiento con una fuerte demanda por las exportaciones de ALC; precios de materias primas elevados; y tasas de interés internacionales bajas).
Aprovechar la oportunidad que brinda este ambiente externo favorable demandará políticas bien diseñadas, si bien no tienen por qué ser numerosas ni demasiado complejas, que promuevan el crecimiento y acordes a las circunstancias de cada país.
Sin embargo, cualquier política orientada a la productividad debe ser suficientemente grande como para compensar los impedimentos estructurales para mantener un cambio competitivo, a saber una escasa capacidad de ahorro doméstico y una elevada integración financiera.
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