Este blog fue inicialmente publicado en el diario El Financiero de México.
En el contexto del Día Internacional de la Mujer, medios, instituciones y diversas voces aprovechan la oportunidad para recordar que ningún país alcanzará su máximo potencial sino hasta que las niñas y mujeres tengan los mismo derechos, oportunidades y voz que los hombres. Destacan la importancia de reducir las brechas de género persistentes y la inminente necesidad de incluir a las mujeres en todos los ámbitos para lograr un desarrollo inclusivo y equitativo.
Pero, lamentablemente, el resto del año lo que solemos ver son noticias de feminicidios y relacionadas con la violencia de género, incluida la que afecta a mujeres transgénero y de otras minorías sexuales. Y es que, 14 de los 25 países con las tasas más altas de feminicidio en el mundo, incluido México, se encuentran en América Latina y el Caribe, región en la que nueve mujeres mueren al día por esta causa.
El confinamiento y el estrés socioeconómico derivado de la pandemia exacerbaron la violencia de género en la región y la elevaron a niveles alarmantes. Según un documento del Banco Mundial publicado en 2020, en la cuarentena las llamadas a las líneas de auxilio para atender la violencia doméstica se incrementaron en 91% en Colombia y 36% en México.
Cada noticia sobre violencia de género es una historia de horror a nivel personal, familiar y social. El impacto en las sobrevivientes puede durar años e influir en todos los aspectos de sus vidas. Cuando no provoca la muerte, este tipo de violencia deja en las víctimas lesiones físicas, dolores crónicos, enfermedades y problemas de salud, incluida la sexual y reproductiva. Causa ansiedad, depresión y afecta el bienestar y la autoestima de las sobrevivientes. Traumatiza a quien la sufre y a quienes la presencian. Y, por ende, limita los logros educativos y las perspectivas laborales de las víctimas.
Cada agresión, en cualquiera de sus múltiples formas, hecha a una mujer por un hombre es un golpe bajo al desarrollo y al potencial socioeconómico de un país. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial publicado en 2014, se estima que el costo económico asociado con la violencia de género es de hasta 3.7% del Producto Interno Bruto de un país, esto es, más del doble de lo que la mayoría de los gobiernos gastan en educación primaria.
Por ello, hay que trabajar en equipo los 365 días del año para romper el ciclo de esta violencia. No debemos quedarnos de brazos cruzados ante el titular de un feminicidio más o sobre otra mujer abusada o violada. Y menos aún, normalizar la existencia de este tipo de violencia.
Más allá de proteger la integridad de las mujeres, invertir en la prevención de la violencia de género puede conducir a mejores resultados socioeconómicos al disminuir los días laborales perdidos y reducir la necesidad de servicios de salud, psicosociales, legales y de protección. La prevención puede incrementar las oportunidades económicas, así como el tamaño de la fuerza laboral y permitir un mayor rendimiento educativo.
Mucho se puede hacer, como realizar intervenciones basadas en evidencia, hacer cumplir las leyes que protegen a las sobrevivientes, fortalecer los sistemas y servicios de salud para ellas, y capacitar al personal sanitario para atender a las víctimas. Hay que trabajar con el sector educativo para transformar las normas de género entre las personas jóvenes.
Además, es importante garantizar que las sobrevivientes se sientan seguras al pedir ayuda. Hay que abordar sus necesidades físicas, emocionales, de salud y financieras, y promover públicamente cambios culturales y de comportamiento para combatir la desigualdad de género.
En el Banco Mundial trabajamos en diversos países en proyectos que apoyan políticas y servicios que previenen, mitigan y responden a la violencia de género. Evaluamos y aminoramos el riesgo de explotación, acoso y abuso sexual de todos los proyectos que financiamos. Recopilamos, analizamos datos y generamos evidencia de lo que funciona. Trabajamos con nuestros socios para fortalecer las instituciones que abordan la violencia de género. Facilitamos el diálogo entre actores interesados y las sobrevivientes para compartir experiencias, conocimientos y buenas prácticas.
Estamos convencidos de que la inclusión de niñas y mujeres y la equidad son fundamentales para fomentar el desarrollo de un país. Pero más aún lo es salvar sus vidas y proteger su bienestar físico, porque sin ellas ninguna sociedad será capaz de avanzar.
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