Pueblos indígenas urbanos: la nueva frontera

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Victoria Ojea/Banco Mundial


Si nos piden que pensemos en Buenos Aires, a la mayoría probablemente le vengan a la mente cafés elegantes, su bella arquitectura, los fanáticos del fútbol y las calles bulliciosas. Si nos piden pensar un poco más, a algunos quizás le surjan imágenes de sus villas (barrios marginales), los niños de la calle y otros escenarios menos glamorosos. Pero no importa cuánto lo intenten, muy pocas personas asociarían a Buenos Aires con pueblos indígenas. Sin embargo, la capital argentina tiene la mayor concentración de población indígena del país, que, aunque no suele ser asociada con indígenas, es la séptima más grande de América Latina (cerca de 1 millón de personas). De hecho, hay más de 40 comunidades indígenas oficialmente registradas en zonas urbanas de la provincia de Buenos Aires y casi una cuarta parte de todos los indígenas de Argentina vive en la Capital del Tango y sus alrededores, ya sea en comunidades o no.

¿A qué se dedican? ¿En qué condiciones viven? ¿Qué está pasando con sus culturas e idiomas? ¿Están perdiendo la conexión con sus tierras ancestrales? La legislación especial que protege sus derechos colectivos ¿es relevante en el paisaje urbano? En suma, ¿cómo los cambia la ciudad y, a su vez, de qué manera están determinando el paisaje urbano? Estas y otras preguntas estuvieron en el centro del diálogo que mantuvimos el primero de junio con estudiantes de posgrado de toda América Latina, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Universidad de Buenos Aires, con motivo de la presentación del informe Latinoamérica indígena en el siglo XXI.

Si bien tendemos a asociar a los pueblos indígenas con sus territorios tradicionales, el informe revela que aproximadamente la mitad de la población indígena de América Latina ya vive en entornos urbanos. Las razones por las que migran varían de un país a otro, incluso al interior de estos, y los resultados de estas migraciones son igualmente diversos. Sin embargo, en las ciudades, los hogares indígenas tienden a mejorar su acceso a los servicios, el empleo y la educación. El acceso a educación primaria, por ejemplo, es 1,6 veces mayor para niños indígenas en zonas urbanas que en zonas rurales, y 3,6 veces mayor para el nivel secundario. También mejoran su acceso a servicios de salud pública y otros programas sociales. No es difícil entender por qué migran: una combinación de factores los lleva a buscar una mejor calidad de vida en las urbes, por un lado, mientras otros factores los expulsan de sus territorios, tales como los efectos del cambio climático, los desastres naturales o la violencia.

Pero el ambiente urbano también trae consigo nuevos y drásticos desafíos. En promedio, 1 de cada 3 indígenas habita en barrios marginales inseguros, insalubres y contaminados (el doble de la población no indígenas). Además, sus conocimientos y destrezas tradicionales les son de poca utilidad en el mercado laboral urbano, por lo que tienden a ser relegados a tareas mal remuneradas en el sector informal. La pérdida de la cultura y el idioma, así como el debilitamiento de las redes de protección social comunitarias, también son riesgos importantes. A pesar de esto, es probable que el número de hogares indígenas urbanos aumente en las próximas décadas, por lo que los gobiernos locales y nacionales deben comprender sus necesidades y potencial.

De nuevo, Argentina podría no parecer el lugar mas obvio para empezar a buscar respuestas, pero la tasa de urbanización de su población indígena es, con más del 82 por ciento, una de las más altas de la región. Existen brechas importantes en acceso a vivienda de calidad, seguridad social y empleo, pero su exclusión también es una oportunidad perdida para todos. En lugares tan alejados de sus territorios tradicionales como Rosario y La Plata, comunidades urbanas Qom no solo exigen una inclusión mas justa, sino que presentan propuestas de autodesarrollo que podrían ampliar nuestra comprensión del paisaje urbano. Estudiantes Mapuche de lugares tan distantes como Neuquén o Temuco enriquecen universidades en Buenos Aires y en otros lugares.

Además de desafiar nuestra representación colectiva de lo que significa ser “indígena”, el proceso de urbanización de estos pueblos constituye asimismo un reto para los modelos que tenemos para entender y abordar sus necesidades y prioridades. No hay respuestas fáciles para las preguntas planteadas por los estudiantes de FLACSO, pero estas señalan, sin duda, áreas que nos empujan a profundizar nuestro conocimiento y diseñar estrategias de acción. Nuestro informe sobre inclusión social, Inclusion Matters, indica que, para lograr una verdadera inclusión económica y social, es necesario proporcionar oportunidades y acceso a los servicios y mercados, pero también se debe dar a las comunidades excluidas—como los pueblos indígenas de zonas urbanas—un sentido de dignidad. Impulsar la inclusión de los pueblos indígenas en entornos urbanos no solo es económicamente inteligente, pues son integrales en la creación de ciudades más equitativas, justas y prósperas, sino que también es beneficioso para todos, pues ellos aportan una diversidad cultural que podría ayudar a las ciudades de América Latina a ser más inclusivas y resilientes.

Para conocer más sobre los indígenas en América Latina consulta esta página
 


Autores

Ede Ijjasz-Vasquez

Former Regional Director, Africa, Sustainable Development Practice Group

Jesko Hentschel

Director del Banco Mundial para Argentina, Paraguay y Uruguay

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