América Latina tiene mucho que traer a la mesa de discusiones sobre la desmedida alza del precio de los alimentos.
Un informe del Banco Mundial de reciente aparición resalta el potencial de la región para ayudar a resolver la crisis alimentaria gracias a sus inmensos recursos – tierras, agua – y sus conocimientos agropecuarios.
Como región exportadora neta de alimentos, América Latina y el Caribe (ALC) representa casi un tercio de las exportaciones mundiales de maíz, 52 por ciento de la soja, 44 por ciento de la carne bovina, y 42 por ciento de la carne avícola. En 2006-2009, la participación de ALC en las exportaciones agrícolas mundiales alcanzó el 14 por ciento, por encima del 11 por ciento de 1995-1999.
Por esto mismo, El alto precio de los alimentos: Respuestas de América Latina y el Caribe ante una nueva normalidad plantea que ALC “está bien posicionada para beneficiarse de los precios elevados y de una mayor producción de alimentos”. Esta espiral en el precio de los alimentos llegó para quedarse – plantea el estudio – indicando que los precios internacionales de los alimentos subieron más de 43 por ciento desde junio de 2010, encendiendo la alarma en torno a una repetición de la crisis alimentaria de 2008.
El informe agrega que “incluso algunos países y subregiones que son importadoras netos de alimentos poseen una ventaja comparativa en otros tipos de productos agrícolas (p. ej., América Central y el café), mientras que algunos países con pocas ventajas comparativas para el comercio agrícola no obstante son productores significativos (p. ej., México).”
ALC tiene todos los ingredientes para convertirse en uno de los protagonistas principales del mercado mundial de alimentos y, a la vez, hacer las cosas bien mientras le va bien.
Primero está la tierra. ALC posee cerca de un tercio o 28 por ciento de la tierra apropiada para una expansión sostenible en el mundo, en otras palabras, tierras con un alto potencial agroecológico, no forestal, sin proteger, y con una densidad poblacional menor a 25 personas por hectárea (solamente África tiene más que América Latina, con un 45 por ciento de la tierra apropiada para el cultivo). Además, la tierra en ALC es muy accesible: el 36 por ciento de las hectáreas apropiadas a seis horas de viaje del mercado más cercano se encuentran en la región.
Segundo, las políticas de fomento de ALC están dando sus frutos. Luego de varias décadas de reformas, con algunas excepciones, las iniciativas actuales tal vez sean las menos distorsionadas del mundo, plantea el informe. En contraste, muchos países de África continúan gravando sus exportaciones agrícolas, mientras que los países en desarrollo de Asia subsidian su producción agrícola, siguiendo el patrón del mundo industrializado.
Tercero, los conocimientos agropecuarios de avanzada existentes en ALC ya convirtieron a algunos países en la cara visible de una suerte de “revolución alimentaria”. En un período de apenas 30 años, Brasil transformó su región menos productiva, el cerrado, en una de las reservas de alimentos más grandes del mundo. Esta posición única le permitió a Brasil establecer una exitosa asociación Sur-Sur con África para ayudar a esos países a mejorar su productividad agropecuaria.
Éstos y otros factores se combinan de manera tal que le permiten a la región responder de manera eficiente a los precios más altos e invertir adecuadamente en aras de incrementar la producción, plantea el informe.
La lista de tema pendientes en ALC que le permitan alcanzar su potencial agropecuario completo incluye una mayor inversión en investigación y desarrollo agropecuario, que está detrás del promedio internacional. Con la excepción de Brasil y Uruguay, los países de América Latina dedican un 1 por ciento de su PIB agrícola en I+D, alrededor de la mitad de lo considerado como el objetivo apropiado para los países en desarrollo.
La distribución también es un desafío en la mayoría de las economías regionales. Los costos de manejo, almacenamiento y transporte de alimentos encarecen el precio que pagan los consumidores y que reciben los productores, penalizando a ambos.
El Banco Mundial estima que los costos logísticos en América Latina como porcentaje del PIB varían entre 16 y 26 por ciento, comparado con el nivel de referencia de la OCDE de 9 por ciento.
La infraestructura de mala calidad no sólo afecta los precios de las exportaciones sino también el de las importaciones – plantea el informe. En un ejemplo perfecto de las distorsiones externas, el estudio indica que el costo total de las exportaciones de maíz norteamericano a Nicaragua – incluyendo el transporte terrestre, marítimo y la logística – es más bajo que transportarlo dentro del país centroamericano.
“Tanto para reducir el costo a los consumidores como para maximizar su contribución a la oferta mundial de alimentos, América Latina debe hacer mucho más para reducir los costos de distribución”, concluye el informe.
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