Sin mujeres empoderadas, las áreas rurales no tienen futuro

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Una familia beneficiaria de la comunidad de San José del Paredón (en Chuquisaca, Bolivia) celebra la instalación el nuevo sistema de riego.
Una familia beneficiaria de la comunidad de San José del Paredón celebra la instalación el nuevo sistema de riego. Foto: Gabriela Orozco / Banco Mundial

“Cuando la empresa no nos cumplió, le pusimos una multa. Tenemos que ser firmes con las empresas y con los proveedores, porque de lo contrario no cumplen. Así es como se saca adelante el proyecto”. Este testimonio me impresionó mucho cuando lo escuché de una mujer indígena en Bolivia, una mujer orgullosa de ser parte del comité directivo y de defender los intereses de la comunidad en el proyecto.

Bolivia tiene una historia de éxito fantástica que contar sobre cómo se alienta a las mujeres rurales a asumir el liderazgo en sus comunidades y organizaciones y cómo ellas y sus familias superan la pobreza.

Mujeres empoderadas tejiendo su futuro

En especial, vale la pena resaltar dos proyectos financiados por el Banco Mundial e implementados por EMPODERAR porque incluso a pesar de que son diferentes en lo que respecta a sus objetivos, cobertura geográfica y grupos objetivo, los dos basan su éxito en el hecho que se involucra de manera integral a las mujeres en cada etapa del proceso, especialmente en la gestión de fondos.
 
Los dos proyectos dejan claro que sin mujeres empoderadas, las áreas rurales no tienen futuro.
 
El primero, PICAR, trabaja con comunidades rurales e indígenas en las áreas más vulnerables de Bolivia. Es un proyecto de desarrollo impulsado por la comunidad (DIC), en que las comunidades participantes satisfacen necesidades básicas y productivas a través de pequeños subproyectos de infraestructura. Al igual que en otros proyectos de DIC, las comunidades mismas definen y priorizan las inversiones y administran los fondos gubernamentales. Los resultados han sido excelentes. Hasta el momento, PICAR ha beneficiado a más de 175.000 habitantes rurales mediante 880 subproyectos. Hasta el año 2019, PICAR estima beneficiar a aproximadamente 350.000 habitantes rurales.
 
El otro programa, PAR, ha ayudado a unos 68.000 pequeños campesinos a mejorar su acceso a mercados desde 2006. Las organizaciones de productores, que tienen alianzas comerciales con los compradores, reciben y administran fondos gubernamentales para mejorar la infraestructura productiva, mejorar los equipos y contratar asistencia técnica. La subvención ayuda a los productores a cumplir con los requerimientos de los compradores en cuanto a volumen y calidad de los productos, mejorar sus ingresos y consolidar sus vínculos con mercados dinámicos.
 
Estos proyectos no sólo son notables por los resultados logrados, sino porque involucran activamente a las mujeres en la gestión y la rendición de cuentas respecto del uso de recursos públicos.  Los resultados positivos de ambos proyectos muestran que empoderar a las mujeres para que tengan un mayor papel puede hacer una gran diferencia.
 
En ambos proyectos, los beneficiarios establecieron comités de gestión y comités de control social encargados de adquirir los bienes para los subproyectos, pagar a los proveedores y registrar con exactitud las contribuciones de contraparte y los gastos. En PICAR, dos tercios de todos los miembros activos de los comités creados son mujeres. Muchos de los beneficiarios con quienes he hablado durante mis visitas de campo están convencidos que la participación de las mujeres en esos comités ha mejorado el nivel de transparencia del proyecto y que su mayor participación se ha convertido en un activo valioso e intangible para las comunidades. Además de traer beneficios inmediatos para estas áreas rurales, es una muy buena señal para proyectos futuros para seguir desarrollando las comunidades.
 
Mientras tanto, el PAR apoya subsectores agrícolas con un alto valor agregado, como ser el cacao, en que las mujeres son los principales actores en la producción y el pre-procesamiento. Varios estudios confirman que en la última década ha aumentado significativamente la participación femenina en la agricultura, tanto como mano de obra como también en forma de productoras independientes, con grandes beneficios para la región. Al dar una oportunidad a las mujeres rurales a organizarse, asumir un mayor papel comercial y mejorar sus ingresos, el proyecto PAR está impulsando un dinamismo en las familias y las regiones. En las activas comunidades dedicadas al cacao, apoyadas por el PAR, las mujeres se han convertido en la fuerza motriz para crear prosperidad a través de su participación, su fortaleza y su capacidad.
 
En vista que estas historias son tan interesantes, nuestros socios en EMPODERAR han decidido captarlas en un breve documental que se puede ver en el enlace especificado arriba. Se compartió por primera vez con un público internacional en las Reuniones Anuales en Lima y ahora lo estamos compartiendo con los lectores para que puedan tener una idea del desarrollo rural en Bolivia y por qué es tan importante empoderar a las mujeres.

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